El experimento

24 4 0
                                    

Narrador omnisciente

Estocolmo, 20 de Septiembre del 2000

Era una mañana cualquiera para las personas que habitaban a los alrededores de Richter, pero un día importante para Andrew Belgström, quien se encontraba dentro de las cuatro paredes de un quirófano mientras los gritos de su esposa Lilian, retumbaban por toda la habitación. Poniendo a los presentes con los pelos de punta.

«En qué maldito momento me ofrecí para hacer esto» pensaba, cuando el dolor parecía romperla.

Sin embargo y a pesar de sus quejidos, a ella lo único que le importaba era hacer feliz a su esposo, pero también en lo que tendría que lidiar para desaparecer los rastros de aquel feto en su cuerpo.

Todo el mundo se preguntaba si esa criatura, sería capaz de soportar todo lo que se le avecinaba.

Después de que las agujas recorrieran  media hora en el reloj, al fin se escuchó el tan esperado llanto.

Sin esperar más, los médicos rodearon de inmediato a la indefensa criatura y no se molestaron en ocultar la sorpresa al contemplar esa anomalía que tenía prendada en sus ojos.

Varios de ellos abrieron y cierraron la boca, incrédulos al ver la combinación perfecta del azul celeste con el gris. Lo que no se esperaron para nada, fue que se le dibujaran esas extrañas formas alrededor del iris.

—Esto...Esto es más, de lo que teníamos previsto —dijo una mujer morena de ojos castaños con el nombre de Nara Jax.

—Admiro el esplendoroso cerebro que tienes —lo aduló Arthur Harrison un norteamericano alto de ojos negros y cuerpo fornido. Quien no pudo ocultar el brillo en sus ojos con solo imaginarse el poder y dinero que le generaría esta niña.

En la mente de Andrew solo abarcaba regocijo, pero no por su hija, sino porque al fin tendría la oportunidad de escupir sobre la tumba de su difunto padre y demostrarle que pudo hacer lo que él nunca se atrevió.

La pregunta era ¿Por qué su hija teniendo todos los recursos para que pueda ser cualquier persona? Incluso los herederos de los más altos gobernantes.

La respuesta era simple, nadie podía reclamarle por algo de su propiedad.

Pero el corazón gélido de este hombre siempre fue incierto.

Había planeado cada detalle meticulosamente, desde el primer momento en el que se masturbó para obtener la muestra de su semen, así como el instante en el que su mujer se abrió de piernas para que le introdujera los gametos modificados dentro de su útero y, por último, su nacimiento.

Era consciente de que aquel bulto de piel rosada que tanto le había costado engendrar, era la oportunidad perfecta para hacer de su empresa la más grande e importante de todo el puto mundo.

Como si lo presintiera, ese frágil y pequeño ser, rompió a llorar.

Nadie negaba que tenía buenos pulmones, ya que la inseminación artificial había sido un éxito.

Cuando Belgström le dio un repaso por segunda vez, sintió un intenso cosquilleo en la garganta, uno tan grande que fue inevitable que no pensara en el nombre de «Rain» pero tuvo que tragarse el impulso de sugerirlo.

Muchos dirían que lo pensó por el clima lluvioso de este día, pero los motivos no eran exactamente esos.

Recordó el primer instante que vio a su mujer en medio de la lluvia, en una de las zonas más pútridas de Suecia.

Lilian Fors era algo que no encajaba con ese lugar, ni tampoco con esa gente.

Ni siquiera fueron necesarios más de cinco minutos para que ella se ganara su corazón. Su sonrisa era tan auténtica y pura que desprendía una luz cegadora.

Bucle [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora