Anatomía

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Rain

Desde que detallé su rostro, aquel día en la cafetería, supe que era ella. La hija de la mujer con la que mi padre se encerraba por horas en la biblioteca y no precisamente a trabajar.

La misma perra que no se tocó el corazón, ni porque tenía una hija de la misma edad.

Sentía su rabia cada vez que me hablaba; debió ser porque era la primogénita «anormal» de su amante y al igual que los demás; Nara Jax estaba cegada por ganarse el reconocimiento, la fama y el dinero que le ofrecía Andrew.

Sé que no es justo que Evelyn y Ash paguen por pecados ajenos, pero lamentablemente la compasión quedo extinta en el momento que sus padres pusieron sus asquerosas manos sobre nosotras.

El hombre de ojos verdes me encuentra en la salida del club y no deja de examinar cada parte de mi rostro.

— ¿Te encuentras bien?—pregunta preocupado—debo curarte las heridas ¿Vamos a tu casa?

Perfecto, no debería desaprovechar la oportunidad que se me está presentando.

—No he tenido tiempo de comprar los implementos de curación—miento—¿podríamos ir a la tuya?

Algo tuvo que haberle dicho Benjamín Ashford que lo hace dudar.

— Por supuesto, al fin que todo esto sucedió por mi culpa.

— No lo es—busco su mirada—ya ni siquiera me duele tanto.

— No intentes engañarme Rain— se pone serio—a veces los golpes más suaves duelen más que los severos.

Hay cierta melancolía tras sus palabras, como si ya lo hubiese experimentado. Y daría todo por que no fuese así.

—Estoy segura de eso Frederick.

—Sin embargo, aún no logró comprender que causó ese comportamiento en ella—«Tú» eso es lo que sucede, pero eres tan inocente que no lo vez.

Es fácil darse cuenta de cosas como esas cuando jamás en tu vida has recibido esa clase de afecto, ni siquiera de las personas que por naturaleza deberían hacerlo.

— El alcohol se le subió a la cabeza, a todos nos puede pasar ¿No?—trato de restarle importancia.

—Agradezco que lo veas de esa manera Rain... te prometo que lo solucionaré—suspira derrotado—deberíamos irnos está helando y tú no traes nada encima.

***

Al llegar a su casa y pasar por todos los controles de seguridad, me lleva hasta su habitación. Entra al baño a buscar el botiquín y me ayuda a quitarme lo zapatos de tacón.

— Ponte cómoda—señala la cama—voy a desinfectar los cortes, no dolerá.

— Ash, se cómo funciona — sonrío, al parecer piensa que soy uno de sus pacientes de pediatría— no hace falta que me lo digas.

Empapa un trozo de algodón, poco a poco va quitando los rastros de sangre seca que aún quedaban por mi nariz y deja para el final la comisura de mis labios.

Bucle [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora