Destino

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Rain

Ha pasado ya un buen rato desde que Frederick se quedó profundamente dormido abrazado a mi cuerpo como si fuera a desaparecer.

Y la verdad no me molesta, estar cerca me permite acariciar su rostro a mi antojo.

Me pican los dedos por tocar cada parte de él.
Las cosas han cambiado entre los dos, presiento que este sentimiento me sobresale del pecho y arrasa con todo rastro de sufrimiento a su paso.

No voy a negar que tengo miedo. Un miedo absurdo que crece cada minuto. Que me estremece de tan solo pesar que algún día tendrá que saber la verdad del porque estoy aquí.

Del porque intenté enamorarlo y del por qué esos planes se fueron a la mierda cuando me mostró su lado más humano. Uno que solo había conocido de Billy.

—Ash, ¿Puedo contarte una historia? —le susurro en la oreja.

Se remueve un poco mientras emite un leve gruñido.

—¿Qué dices? ¿Puedo?

—Mmm —se queja dormido.

—Espero que tu subconsciente lo recuerde y que no seas tan duro al juzgarme. Sobre todo, quiero que seas que te quiero Frederick. Muchísimo.

Las lágrimas amenazan con escapar, espero poder retenerlas lo suficiente.

—Hace veinte y tres años llegó al mundo una niña, que hubiese preferido nunca nacer. Lo sé, es horrible pensar que alguien desee ese tipo de cosas, pero sucedió, ella en serio lo deseaba con todas sus fuerzas. Su padre era un hombre importante y poderoso; que en vez de quererla y cuidarla. La utilizó como una de sus ratas de laboratorio. Dejándola a la merced de un nido de buitres dispuestos a sacarle los ojos, tan solo por ambición. Su madre era también un caso perdido. Una mujer ambiciosa y avara pese haberse criado en la zona más recóndita y peligrosa de Suecia. Ambos fueron la combinación perfecta, ambos supieron sumirse demasiado bien en la oscuridad.
Con el tiempo, aquella niña fue víctima de múltiples abusos, torturas y un sinfín de súplicas que nunca cesaron. Sino por el contrario, aumentaron cuando vieron que sus experimentos no rendían frutos. Se volvieron más agresivos, más controladores. Llegando a tal punto de volverla una completa desquiciada. Loca. Demente. Como quieras llamarlo. Un ente que solo era consiente que existía y nada más. Cuando por fin, las dosis, los procedimientos y los experimentos concluyeron. Esa niña, que ahora era una adolescente desarrolló gustos peculiares para unos, pero aterradores y profanos para otros. ¿Por qué lo hizo? Es fácil, tuvo convertir su mayor temor, en algo placentero para poder sobrellevarlo. La adolescencia llegó a su fin, dando paso a una época de descontrol. Donde después de años sus carceleros habían soltado sus cadenas. La habían dejado libre. ¿Pero de que sirvió? Si después de años volvieron por ella. Pero no lo iba a permitir, no de nuevo. Así que, volvió a manchar de sangre sus manos. ¿Sorprendente verdad? Ahora te preguntarás ¿En qué momento pasó? ¿Sangre? ¿Acaso asesinó a alguien? Pues la respuesta es un rotundo. Sí. Pero esa es otra historia que te lo contaré la próxima vez. Lo importante es que esa niña volvió por venganza. Una lenta y dolorosa. El final aún no lo sé, pero estoy segura que tú probablemente sí.

Las gotas saladas mojan mi rostro, parece mentira que esa historia sea la mía. Trato de contener los sollozos, pero es inevitable y hasta intentar limpiarlas tengo los ojos de Frederick analizándome con detenimiento.

—¿Tan malo es despertar conmigo? —pregunta, frunciendo el ceño.

Su actitud me tranquiliza, a tal punto que me hace que sonreír por las cosas que dice.

—Eres un tonto ¿Lo sabías?

—Sí, tú te has encargado de dejármelo claro en múltiples ocasiones —alza su mano y va limpiando mi rostro.

Bucle [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora