Cicatrices abiertas

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Rain

Hoy es lunes y mi cuerpo se niega a salir de la cama. Prefiero hacerme la desentendida, omitiendo el verdadero significado del porque estoy así, pero mi subconsciente no me lo permite, ya que, a cada instante su recuerdo se me clava en la cabeza.

No tengo idea, en qué momento empecé a profesar cursilerías, actuando como una de esas mujeres que tanto juzgué.

Extraño ser aquella Rain que solo vivía por y para todos los que la obligaron a revolcarse en las llamas del infierno.

«Aquella Rain que no volverá»

He pasado media hora haciéndome la que busco soluciones para mi situación. Y digo haciéndome porque no hice ni mierda.

Dejo las estupideces a un lado y de una vez por todas me preparo para ir al hospital.

Ya en el auto comienzo a tamborilear los dedos en el volante con So lonely sonando en los altavoces. No entiendo qué sucede. Ahora ya ni la música es capaz de disminuir mi ansiedad.

Al llegar me adentro apresurada en el área de cirugía y automáticamente mis ojos se pasean por todo el sitio en busca de una persona.

«Persona por la que me estoy comportando como una acosadora»

Pero lo pienso mejor al ver todo el trabajo que tengo acumulado sobre la mesa.

«Tendré que esperar»

Después de casi dos horas estudiando las historias clínicas de los pacientes, decido visitarlos para revisar y valorar su estado.

En el trayecto tengo que limpiar heridas, cambiar vendajes y tomar una que otra muestra de sangre.

Estoy exhausta y el no haber comido nada estos últimos días me está cobrando factura.

Llego hasta el final del pasillo y diviso una zona con la típica advertencia de "Solo personal autorizado"

La paso por alto y voy a parar frente a una puerta de metal que se encuentra entrecerrada. Con cautela superviso que nadie me observe, la empujo y...el alma abandona mi cuerpo, al ver la escena que aparece ante mis ojos.

«5840 días de encierro» «5840 días de sometimiento constante»

Es una niña con agujas pegadas a su piel, los ojos desorbitados y las muñecas ceñidas por las correas que la atan.

Sé perfectamente lo que han estado haciendo con ella.

«Bastardos» «Bastardos» «mil veces bastardos»

Las lágrimas comienzan a bañar mi rostro, no las puedo controlar y sinceramente no soy capaz de hacerlo.

Las piernas me tiemblan tanto que termino deslizándome por la puerta hasta quedar tendida en el suelo con las rodillas pegadas a mi pecho.

La ropa me aprieta y no me permite respirar con normalidad.

Nada de lo que haga a continuación va calmar este dolor que me atraviesa el tórax.

— ¿Qui...quién eres tú?—me dice la niña temerosa—prometieron no hacerlo más, por favor.

Gateo hasta su lado para detallarla con más profundidad.

— Yo... no vine a hacerte daño— me detengo al ver empieza a moverse desesperada y jala de las correas que la sujetan, reviviendo las llagas qué hay en sus muñeca.

— ¡¿Mientes?! ¡¿Mientes?!—brama—ellos siempre dicen lo mismo y siguen lastimándome.

La saliva se me atasca en la garganta, al no poder articular ni una sola palabra.

Bucle [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora