Capítulo 8: Secretitos en reunión es de mala educación

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Noté como si el tiempo se parase cuando el vaso de Will se rompió.

Como la típica escena de película en la que el tiempo se congela. El vaso estaba haciéndose añicos, los cachos de cristal parados en el aire. William miraba con una cara de terror, tristeza y preocupación. Pero no el vaso, el desastre. Si no el teléfono sonando.

Lo más triste es que yo no sabía que lo del vaso era una estupidez detrás del verdadero desastre.



Era como si tras aquellos números que aparecían en la pantalla se ocultase un mensaje indescifrable para el resto. Un mensaje que solo el chico pelinegro podía ver.



Resulta que los libros de misterio y terror no están tan equivocados. Solo que aquel mensaje estaba grabado en sangre.





El tiempo volvió a la realidad, despertado de un sueño. La gente comenzó a mirar y susurrar. Juro que a veces tenía ganas de ir allí y decirles "Secretitos en reunión es de mala educación" como si fuesen niños de cuatro años.

Y posiblemente eran ricachones con mentalidad de niño de tres años.

En realidad, no me importaba mucho. Me daba bastante igual lo que dijesen. No era una mariposita que se iría volando rápidamente, asustada.

Me levanté y caminé en dirección a donde había ido William. Andaba bastante rápido para no perderlo de vista, pero recta y firme ante la atenta mirada de los presentes.

Lo cual fue muy difícil, porque ya me costaba andar con tacones despacito, así que a punto estuve de caerme de morros contra el suelo y perder todo mi orgullo y dignidad.



Menos mal que a lo lejos conseguí ver al chico de ojos azules salir por una puerta trasera, ya que mi miopía y mi empeño en que las gafas me quedaban fatal no me permitían ver mucho más allá.

La puerta me pareció bastante interesante, porque no había ningún guardia de seguridad, no sé si la idea es que la gente entrase a beber vino por la cara, pero bueno. En cuanto llegase a casa le echaría la bronca a mi hermano.









Abrí la puerta con sumo cuidado. Llevaba a la esquina de un callejón. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Era sin duda el típico callejón al que iba un asesino a matar a su víctima, que había salido a fuera para fumar un cigarrillo. Me asomé por la esquina para comprobar que William no se había ido. Por suerte, estaba con la espada pegada a la sucia pared hablando por teléfono.

Desde allí no podía escuchar nada, ya que no podía arriesgarme a acercarme más, que me descubriera y que se enfadase conmigo por acosadora. Pero no era necesario oír. Su cara lo decía todo.

Jamás había visualizado tremenda capa de amargura y terror en una cara. El cuerpo de Will temblaba como una hoja de papel.

Pensé que en cualquier momento se iba a tirar en el suelo, con la cabeza entre las piernas y ponerse a llorar y chillar. Todos mis impulsos me decían que tenía que ir para consolarlo y preguntar que era lo que hacía que un hombre tan tranquilo, serio e implacable estuviese así.

Pero la curiosidad mató al gato. Y aunque me doliese en el alma y mi corazón gritase de angustia, no me podía permitir cometer ningún error.





Porque un error podía arruinarlo todo.





El destino a veces se debe reír mucho de nosotros.

Entonces, agachada, con las manos agarradas a la pared y la mirada fija en el hermano de Isabel, pude escuchar algo de la conversación, ya que William, desorientado, había separado el teléfono de su oreja.



—Ahora vamos a tomar venganza.



Silencio. El silencio inundó el callejón. Solo se escuchaba el ruido de adentro y el sonido de alguna mosca. En el aire se podía ver el terror. 

No sabía muy bien qué hacer. Sentía que ante cualquier leve movimiento saltarían cuchillas hacia mi cuerpo.

William estaba completamente quieto. Quieto de verdad. Por un momento me pregunté si siquiera respiraba.



Entonces, de repente, se levantó y echó a correr por el callejón hacia donde yo estaba. Pero pasó tan apurado que ni siquiera me vio.

—¡William, espera! —grité

William se giró y se quedó un momento parado, sin saber qué hacer 

Pero fue solo un momento, porque en cuanto reaccionó me agarró la mano y siguió corriendo. 

Entramos en la fiesta. A William no pareció importarle y no se paró en absoluto, empujando a gente sin remordimientos e incluso tirando unas cuantas bebidas.

Todo esto hasta que por fin encontró a su hermana, Isabel, hablando con un hombre más bien tirando a viejo. Aunque el hombre parecía tenerle bastante miedo a Isabel.

William me soltó la mano y corrió hacia Isabel. La cogió por el brazo y le dijo en voz suficientemente baja para que no apareciese en todos los periódicos el día siguiente:

—Tenemos que irnos. Ahora mismo 

A Isabel no le dió tiempo de preguntar nada. En cuestión de segundos, el chico de pelo negro y ojos azules volvía a correr ansiosamente arrastrándonos a las dos: a Isabel por el brazo y a mí de la mano.

Cuando conseguimos salir de la fiesta yo estaba sudando, y sentía que ya no podía ni moverme. Siempre había sido una chica muy atlética y deportiva, pero para mí correr con un vestido ajustado y tacones ya estaba a otro nivel.

Isabel no se paró tanto a coger aire. En cuanto salimos por la puerta y William la soltó, le dio un tamaño bofetón a su hermano que se oyó dentro de la fiesta.

—¡Por qué coño has hecho esto! Estaba ocupada, ¿Sabes?

No hubo respuesta

—Hemos hecho totalmente el ridículo, ¿No me vas a responder?

Yo no tenía idea de dónde meterme.

—Allí está mi coche. No hay nadie cerca —respondió por fin.

Isabel parpadeó.

—¿Tu coche? Para qué quiero yo tu... ¡Suéltame ahora mismo!

William nos había agarrado otra vez. Llegamos a su coche. Yo subí sola, sin pensarlo. Lo cual no fue un acto muy rebelde ni inteligente.

Isabel se debatió pataleando como loca. Y tenía fuerza. William miraba a su alrededor, ansioso.

—Mira, Isabel. Tienes que confiar un poco en mí ¿Vale? — dijo en tono de súplica.

Isabel se quedó parada, sorprendida ante el repentino cambio de actitud y el sentimentalismo en sus palabras, cosa que William aprovechó para atarla en el asiento delantero y ponerse a conducir.









El chico salido de tu historiaWhere stories live. Discover now