Estuvimos callados bastante tiempo, mientras yo hacía planes malévolos de cómo podía hacerme su amiga lo suficiente como para que me hiciera ese pequeño favor. En realidad, si esos planes eran malévolos, estaba hecha una villana de pacotilla. Eran planes complejos para una tarea tan sencilla como pedírselo a la cara y listo. Pero el era un hombre muy complejo como para una respuesta tan sencilla como "sí".
La gente nos miraba raro. Bueno, la verdad era que la escena era rara. Estábamos sentados cada uno en un sofá, los dos hermanos bebiendo de sus copas, y yo con la mirada perdida, en completo silencio, mientras se escuchaban los ruidos que era normal escuchar en una fiesta.
Me pregunté cómo esos dos hermanos habían alcanzado la gloria tan rápido. Supuse, que al igual que yo, Willliam tendría unos veinte y pocos años, a pesar de que su mirada emanaba una vejez y sabiduría infinita, como un anciano que había sufrido mucho.
¿Serían hijos de algún famoso retirado? A ver, que yo soy hermana de un multimillonario y no cobro una mierda. Pero es lo que hay.
Lo peor es que no había manera de entablar una conversación con él. Sus respuestas eran más secas que los desiertos de sus películas.
Así que en vez de insistir me relajé en el sillón y simplemente me perdí en mis pensamientos.
Qué rica sería si cobrase por las películas que me invento en mi cabeza.
Me imaginé a William haciendo de actor para Raphael, diciendo aquellas frases que tentó me gustaban y que me sacaban una sonrisa cuando las escribía.
Una sonrisa en una conversación es como un paréntesis en una frase.
Apreté los labios. Ya me estaba aburriendo. Tanto que incluso echaba de menos al pesado de mi hermano, y eso ya era mucho decir.
Miré a William por el rabillo del ojo. Y no tuve que hacerlo discretamente mucho tiempo, porque el ojiazul había desaparecido.
Miré a Isabel con la pregunta en los labios, pero era tan obvio que no tuve que preguntarle.
—Se ha ido a su habitación.
—¿Por qué? —pregunté yo con ansiedad en mi voz.
Isabel solo me miró mal. De verdad que me empezaba a tocar las narices.
De repente sentí algo en mi cuello.
—Tranquila, todavía no he huido de tí.
Me giré. Detrás mío estaba William con la cara muy pegada a mí y una sonrisa en su rostro.
Tenía un libro en las manos.
Se sentó otra vez en su sitio y abrió el libro. Yo me reí.
William me observó con el ceño fruncido.
—¿Qué es lo que hace tanta gracia? —preguntó.
Mi sonrisa se ensanchó. Lo había pillado.
—El gato te ha devuelto ahora la lengua, ¿Verdad?—respondí.
Él sonrió. Lo había engañado.
—Está bien. ¿Y por qué te reías?
Me declaré a mí misma ganadora. Algo había conseguido.
—No había visto a nadie más leer un libro en una fiesta. Pensé que era el único bicho raro. Da gusto encontrar una flor entre tanto capullo.
William soltó una risita. Isabel bufó.
—Ese chiste es malísimo —dijo Isabel.
William la ignoró.
—¿Y qué flor crees que soy?
Estaba entrando en un territorio peligroso.
Me lo pensé mucho. Podría decir rosa, muy bella pero con pinchos. Pero eso no era muy original. Era lo típico. Seguramente en un montón de sus películas había dicho eso.
—Una planta carnívora. Son bonitas y espléndidas. Suelen salir ganando. Hacen que los otros animales dejen de acercarse a ella, porque cuando un pequeño e indefenso animal se acerca a tí la devoras sin piedad —respondí.
Los dos hermanos se me quedaron mirando.
Tal vez no debería haber dicho eso. En primer lugar, nada más decirlo mi limpia mente lo había malpensado, y en segundo lugar eso sonaba demasiado fuerte para decírselo a una persona que había conocido hacía unos minutos.
Pero lo hecho, hecho está.
Isabel sonrió un poquito, aunque parecía que estaba intentando ocultarlo, y William sonrió sin piedad.
—¿Soy bonito y espléndido?—preguntó.
Me sonrojé y tragué saliva.
—Matas animales indefensos —dije como respuesta.
—¿Tú eres un animal indefenso? —dijo sin sacar su sonrisa del rostro.
La verdad es que a veces daba ganas de pegarle un bofetón.
—No. No me gusta que me comparen con una mosca molesta.
—¿Entonces con que te gusta que te comparen? —inquirió.
Lo miré directamente a la cara.
—Con una serpiente. Parece muy vulnerable, pero es capaz de tragarse animales mucho mayores que ella.
Los ojos azules de William parecieron relucir.
—¿Y crees que es mejor la planta que se come animales indefensos o la serpiente que ataca por la espalda?
Sonreí con superioridad. Habíamos llegado al punto al que yo quería llegar.
—Creo que serían dos seres que se llevarían muy bien.
Jaque mate.
Isabel miró la jugada como si estuviera disfrutando de una buena serie de comedia, en la que los personajes tenían que decir cosas cada vez más graciosas. Vernos en esa conversación que en realidad era una discusión era realmente interesante.
Era algo así, como si se tratase de una película en la que hubiera dos asesinos sangrientos. Muy sangrientos. Cada uno tenía su manera de matar, pero los dos coincidían en saber usar muy bien una pistola. Entonces, encima de la mesa había dos pistolas. Cada uno cogió una. El problema era que una estaba cargada y la otra no. Se apuntaron uno al otro directamente al corazón.
Dispararon.
La pistola de Dafne era la que contenía una bala. William cayó casi muerto a sus pies. La única manera de que lo salvase era que William cumpliera un trato con Dafne.
Un trato que también salvaría a Dafne de su propia muerte.
En la película era un amor que los dos compartían, y solo uno se podría quedar con él.
En la realidad se trataba de un negocio de rodaje. Si William ganaba, Dafne se iría con el rabo entre las piernas. Si Dafne ganaba, William le daría la oportunidad de cumplir su sueño.
Isabel se relamió los labios. Era actriz porque le encantaba ver el drama con la misma cara. Era como tener una máscara que oculta todas las emociones de tu verdadero rostro.
¿William inclinaría la cabeza y le haría la película a Dafne?
¿O al igual que en la mente de Isabel, el amor también estaba involucrado?
Porque, aunque no lo parezca, incluso los mayores asesinos y villanos tienen un corazón con sentimientos. Tal vez incluso más fuertes que los héroes.
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El chico salido de tu historia
RomanceDafne es una escritora que no gana mucho dinero, pero un día, en un evento organizado por su hermano, conoce a alguien que puede cambiar todo. ¿Pero una chica antisocial como ella conseguirá enamorarlo? Y... ¿Podrá descubrir todos los oscuros secre...