Capítulo 34: La Marca del Alfa
La luna se alzaba, fría y distante, proyectando una luz plateada que llenaba la habitación con un resplandor gélido. A través de las gruesas cortinas, las sombras se entrelazaban con las formas estáticas de los muebles, pero el verdadero vacío estaba en el centro de la habitación, en la cama donde Alexai yacía inmóvil.
Han pasado días desde que sus ojos se abrieron, pero no había regresado realmente. Estaba atrapado en un abismo, suspendido entre la conciencia y la nada, con su mirada fija en algún punto distante, sin responder a ninguna palabra, toque o llamada. Las omegas que lo cuidaban murmuraban entre sí con desesperación contenida. Habían visto ese tipo de estado antes, un estado catatónico que solo los omegas más heridos podían sufrir.
Y, sin embargo, el vínculo no se había formado. La razón biológica de su sufrimiento seguía sin completarse, una grieta invisible que mantenía a Alexai lejos de este mundo.
Roderich estaba de pie en un rincón, observando a su omega con una mezcla de emociones que nunca había permitido en su corazón. Su cuerpo permanecía tenso, cada músculo preparado, como si estuviera ante una batalla, pero esta batalla era distinta. No era física, sino una lucha interna, entre la parte de él que aún lo veía como una posesión y la que comenzaba a comprender que Alexai era más que eso.
El médico había sido claro. No había muchas opciones. La única forma de salvarlo, de devolverlo al mundo de los vivos, era realizar el acto que aseguraría su conexión: marcarlo como suyo. No había vuelta atrás, no se trataba solo de reclamarlo, era un acto de supervivencia para Alexai. Roderich sabía lo que eso significaba. Sabía lo que implicaba el dolor que le causaría.
Con pasos firmes, se acercó a la cama. Las omegas lo observaban con expectación silenciosa, sus rostros expresaban la sumisión que sentían ante el comandante, pero también el miedo por el destino de Alexai. Roderich ignoró sus miradas, centrando toda su atención en el muchacho frente a él. Alexai, con sus ojos abiertos y vacíos, parecía tan frágil bajo la luz de la luna, su cuello expuesto, delgado y pálido, como si el dolor y el trauma hubieran succionado todo el color y la vida de su piel.
Roderich se inclinó, observando cada detalle de su rostro, esperando algún indicio de que podría despertar. Pero no había nada. Nada más que las lágrimas que, silenciosas, seguían rodando por las mejillas de Alexai, como si incluso en ese estado su cuerpo entendiera el sufrimiento que lo rodeaba.
Respiró profundamente, sintiendo cómo sus propios instintos alfa se intensificaban. Sus glándulas salivales ya comenzaban a producir la saliva cargada de hormonas que usaría para forjar el vínculo. Los colmillos se alargaron lentamente, afilados y peligrosos. Sabía que la mordida sería única, una marca que no desaparecería con el tiempo, una conexión definitiva entre ellos, una que ni siquiera la muerte podría romper.
Cuando sus labios se posaron sobre el cuello de Alexai, un escalofrío recorrió su cuerpo. El aroma del omega era tan dulce como recordaba, pero estaba empañado por la tristeza, el dolor, y el miedo. Y cuando finalmente dejó que sus colmillos se hundieran en la piel suave y vulnerable de Alexai, el cuerpo del omega se tensó. A pesar de su estado catatónico, emitió un pequeño gemido, un sonido bajo, casi inaudible, pero que cortó el aire como una cuchilla.
La mordida fue rápida, precisa, pero tan profunda que dejó una marca visible, una herida que cambiaría de color, desde el rojo intenso hasta un violeta oscuro, antes de asentarse en un tono pálido que marcaría a Alexai como suyo para siempre. No había necesidad de renovar la mordida, no había marcha atrás. El lazo entre ellos estaba sellado.
Roderich sintió la calidez de la sangre mezclada con las hormonas al pasar por su boca, un sabor metálico y salado, pero lo que realmente lo impactó fue el latido que resonó en su propio cuerpo. Era como si, en ese instante, algo se hubiera alineado dentro de él. Un eco de poder, una corriente invisible que lo conectaba con Alexai en un nivel más profundo de lo que jamás había esperado.
Pero entonces sucedió algo que no había previsto.
Mientras la herida en el cuello de Alexai comenzaba a sanar, el omega dejó escapar un suspiro, un sonido tan suave que apenas era audible. Sus ojos vacíos parpadearon por primera vez en días, y algo cambió en su expresión. No fue un despertar completo, no en el sentido que Roderich había esperado, pero había algo en esos ojos, algo que indicaba que había sentido la mordida.
Roderich se retiró, sus colmillos regresando a su forma normal, mientras miraba a Alexai, buscando cualquier signo de cambio. Su cuerpo seguía inmóvil, pero sus labios temblaban ligeramente, como si intentara formar palabras que no podían salir.
Y entonces lo vio. Una lágrima, solitaria y más grande que las anteriores, cayó por la mejilla de Alexai, brillando bajo la luz plateada de la luna. No era una lágrima cualquiera. Esta lágrima, cargada de dolor y desesperación, simbolizaba algo mucho más profundo. Roderich, que había visto todo tipo de sufrimiento en su vida, sintió cómo un peso invisible se hundía en su pecho al ver ese único rastro de emoción genuina en el rostro de su omega.
Por primera vez, sintió pena. Una pena que lo atravesó como una daga. No era redención, no era el arrepentimiento pleno que algún día tal vez llegara, pero fue suficiente para hacerle cuestionar todo lo que había hecho hasta ese momento.
—Esto es lo mejor para ti —murmuró, sus palabras eran huecas incluso para sus propios oídos.
Sin embargo, Alexai no respondió. Solo permaneció allí, con sus ojos vacíos, su cuerpo todavía rígido por el estado en el que se encontraba. Pero entonces, mientras Roderich daba un paso atrás, listo para retirarse y dejarlo descansar, algo inesperado sucedió.
Un susurro débil, tan débil que casi no lo escuchó.
—Ro...de...rich...
La voz de Alexai era apenas un murmullo, rota, como si cada sílaba fuera una batalla que había librado desde lo más profundo de su mente atrapada. Pero había dicho su nombre. Después de todo este tiempo, después de todo el dolor y el sufrimiento, lo había llamado por su nombre.
Roderich sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. No sabía qué significaba. ¿Era una súplica? ¿Una maldición? ¿Una simple palabra dicha sin intención? Pero lo que sí sabía era que algo dentro de Alexai todavía estaba allí, algo que aún no se había roto por completo.
El silencio que siguió fue insoportable. Las omegas en la habitación intercambiaron miradas, inseguras de lo que acababa de suceder. Y entonces, Roderich simplemente se quedó allí, sin saber qué hacer o decir.
Porque en ese momento, supo que, a pesar de todo, el vínculo se había sellado. Y aunque Alexai estuviera roto, había una chispa de vida en él que aún ardía, un vínculo que tal vez, con el tiempo, podría salvarlo o condenarlos a ambos.
Y con su nombre aún resonando en el aire, este capítulo, por ahora, llegó a su fin.
ESTÁS LEYENDO
El Lirio Y La Espada (Omegaverse)
Fanfiction-p-por favor no quiero- Nunca quise esto. -Solo s-soy un niño -Solo eres un esclavo, un botín de guerra que abre las piernas y trabaja cuando yo lo ordeno