Capítulo 31: Los Gritos del Despertar
El aire en la habitación era espeso, opresivo, y los gritos desgarradores de Alexai llenaban cada rincón. Las omegas jóvenes que lo asistían en el parto estaban aterradas, sus manos temblaban con cada movimiento mientras intentaban hacer lo posible por calmar al omega. Las palabras de aliento que ofrecían no hacían nada para apaciguar el dolor devastador que lo estaba destrozando.
-¡Puja, Alexai, puja! -imploraba una de las omegas, con lágrimas en los ojos.
-¡No puedo más! ¡No puedo más! -gritaba Alexai, su voz rota, cada palabra un lamento desesperado- ¡Por favor, madre... ayúdame!
El eco de sus gritos resonaba no solo en la habitación, sino en los corazones de todos los omegas que observaban desde fuera, incapaces de ayudar. Sus cuerpos temblaban, aterrados tanto por el dolor que escuchaban como por las consecuencias que se cernían sobre ellos si algo le pasaba a Alexai. Los soldados, que permanecían rígidos en sus puestos, miraban con una mezcla de indiferencia y tensión, esperando la llegada del médico que parecía tardar una eternidad.
-¿Dónde diablos está el médico? -rugió Roderich, su voz un rugido feroz que hizo saltar a todos en la habitación.
Uno de los soldados se acercó con nerviosismo. -Señor, hemos enviado a buscarlo, pero aún no ha llegado. Estamos haciendo todo lo posible...
-¡No me interesan tus excusas! -gritó Roderich, su mirada llena de rabia. Su cuerpo estaba tenso, cada fibra de su ser al borde del colapso. Sabía que la vida de Alexai estaba en peligro, y con ello, todo lo que había construido.
Los gritos de Alexai eran un tormento insoportable, no solo para él, sino para todos en la mansión. Las otras omegas, que no estaban ayudando, se encogían en rincones oscuros, sus cuerpos temblando como hojas. Ninguna se atrevía a mirar directamente, aterradas de lo que podría pasar si algo salía mal. Sabían que Roderich no mostraba piedad.
-¡No quiero morir! -jadeó Alexai, su cuerpo convulsionando por el dolor- ¡Por favor... madre, padre... ayúdenme!
Roderich apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Había visto la muerte muchas veces, había causado sufrimiento sin pestañear, pero ahora, ver a Alexai al borde del abismo despertaba en él un miedo que no sabía cómo manejar. No podía permitir que muriera, no cuando sabía que ese omega era más que un simple botín.
-¡Escúchenme bien! -dijo, girándose hacia las omegas que asistían el parto- Si algo le pasa a Alexai, ustedes pagarán con su vida. ¡Pero no solo con la muerte! Me aseguraré de que sufran como nunca antes han sufrido.
Las omegas tragaron saliva, sus ojos llenos de pánico. Sabían que esas no eran amenazas vacías. Roderich no tenía límites cuando se trataba de castigos, y las palabras que acababa de decir eran una sentencia para ellas si no lograban salvar al joven omega.
-¡Ya viene, ya viene! -gritó una de las omegas, viendo que la cabeza del bebé estaba por salir- ¡Puja, Alexai, solo un poco más!
Pero Alexai estaba roto. Su cuerpo se convulsionaba, sacudido por el dolor insoportable, y su mente se había sumido en una oscuridad que lo hacía delirar. Seguía gritando, suplicando por su madre, pidiendo un alivio que no llegaba.
-¡Por favor... no más... no puedo más! -sollozaba, sus lágrimas cayendo libremente por su rostro pálido- ¡Madre, sálvame!
-¡Alexai, por favor! ¡Tienes que seguir! -gritaba una de las omegas, su voz temblorosa mientras el miedo la dominaba.
Y entonces, con un último grito desgarrador, el primer bebé nació. El llanto del recién nacido llenó la habitación, un sonido agudo y penetrante que rompió el pesado silencio que había seguido a los gritos de Alexai. La habitación entera se paralizó por un momento, mientras una de las omegas envolvía al bebé con manos temblorosas y lo colocaba sobre una manta.
-Aquí está, Joven Alexai... aquí está su bebé -susurró la omega, con lágrimas en los ojos.
Roderich dio un paso hacia adelante, mirando al bebé con una mezcla de sorpresa y alivio. Pero ese alivio fue fugaz, no hubo tiempo para celebraciones. A penas lo envolvieron en una manta, un nuevo grito surgió de las profundidades de Alexai y Alexai soltó un gemido ahogado. Su cuerpo se tensó de nuevo, sacudido por un nuevo y terrible dolor.
-¡No... no más! -gimió Alexai, su voz apenas audible- ¡Por favor... ya no!
-¡Es otro bebé! -gritó una de las omegas, su rostro lleno de pánico- ¡Todavía queda otro!
Los ojos de Roderich se abrieron de par en par. ¿Dos bebés? No había esperado esto. Su mirada se endureció de inmediato, pero una sombra de miedo profundo lo atravesó. Si el primero había sido difícil, ¿cómo podría sobrevivir Alexai al segundo?
-¡Puja, Alexai! -gritó la omega, pero Alexai apenas podía escucharla. Estaba completamente agotado, su cuerpo roto, su alma devastada por el dolor.
-¡No puedo más... no puedo más! -jadeaba Alexai, sus lágrimas mezclándose con el sudor que bañaba su rostro. Gritaba por su madre, por su padre, por cualquier fuerza divina que pudiera salvarlo de la tortura.
Los segundos parecían horas. Las omegas corrían de un lado a otro, buscando más agua caliente, más paños, cualquier cosa que pudiera ayudar a aliviar la agonía del joven omega. Pero el dolor de Alexai era insoportable, como si su cuerpo estuviera siendo desgarrado desde adentro.
-¡Maldita sea, Alexai, aguanta! -gritó Roderich, su voz llena de desesperación, su rostro una máscara de rabia y miedo. Sabía que si perdía a Alexai, algo en él moriría también.
El miedo se apoderó de él de una manera que jamás había sentido. Un terror crudo y visceral lo dominaba. No podía perderlo. No ahora. No cuando aún lo necesitaba. Pero las lágrimas que corrían por el rostro de Alexai, sus gritos de agonía, lo hacían temer lo peor. El cuerpo de Alexai ya no respondía, y con cada segundo que pasaba, su vida parecía desvanecerse.
-¡No puedo... no puedo más...te odio por hacerme esto...! -gimió Alexai, sus ojos cerrándose mientras sentía que la oscuridad lo envolvía.
Y finalmente, el segundo bebé nació, su llanto era débil, apenas un eco del primero. El cuerpo de Alexai se desplomó en la cama, exhausto, su respiración irregular, su vida pendiendo de un hilo.
Roderich se acercó, su corazón palpitando con una mezcla de furia y miedo.
-¡Si algo le pasa a Alexai... ustedes morirán! -gruñó, su voz como el trueno, mirando a las omegas que temblaban de terror.
Pero nada parecía traer de vuelta a Alexai. Estaba inconsciente, su pecho subía y bajaba de forma irregular, como si su cuerpo apenas pudiera seguir adelante. El terror en los ojos de Roderich era palpable, aunque tratara de ocultarlo. Sabía que algo estaba mal, que Alexai estaba al borde de la muerte.
-¡Alexai, aguanta! -gritó, su voz llena de desesperación.
Pero no hubo respuesta. Los ojos de Alexai se cerraron completamente, y el silencio que siguió fue más aterrador que cualquier grito.
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El Lirio Y La Espada (Omegaverse)
Fanfiction-p-por favor no quiero- Nunca quise esto. -Solo s-soy un niño -Solo eres un esclavo, un botín de guerra que abre las piernas y trabaja cuando yo lo ordeno