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En nuestra escuela secundaria ofrecían capacitación para ser salvavidas, así que me inscribí en la clase. Aparentemente, a nadie más se le ocurrió que sería divertido pasar un rato en la piscina, excepto a mí... y a Kenny.
Siempre me agradó un poco, pero nunca hablamos realmente, así que fue agradable tener una hora al día en la que éramos solo nosotros dos y nuestro instructor.
Un día, nuestro profesor se reportó enfermo y no pudieron encontrar un sustituto certificado por la Cruz Roja.
Kenny y yo nos sentamos en el borde de la piscina en traje de baño mientras el subdirector nos explicaba la situación: "Miren, es el último período del día, podrían estar certificados, hacer sus ejercicios o lo que sea que hagan habitualmente. Son dos, así que no tengo que preocuparme de que alguien se ahogue, ¿no?"
Asentimos con la cabeza en señal de acuerdo y ella continuó su camino.
Kenny y yo estuvimos nadando y pasando el rato durante una hora. En general, no fue un mal momento.
Regresé al vestuario y abrí mi casillero.
Me quité el traje de baño y creí oír la puerta, pero esperé y no oí nada más; lo ignoré.
Crucé la habitación para agarrar otra toalla para el pelo. Mientras caminaba de regreso a mi casillero, noté algo en mi pequeño espejo magnético... Kenny.
Estaba espiando nerviosamente desde la esquina y sostenía mi silbato. Supuse que me lo traía, pero me detuve en seco cuando se dio cuenta de que ya estaba desnuda.
—Hmm... Estoy completamente sola —dije en voz alta mientras caminaba hacia las duchas.
Elegí uno que debería haber sido visible desde su punto de vista, lo encendí y subí.
Le di la espalda, me enjaboné y deslicé mis dedos sobre mi clítoris. Comencé a frotarme y, lo más importante, comencé a gemir.
Pude ver su reflejo en el azulejo que tenía frente a mí. Su mirada estaba pegada a mi cuerpo.
Decidí joderlo de verdad.
—Oh, Kenny—gemí en voz alta.
Escuché el sonido de algo golpeando el suelo.
Sonreí cuando me di cuenta de que había dejado caer mi silbato.
Entonces sucedió algo inesperado, mis músculos se tensaron y eché la cabeza hacia atrás. Empecé a correrme, algo que nunca había hecho de pie.
Un gemido fuerte y tembloroso salió de mi boca: "Fóllame, Kenny, fóllame".
Cuando terminé, me quedé allí y miré al techo mientras recuperaba el aliento.
Finalmente me moví para cerrar el agua y Kenny estaba allí, justo afuera de la ducha.
Su respiración era pesada y me mordí el labio mientras miraba la enorme erección en su traje de baño.
"¿Lo dijiste en serio?", me preguntó.
Asentí.
Antes de que pudiera decir algo más él estaba en la ducha con sus labios sobre los míos.
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