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Michael y yo no estábamos precisamente saliendo, pero pasábamos mucho tiempo tonteando cada vez que podíamos. La universidad puede ser agotadora, ¿sabes?
Había sido una semana muy larga y cuando finalmente llegué a su casa, estaba exhausto.
En cuanto me dejó entrar, se me echó encima. Me gustó que nunca ocultara lo mucho que me deseaba. Me besaba, me tocaba... Me sorprende que incluso llegáramos a su dormitorio.
Estábamos en la cama, él estaba profundamente dentro de mí y yo estaba prácticamente ronroneando mientras me decía todas las cosas sucias, sexys y obscenas que quería hacerme esa noche: "Entonces, quiero ponerte en mi cara y te mostraré exactamente cuán mal, cuánto adoro tu–"
—Joder —jadeé y puse mis manos sobre su pecho—. Hagámoslo ahora mismo.
Él sonrió mientras examinaba mi rostro en busca de dudas que no estaban allí, "¿Sí?"
Asentí con entusiasmo, bajé la cremallera y me quité la falda.
Una vez que lo acostaron en la cama y puse mis rodillas a cada lado de él, me di cuenta de lo bueno que estaba a punto de tenerlo.
Michael actuó como si no le importara nada, pero trabajó duro para complacerme y siempre hizo un esfuerzo adicional.
Mientras flotaba sobre él, me preocupé un poco por si podía respirar, pero él no compartía las mismas preocupaciones, bajó mis cosas y pronto estuve en el puto cielo.
Una cosa que no esperaba era su nariz. Dios, entre la forma en que su boca y su lengua se dirigían hacia mí, y la forma en que su nariz se sentía contra mi clítoris cuando comencé a experimentar empujándolo y moviendo mis caderas, quería quedarme encima y montarlo para siempre.
Me sentí tan bien que me olvidé de todas mis viejas preocupaciones y simplemente lo disfruté.
Agarré un puñado de su cabello mientras mis caderas se balanceaban y mi espalda se arqueaba.
Mi orgasmo llegó tan fuerte y rápido que no estaba preparada para ello.
Tiré de su cabello, mis muslos lo apretaron y moví mis caderas, frotando mi clítoris contra él mientras la intensa ola de felicidad invadía mi cuerpo. Un gemido estremecedor y sorprendido brotó de mi boca y comencé a frotar aún más fuerte hasta que la ola pasó.
Fue tan intenso que casi no pude moverme después. Finalmente, me dio un golpecito en el muslo y me aparté de él.
Se sentó y me miró: "¿Estás bien?"
"¿ Estoy bien?", jadeé.
Se pasó un dedo por los labios húmedos. "Dejaste de moverte después".
Intenté no sonreír demasiado, pero estoy segura de que no lo logré: "Fue intenso. Necesitaba un momento".
—Entonces, ¿estás diciendo que deberíamos hacerlo de nuevo? —preguntó mientras sus labios se deslizaban en una sonrisa burlona.
Lo hicimos de nuevo.
Y otra vez.
Y...
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