Ósver siguió su camino y llegó al colegio. El patio estaba decorado con guirnaldas de luces amarillas y tiras de papel de colores, dándole el aspecto más de una verbena familiar que de una fiesta de adolescentes. La directora Flavia, de tendencia conservadora, había hecho de las suyas en la decoración. No había luces chillonas ni elementos extravagantes propios de las discotecas. A pesar de ello, la mayoría de los alumnos de secundaria ya se encontraban en el colegio. Solo unos pocos de tercer y segundo grado seguían sin aparecer, incluyendo a Ailice. Sin embargo, muchos ya se movían al ritmo de la música. Ósver se sentó en las gradas con algunos compañeros. Todos esperaban ver a Melinda, considerada la más hermosa y con la figura más voluptuosa del salón. Sus atributos eran notables: dos prominentes razones al frente y una generosa verdad por detrás, lo que la convertía en la más deseada y dueña de las fantasías más perturbadoras y lascivas que los compañeros de Ósver podían imaginar. Mientras que sus compañeros se deslumbraban cuando Melinda hacia su ingreso al colegio, quien por naturaleza meneaba el trasero de un lado a otro, Ósver solo tenía ojos para su adusta y huraña Ailice. Solo ella conseguía despertar en Ósver un torbellino de pasiones tan enfermizas que lo dejaban hecho polvo, al borde del colapso nocturno. Sus compañeros la llamaban: «la manuela». Y claro, Ósver no escapaba a esa miserable rutina que, noche tras noche, le reafirmaba su heterosexualidad con la misma mano siempre dispuesta.
Ailice entró al colegio y caminó por el patio entre todos como si fuera la dueña y creadora del mundo. Se sentó con sus amigas en las gradas al otro lado de la pista de baile, frente a Ósver. Sus compañeros la invitaron a bailar, pero ella los rechazó, y así hacía con todos los que se le acercaban. Dos compañeros de Ósver trajeron, de forma discreta, ron con gaseosa ya mezclado en una botella. Ellos sirvieron esa bebida en un vasito al grupo de Ósver. Uno vertió la bebida mientras el otro se ponía como barrera para evitar que los profesores se dieran cuenta; luego escondieron la botella en una mochila. Ósver también bebió de aquella mezcla y se sintió avispado, con valor. «Ahora mismo la voy a sacar a bailar, que se vaya al diablo Édgar. ¡Vamos, tú puedes!», se dijo a sí mismo para darse valor.
Se levantó y descendió grada por grada. Pero al pisar el siguiente escalón, su cuádriceps no soportó el peso y rodó por los escalones restantes. Sus compañeros se rieron al verlo porque pensaron que estaba borracho. Ósver se puso de pie y sacudió su ropa. Todos en la pista de baile se burlaron de él. Ailice, la reina de la indiferencia, miró el espectáculo con desdén y no se molestó en mover un músculo. Solo lanzó una mirada rápida antes de seguir con sus amigas, como sin nada hubiera pasado. Ósver, avergonzado por la caída, se retiró del baile. «¿Por qué eres tan fría e indiferente, incapaz de mostrar emociones?», pensó mientras caminaba hacia su casa. Estaba turbado; tenía todas las preguntas, pero ninguna respuesta. Para colmo, en la madrugada llegó su padre a casa, tambaleándose de borracho, para sacar dinero de su caja fuerte y seguir bebiendo como un animal salvaje en busca de su última presa.
Su padre era como otro adolescente más, se sentía libre y realizado después de muchos años de esfuerzo tratando de terminar su carrera. Y cuando por fin había logrado terminarla y conseguir un buen trabajo, se iba de parranda en parranda gastándose todo su sueldo.
Don Fernando detestaba que su hijo se fuera de juerga en juerga. «Es un borracho, solo sabe chupar y chupar, las mujeres le están sacando la plata en esas juergas», decía. El padre serio y exigente que obligaba a Ósver a estudiar hasta sacar buenas notas ya no existía; ahora su padre era como un adolescente con dinero con su propia vida y sus propias mujeres, un Sugar Daddy.
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Game Ósver
RomanceLa novela narra la profunda amistad entre Ósver y Kike desde la infancia. A medida que crecen, sus vínculos se ven sacudidos cuando Ósver recibe un devastador diagnóstico de una enfermedad degenerativa en su adolescencia. A lo largo de la historia...