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Capítulo 26: Ecos de Ira y Celos

El día había sido largo y tenso. Roderich había regresado a la mansión después de una fuerte discusión con un teniente, una pelea que había rozado lo físico. Zephyria, aunque victoriosa, seguía siendo un nido de serpientes donde la fuerza era la única ley, incluso entre los propios soldados. Roderich estaba irritado, su ira era palpable en el aire, y sus movimientos eran pesados y bruscos.

Alexai, acurrucado en su nido, podía sentir la atmósfera cargada desde la distancia. Había aprendido a detectar la furia de Roderich antes incluso de que entrara en la habitación, y cada vez que el alfa llegaba en ese estado, su miedo aumentaba. En su mente, sabía que no podía hacer nada más que esperar, tratando de ser invisible, pero incluso eso parecía imposible.

Roderich irrumpió en la habitación con pasos firmes, su respiración irregular. No dijo una palabra, no lo necesitaba. Alexai, acurrucado entre las mantas impregnadas con las feromonas de su alfa, miraba a Roderich desde su nido, tratando de mantenerse lo más quieto posible. Sabía que lo peor que podía hacer en ese momento era llamar la atención.

El alfa caminó de un lado a otro, sus pensamientos aún en la discusión, pero a medida que recorría la habitación, su mirada se posó en Alexai, que lo observaba con sus grandes ojos llenos de miedo. Era imposible ignorar la forma en que la tensión se apoderaba del cuerpo del omega, su respiración rápida y entrecortada, la manera en que se mantenía inmóvil, como si el menor movimiento pudiera desatar una tormenta.

—¿Qué miras? —gruñó Roderich, más para descargar su propia frustración que porque esperara una respuesta.—Agh...lo siento— No estaba enojado con Alexai, pero el joven omega no podía saberlo. Para él, la furia de Roderich siempre era una amenaza inminente.

—N-n-no se preocupe—Alexai bajó la mirada de inmediato, su corazón latiendo con fuerza. Quería desaparecer, ser invisible, pero no podía evitar sentir el peso de los ojos de Roderich sobre él.—Yo lo siento… —murmuró, casi inaudible, aferrando las mantas a su pecho como si fueran su único refugio en ese momento.

Roderich no respondió. En lugar de eso, se acercó a la ventana, mirando hacia el exterior con el ceño fruncido. Su mente aún estaba atrapada en la pelea con el teniente, en la lucha por el poder que nunca parecía acabar. El control, la fuerza, la imposición, todo eso le recordaba lo que significaba ser un zephyriano.

Alexai, por su parte, intentaba controlar el temblor en su cuerpo. Sabía que Roderich no lo estaba atacando a él, pero la irritación en su voz, en sus gestos, lo llenaba de un temor casi instintivo. No había escapatoria de esa vida, y lo sabía. Aunque ahora entendía que estaba embarazado, no podía dejar de sentir que su vida estaba a merced de Roderich, que su destino dependía de los caprichos de su alfa.

Los días en la mansión se volvían cada vez más solitarios para Alexai. Los otros omegas lo evitaban, mirándolo con recelo. Él no sabía exactamente por qué, tal vez por el bebé o porque era cierto, ya no era parte de Eldoria, sentía el rechazo en cada mirada furtiva, en los murmullos que se callaban cuando uno de ellos entraba en su habitación.

Los omegas más viejos habían sido eliminados hace tiempo. Los zephyrianos no toleraban a aquellos que ya no podían cumplir con sus funciones de servicio. Solo quedaban los jóvenes, y entre ellos, el resentimiento crecía, especialmente hacia Alexai, quien, a pesar de su condición, parecía estar en una posición diferente. No lo veían como uno de ellos, lo consideraban un privilegiado por ser "el joven" del que Roderich se ocupaba personalmente.

Esa tarde, mientras Alexai descansaba en su nido, un joven omega, delgado y de mirada dura, se acercó a la puerta de la habitación. Su nombre era Varek, y aunque no hablaba mucho, sus ojos siempre irradiaban una mezcla de desdén y celos hacia Alexai. Entró sin ser invitado, sus pasos rápidos y nerviosos.

—El comandante te ha llamado —dijo, su voz cargada de desprecio.

Alexai lo miró, confundido. No entendía por qué Roderich lo llamaría en ese momento, especialmente cuando estaba tan irritado, además en su estado no quería hacerlo. Sentía una pequeña chispa de duda en su interior, pero Varek lo observaba con impaciencia, y la presión de sus palabras era suficiente para hacer que Alexai se levantara lentamente.

—¿Ahora? —preguntó, tratando de no sonar temeroso.

—Sí, ahora —respondió Varek, sin siquiera molestarse en ocultar su impaciencia.

—E-e-es tarde— Alexai se levantó con dificultad, su vientre prominente le dificultaba los movimientos.

Aunque había aprendido a convivir con el peso de su embarazo, en momentos como ese se sentía más vulnerable que nunca. Pero confiaba en que Varek decía la verdad. Después de todo, si Roderich lo había llamado, no podía ignorarlo.

Mientras seguía a Varek por los oscuros pasillos de la mansión, un extraño presentimiento comenzó a crecer en su interior. Algo no estaba bien. El comportamiento de Varek era diferente, más nervioso de lo habitual. El silencio que los rodeaba parecía ensordecedor, y el eco de sus pasos resonaba de manera inquietante.

—¿A dónde vamos? —preguntó Alexai, deteniéndose por un momento.

—Cerca de la salida, el amo quiere que lo encuentres allí —respondió Varek, sin mirarlo a los ojos.

Alexai tragó saliva, la salida estaba muy lejos y estaba a punto de oscurecer, pero continuó caminando. Había algo en la forma en que Varek evitaba su mirada que lo hacía sentir más inseguro a cada paso. Finalmente, Varek se detuvo en un lugar alterno a la salida, era la entrada al bosque, Alexai se detuvo.

—V-varek la salida...n-no c-creo que esto sea c-c-correcto… —murmuró, sintiendo que algo terrible estaba a punto de suceder.

Varek se giró hacia él, sus ojos llenos de ira y celos reprimidos.

—¿No lo ves? ¡Todo lo que has hecho es vivir una vida cómoda mientras nosotros sufrimos! —espetó, su voz llena de resentimiento, mientras mostraba parte de su cuerpo, llena de moretones, cicatrices de los latigazos y quemaduras con cigarrillos—. ¡No tienes ni idea de lo que es el verdadero dolor! Acaso te has puesto a pensar por cuántos hemos sido tomados y a cuántos eliminaron de nuestro vientre.

Alexai dio un paso atrás, asustado. Era cuestión de tiempo para que esto sucediera. Las palabras de Varek eran como un golpe en el pecho. Nuevamente los recuerdos lo inundaban, nadie lo quería por lo que tenía en su vientre, no había querido herir a nadie, pero su propia existencia parecía ser una ofensa para aquellos a su alrededor. Y ahora, entendía que Varek no lo había traído allí porque Roderich lo hubiera llamado. Lo había engañado, y el peligro era inminente.

Antes de que pudiera reaccionar, Varek lo empujó dentro del bosque y saco un cuchillo, su mirada llena de rabia y resentimiento. Alexai tropezó, sintiendo el miedo apoderarse de su cuerpo. Sabía que si Roderich lo encontraba fuera de la mansión, pensaría que había tratado de escapar, y las consecuencias serían devastadoras.

—Por favor… no quiero… —susurró, su voz quebrada por el pánico.

Pero Varek no escuchaba. Para él, esa era su oportunidad de vengarse, de hacer pagar a Alexai por lo que, en su mente, consideraba una vida de privilegios.

—L-levantante, no vas a escapar

El Lirio Y La Espada (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora