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Capítulo 17: La Trampa del Silencio

Alexai se encontraba solo en uno de los jardines abandonados de la mansión, un lugar que solía estar lleno de vida y color, pero que ahora reflejaba la decadencia de su situación. Las plantas estaban marchitas y los caminos cubiertos de maleza. Pero estaba dispuesto a devolverle el brillo. Mientras se sentaba en un rincón sombrío, su mirada se perdía en las hojas secas y recordaba cuando se lanzaba en estas o se escondía cuando jugaba.

Aquel día, Roderich había partido temprano con algunos de sus soldados para inspeccionar nuevamente las tierras conquistadas y presentar un informe, lo que le había dado a Alexai un respiro del constante control y abuso. Sin embargo, la presencia de Roderich, aunque ausente, aún pesaba sobre él como una sombra imponente, una amenaza constante. Alexai aprovechó la oportunidad para alejarse del bullicio de la mansión y encontrar un momento de soledad. Pero la paz era efímera, y la amenaza de ser descubierto lo mantenía en constante estado de alerta.

Mientras Alexai se inclinaba para acariciar una flor marchita, escuchó un murmullo a lo lejos. Levantó la cabeza, sus sentidos agudizados por el miedo. Hizo que se escondiera detrás de un seto medio muerto, asomando apenas la cabeza para ver quién se acercaba. Era uno de los nuevos omegas que habían sido traídos recientemente como sirvientes.

Llevaba una bandeja de agua y se movía con la misma cautela que Alexai, evitando los lugares visibles y tratando de pasar desapercibido.

Alexai observó al omega con una mezcla de curiosidad y empatía. Sabía lo que significaba ser nuevo en ese infierno. Sabía lo que era sentir que cada paso podía ser el último. Sus ojos se encontraron por un breve momento, y el omega rápidamente desvió la mirada, claramente intimidado. Alexai comprendió el gesto; nadie quería involucrarse más de lo necesario. Pero algo en la mirada de aquel omega despertó en Alexai un sentimiento olvidado, un deseo de  conexión, de recordar que todavía era humano.

Antes de que pudiera decidir si debía acercarse, la figura de uno de los soldados apareció al otro lado del jardín. Alexai se agazapó más, conteniendo la respiración mientras observaba al soldado aproximarse al joven omega. El soldado se detuvo frente a él, una sonrisa cruel en su rostro. Alexai reconoció la mirada: era la misma que había visto tantas veces antes, una mezcla de superioridad y deseo de dominar.

—¿Qué haces aquí? -demandó el soldado, su tono cargado de desprecio.

El omega murmuró algo inaudible, temblando mientras mantenía la mirada baja. El soldado no estaba satisfecho con la respuesta y lo empujó contra el muro del jardín. Alexai sintió una oleada de ira y miedo, una combinación peligrosa que amenazaba con desbordarlo. Sabía que no podía intervenir; su propia situación era lo suficientemente precaria, pero el impulso de ayudar era casi insoportable.

El soldado continuó su acoso, sus manos explorando con libertad el cuerpo del omega, que intentaba sin éxito apartarse. Alexai apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas mientras luchaba por contenerse. El recuerdo de sus propios abusos, de las veces que Roderich lo había tratado como un objeto, volvía a él con una claridad dolorosa. Finalmente, cuando no pudo soportarlo más, Alexai cerró los ojos y trató de desconectar, de dejar que su mente volara lejos de esa escena de crueldad.

De repente, un grito rompió el silencio del jardín. Alexai abrió los ojos justo a tiempo para ver al omega ser arrojado al suelo, su bandeja cayendo con un estruendo que resonó en el aire pesado. El soldado se rió, disfrutando de su acto de brutalidad, y se marchó como si nada hubiera pasado, dejando al omega acurrucado y tembloroso en el suelo. Alexai esperó hasta que el soldado se desvaneció de su vista antes de salir de su escondite.

Se acercó al omega con pasos cautelosos, consciente de que cualquier movimiento brusco podría asustarlo. El joven omega levantó la cabeza, su mirada llena de lágrimas y miedo. Alexai se arrodilló a su lado, sus manos temblorosas mientras le ofrecía ayuda para levantarse.

—Estás a salvo ahora -dijo Alexai en un susurro casi inaudible, su voz quebrada por la emoción contenida —. Solo... tienes que esconderte mejor— mientras extendía su mano, ofreciendo un pequeño dulce que Roderich le había entregado— Ten.

El omega lo miró con gratitud y miedo, una mezcla que Alexai entendía demasiado bien. Mientras lo ayudaba a levantarse, Alexai notó lo joven que era, apenas mayor que él mismo.

—G-gracias, pero creo que deberías conservarlo, seguro que a tí te dará más energía

—No, yo ya comí uno—mintió

Los ojos del omega reflejaban un agradecimiento que no necesitaba palabras, pero también un dolor que Alexai conocía de sobra.

Cuando el chico se fue, el regresó a su rincón en el jardín, tratando de ordenar sus pensamientos. La escena lo había dejado agitado, su mente en un torbellino de emociones contradictorias. Sabía que el sufrimiento no era exclusivamente posado en el, pero verlo tan de cerca otra vez y en otra persona lo golpeó de una manera diferente. Le recordó que, a pesar de todo, no estaba solo en su miseria. Sin embargo, también sabía que su impotencia era tan profunda como su deseo de ayudar.

El día pasó lentamente, y para cuando Roderich regresó, Alexai ya estaba de vuelta en sus deberes, sirviendo la cena con movimientos mecánicos. Roderich, con su humor impredecible, apenas le dirigió una mirada, pero su sola presencia bastaba para hacer que Alexai se encogiera. La cena transcurrió en un tenso silencio, roto solo por los murmullos de los soldados y los sonidos de los cubiertos contra la vajilla.

Más tarde, cuando Alexai se retiró a su pequeño rincón, se dejó caer en las sábanas con un suspiro. El peso de lo que había presenciado ese día seguía presionando su pecho, dificultándole la respiración. Cerró los ojos, pero en la oscuridad de sus párpados solo veía el miedo en los ojos del omega, la crueldad en la sonrisa del soldado, y el reflejo de su propia impotencia.

En un mundo donde la brutalidad era la norma y la compasión un lujo inexistente, Alexai se preguntaba cuánto más podría soportar antes de quebrarse por completo. Sabía que su posición junto a Roderich le daba una protección limitada, pero al mismo tiempo lo mantenía encadenado a un ciclo interminable de abuso y dolor. En silencio, Alexai hizo una promesa muda a sí mismo: si alguna vez encontraba una manera de escapar, lo haría no solo por él, sino por todos los que compartían su destino. Pero hasta entonces, seguiría resistiendo, un día a la vez, en la tenue esperanza de que, algún día, las cosas pudieran ser diferentes.

El Lirio Y La Espada (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora