Revelación

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Rain

Hoy en la madrugada cuando dejé a Frederick dormido sobre mi cama y tomé el primer avión con destino a Ottawa, no esperé encontrarme con la Billy de hace 3 años, la misma que cayó en un abismo sin retorno por segunda vez.

Su recaída es algo que no dejo de recriminarme, si tan solo hubiese tenido el valor de acabar con Harrison en su momento, ella no estaría en estas condiciones frente a mí.

Trae la cara pálida, ojeras moradas y labios resecos; así como también trae las manos temblorosas y dudo mucho que pueda mantenerse en pie.

— ¿Te encuentras bien?—pregunto al ver que no ha dejado de mover la pierna.

— Sí, solo quiero largarme lo más rápido posible de este lugar—balbucea.

— ¿Seguro que solo es eso?

— ¡¿Qué sí, Rain?!—pierde la paciencia—Lo siento yo no quería...

— Déjalo estar, ya tendremos tiempo para hablar.

El taxi abarca nuevamente a las afueras del aeropuerto. El conductor ayuda a bajar las maletas de Billy, en tanto yo rebusco un par de billetes para pagarle.

Una vez dentro abordamos el avión de regreso a Rochester.

El silencio que se torna entre ambas no es tortuoso, no es molesto, incluso diría que lo extrañaba.

Existen infinidad de formas de comunicarse, pero sin duda esta es mi favorita.

Es con ella.

Busco en la mochila un frasco pequeño que contiene hipnóticos y calmantes. Agarro su mano y vierto las cápsulas.

«Lo necesita»

— Tómalas, el efecto solo durará unas horas pero te sentirás mejor.

Se las lleva a la boca colocándolas bajo la lengua. Apoya su cabeza sobre mi hombro y odio que mis ojos me traicionen.

Siempre me he mantenido fuerte ante ella, pero me descontrola verla en ese estado.

Paso la mano por su cabello, recordando como esta pequeña se aferraba tanto a mí, para evitar que me llevaran.

No tiene la más mínima idea de cuánto la amo. De lo que sería capaz de hacer, si alguno de ellos vuelve a tocarla.

Me mantengo en la misma posición las siguientes horas. Hasta que anuncian el aterrizaje.

— Bi despierta, llegamos—la muevo, pero no responde—Billy.

El entorno se comprime a mí alrededor al no obtener respuesta de su parte, su pulso es débil y no se en que momento le comenzó a salir sangre de una de sus fosa nasales.

La desesperación me hace darle pequeñas palmaditas en su rostro hasta que...

— Joder, puedes dejarme dormir.

— Estúpida, no sabes el susto que me pegaste.

La oigo reír por lo bajo y no me quedad duda que está más loca que antes. ¿Cómo puede darle gracia eso?

— Vámonos ya, que la azafata no para de vermenos feo—la ayudo a levantarse, ya que su cuerpo se niega a funcionar.

— No te quejes y solo sácame de aquí.

— No te recordaba tan mandona.

— Y yo no te recordaba tan exagerada.

Nos encaminamos al estacionamiento donde aparqué el Range Rover, hago que entre y le abrocho el cinturón de seguridad.

Bucle [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora