La despedida

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Marck Wald

«Todo irá bien»

«Nada de lo que dice tu cabeza es real, solo es tu imaginación»

Intento convencerme. Pero nada de eso funciona.

Desde que Rain introdujo por primera vez el antipsicótico en mi sistema, me jodió la vida.

No le importó dejarme allí tirado en medio de la habitación.

Lo cierto es, que a partir de ese día, los temblores de mis manos no se han ido, así como tampoco las pesadillas donde amanezco con el corazón en la boca y repleto de sudor.

«Daños colaterales» lo llamó Andrew cuando mi padre lo enfrentó por mi estado tanto físico como emocional.

Me hubiese gustado contarles lo que había sucedido, que las dosis que me entregaron no fueron para ella, sino para mí.

Estaba tan desesperado que no lo pensé dos veces cuando volví a inyectarme. Convirtiéndose en las únicas capaces de controlar todo el alboroto de mi sistema nervioso.

Días después ella volvió a buscarme y a exigirme que le proporcionara toda la información que tenía de los movimientos de Andrew Belgström.

Tuve que aceptar. Y ese fue mi error. Que jamás he podido decirle que no.

Me tenía envuelto, cegado y en ese momento demasiado manipulable; por eso no le ponía peros cuando salíamos cada noche a recorrer  varios distritos de Södermalm, Vasastan y Kungsholmen.

Comenzamos con los sitios más modernos y lujosos. Para luego terminar en lugares bohemios donde nos adentrábamos a consumir desde marihuana, cocaína hasta LSD.

Seguimos durante seis meses con esa rutina y al no sentirme satisfecho decidí probar algo más fuerte. La heroína.

Aquel alucinógeno me hizo rozar el cielo con las palmas de las manos, sin tener en cuenta que lo más difícil sería la caída.

Los días de abstinencia fueron difíciles, no era capaz de mirarme al puto espejo, ni reconocer a la persona en la que me había convertido.

Ella supo mover muy bien sus fichas, logró convertirme en estiércol. Tal como quería.

Sí, admito que le puse el camino demasiado sencillo, pero me alegró saber que al menos no me hundí solo sino con Billy Rossy por delante. Y fue ella y nadie más que ella, la que la convirtió en una adicta igual que yo.

Rain era demasiado lista, era consciente de mi dependencia y gracias a eso pudo mezclar los alucinógenos con los antipsicóticos. Dejándolos a siempre a mi alcance.

Esa puta desquiciada me controlaba mediante ellos.

Me costó esta vida y la otra dominar mi adicción. Y esas voces que siempre me hablan. Siempre me dicen que ella es nociva para nosotros. Siempre me dice que me aleje y que me esconda. Pero siempre regreso al punto de partida.

Donde todo mi ser exige la revancha, exige tenerla y al mismo tiempo exige que la haga añicos así como ella hizo conmigo.

Aún así, fue sorprendente que alguien cuya vida se basó en torturas, sometimiento y dolor. Emitiera tanta luz, misma que me encargué de oscurecer por mis actos.

Los últimos meses, la he estado observando desde lejos, pendiente de cada uno de sus movimientos. Incluso la rutina que lleva desde que amanece hasta que anochece.

Odio admitir que verla desde lejos me produce un cierto pálpito anormal en el corazón.

¿Podrá el amor ser más grande que la locura?

Bucle [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora