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Kenny y yo no habíamos estado juntos por mucho tiempo, pero siempre me sentí atraída por él.
Nos juntamos después de que me vio masturbándome en la ducha del vestuario de chicas.
Naturalmente, follamos inmediatamente.
Hemos estado juntos desde entonces y el sexo ha ido mejorando cada vez más. Kenny asumió el papel de Dom con bastante facilidad.
Estaba desnuda en la cama con las piernas abiertas mientras Kenny se arrodillaba entre ellas con su mano sobre mi clítoris. Ya había tenido tres orgasmos y me sentía increíble.
Pasó su lengua por mi muslo. "Creo que debería jugar contigo como lo hice el cuatro de julio".
El cuatro de julio. Mientras nuestros amigos y familiares se reunían para hacer barbacoas y lanzar cohetes, Kenny y yo estábamos encerrados en nuestro dormitorio haciendo nuestros propios fuegos artificiales.
Me folló todo el día. Me folló tanto que todo lo que tenía entre las piernas parecía un hormigueo. Me folló hasta que no podía moverme sin que el más simple roce me empujara a otro orgasmo. Me folló tan bien que será el criterio que usaré para medir todos los demás encuentros sexuales que tenga durante el resto de mi vida.
Me moría de ganas de hacerlo otra vez.
Dicho esto, seguí fingiendo inocencia.
"¿Estás seguro?", pregunté.
Me dejó un beso en la pierna: "¿Por qué no lo estaría? Eres tan linda cuando te han follado como loca y estás completamente borracha".
Chupó la grasa de mi muslo y cuando terminó, Kenny había dejado un chupetón húmedo y morado en mi piel.
—No estaba... nunca he estado borracho como una polla —dije, mirando al techo—. Lo que sea que eso signifique...
"Puedo demostrártelo", sonrió Kenny, "sólo tengo que hacerlo de nuevo".
Se acercó a la mesita de noche, giró el soporte del teléfono para mirarnos y abrió la cámara. Luego metió la mano en el cajón y sacó una pequeña bolsa de terciopelo. Mi vibrador Bullet.
Lo sacó de la bolsa y tarareó mientras lo ponía en la posición más alta. Se inclinó sobre mí y me besó el hueso de la cadera. Casi salté cuando pasó el vibrador sobre mi clítoris. Luego comenzó a frotarlo sobre mí en pequeños círculos apretados.
Puse los ojos en blanco y agarré con los puños la sábana que tenía debajo. Intenté mantener mis gemidos al mínimo y él se dio cuenta.
—Es lindo cuando te resistes, pero... —Empujó el plástico con más fuerza contra mí—. No te contengas. Quiero que los vecinos escuchen cómo te follan.
Todos mis músculos se tensaron y eché mi cabeza hacia atrás contra la almohada mientras llenaba nuestra habitación con los sonidos de mi placer invadiéndome.
Kenny se mordió el labio mientras me miraba: "Buena chica, no pares".
Por desgracia, no pude contenerme aunque quisiera. Arqueé la espalda, se me encogieron los dedos de los pies y gemí como una niña poseída.
Sus ojos estaban fijos en mi cuerpo mientras me retorcía frente a él.
Una vez que la ola de mi cuarto orgasmo se disipó, me di cuenta de que Kenny se estaba acariciando. Una cosa que me encanta de Kenny: produce muchísimo líquido preseminal. Nunca había visto a un hombre mojarse tanto como él. Me encantó lamer y chupar el pegajoso desastre que ahora estaba extendiendo de arriba a abajo por su miembro.
Nuestras miradas se cruzaron y él sonrió ampliamente: "Eres tan jodidamente hermosa cuando te corres".
Me pasó el vibrador una vez más, luego lo apagó y lo arrojó sobre la cama. Pasó el pulgar por mi clítoris y mis piernas temblaron.
"Te ves tan linda e hinchada. Me pregunto qué pasaría si le pusiera una pequeña pinza de ropa ahí".
—Por favor, no lo hagas—le supliqué.
Odiaba pedirle algo a mi Dom, pero la idea me sacudió hasta los huesos.
Empezó a dejar un rastro de besos desde mi cadera hasta mi clavícula. "Tienes suerte de que seas tan divertido para jugar".
Una vez que sintió que estaba en posición, sentí la cabeza de su pene rozando mi coño mojado. Sonaba como si estuviera maldiciendo en voz baja mientras me tocaba.
Jadeé cuando se apretó dentro de mí. Se sentía tan bien que era como una pieza faltante del rompecabezas que encajaba en su lugar. Gemí en voz alta otra vez y mis párpados revolotearon.
Kenny pasó su lengua por mi cuello antes de sentarse y observar atentamente cada reacción de mi cuerpo a sus embestidas dentro de mí.
—Pobre niña —me empujó aún más fuerte—. No creo que puedas pasar un solo día sin mi polla metida dentro de ti.
Gemí y lloriqueé mientras él aumentaba el ritmo. Seguí retorciéndome debajo de él y, cuando finalmente volví a hacer contacto visual con él, me di cuenta de que tenía el teléfono en la mano.
Algo en él mirándome a través de la lente de su teléfono me llamó la atención.
Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron. Ni siquiera podía describir los sonidos que salían de mí. Kenny sonrió satisfecho mientras yo prácticamente gritaba debajo de él.
Pero no duró mucho. Las suaves y sedosas paredes de mi interior se cerraron alrededor de él y lo sujetaron con fuerza.
—Joder —dejó caer el teléfono y puso los ojos en blanco mientras sus caderas saltaban hacia mí—. Eres tan jodidamente...
Él gimió casi tan fuerte como yo, y su polla palpitaba tan fuerte que parecía que me estiraba aún más con cada chorro.
Se inclinó sobre mí y cerró su boca sobre la mía mientras se vaciaba dentro de mí.
Jadeamos en la boca del otro mientras las olas de placer nos arrastraban.
Cuando finalmente rompió nuestro beso, tenía una enorme sonrisa en su cara.
—Se me cayó el teléfono —se mordió el labio y volvió a coger el vibrador—. Eso significa que tenemos que empezar de nuevo.
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