La adultez y un mini Lemuel

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La Ciudad de Tacna era reconocida en el país por su dinámica actividad comercial, repleta de numerosos negocios, mercados y centros comerciales. A Margarita le encantaba frecuentar estos centros comerciales y cumplió uno de los sueños que Ósver había tenido desde niño: poseer unas zapatillas Nike. Aunque no eran las Nike Air Flight, que ya no estaban disponibles, sí eran unas Nike Air Max, por lo que adquirió varias de ellas. Al regresar a casa, observaba a su hijo recorrer el departamento en silla de ruedas. Ya habían pasado cinco años desde que se había mudado de Moquegua; ya no podía caminar y su salud estaba deteriorada. Le costaba respirar y se agitaba con frecuencia. No quería recibir terapia, solo la de su amigo Kike, pero al mismo tiempo, tampoco deseaba comunicarse con él porque no quería hacerlo sufrir. Ósver estaba sumido en la depresión; cada vez que cerraba los ojos, veía a Ailice ahogándose en el asiento de aquel Nissan March rojo. Tenía miedo de dormir y, al mismo tiempo, lo necesitaba, lo cual lo debilitaba cada día más.

Un día, Lemuel llamó a Margarita y le dijo:

—Quiero visitar a Ósver, deseo que conozca a su hermano.

—¿Ahora quieres traer a tu bastardito a mi casa? ¡Jamás!

—¡Es el derecho de Ósver conocer a su hermano! ¡Tú, como abogada, lo sabes!

Después de una larga discusión, acordaron que Lemuel vendría el fin de semana con el hermano de Ósver al estudio jurídico de Margarita, que estaba ubicado en la misma casa donde vivían, pero en la parte delantera.

Ósver esperó a su padre en el estudio de su mamá. Después de media hora, Lemuel entró con su hijo de poco más de dos años de edad.

—Es tu hermano, salúdalo —dijo Lemuel a su pequeño hijo.

El hermano de Ósver se acercó a la silla de ruedas donde él estaba sentado. Mientras tomaba la manito de su hermano, Ósver le preguntó a su padre:

—¿Cómo se llama?

—Lemuel Junior —respondió su padre.

—¡Guau! Es igualito a ti, por eso le pusiste tu nombre.

—Sí, siempre me lo dicen.

Lemuel Junior era blanco, tenía el cabello castaño y crespo con ojos grandes, igual que su padre. Aunque estaba feliz de haber conocido a su hermano menor, Ósver se sintió celoso porque él no se parecía a su papá. Muchas veces de niño, Ósver había escuchado a su padre decirle a su mamá que él no parecía su hijo por ser chino, gordo, con pelo negro y trinchudo como las púas de un cactus.

Después de haber conversado bastante. Lemuel agrego:

—Te traje algo —Le entregó un paquete de tamaño mediano envuelto en papel kraft.

Era una PlayStation 3 con disco duro y dos mandos. Ósver se puso feliz, no tanto por el regalo, que le encantó, sino porque era la primera vez que su padre le regalaba algo.

—Bueno, me voy —dijo Lemuel acercándose a Ósver y dándole un par de palmadas en el hombro.

Durante las dos horas que su padre se quedó, la conversación fluyó entre ellos sin silencios incómodos. De alguna manera, ese día hicieron las paces sin abordar las diferencias que habían tenido años atrás.

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