La voz del médico me sacó de mis recuerdos del pasado, que tal vez era mejor no recordarlos
—Ese chico vino porque un familiar suyo también se encuentra en este hospital —explicó.
Lo miré con cara de no comprender. ¿Qué familiar podría ser?
El médico entendió enseguida la mirada y se enderezó.
—No debería dar esta información, pero como estás metida en el suceso, supongo que podría hacerlo...
El médico sonrió como si me fuese a revelar la información más importante del mundo, cuyo contenido determinaría la muerte o la salvación de todo el planeta. No tenía pinta de ser ninguna de las dos opciones.
El médico era un hombre más bien tirando a mayor, que rondaría en unos cuarenta y siete o cuarenta y ocho años. Tenía un pelo negro con rizos que lo hacían ver más joven, aunque las canas que salían de él lo estropeaban un poco. Tenía unos ojos marrones claros que no concordaban con el resto del cuerpo, ya que en ellos había ingenuidad, felicidad, ilusión y una pizca de travesura; como en un niño pequeño.
Debajo de la bata llevaba puesto un pantalón vaquero negro y una camisa de cuadros verdes y azules que le quedaba bastante bien.
—El nombre del familiar al que vino a ver es Tatiana Álvarez y...—. Hizo una pausa dramática que me puso de los nervios —.Es la persona con la que chocaste en el accidente de coche que hizo que ahora mismo estés aquí.
Tardé unos segundos en reaccionar antes de darme cuenta de la situación.
¿Había chocado con Tatiana Álvarez? ¿Había chocado con la hermana de Rodrigo? ¿Había chocado con la hermana de mi exnovio? ¿Con mi ex-cuñada?
Me revolví en mi sitio.
Esa chica era el diablo en persona. Ese moño rubio perfecto, sin un solo pelo fuera de lugar con esos tacones extremadamente altos... Me daba escalofríos. Y cuando te miraba por encima del hombro con esos ojos azules y esa cara de asco te sentías como si de verdad fueras tan inútil como ella creía.
Una mujer tan extremadamente perfecta chocaba demasiado en mi mundo. En mi cabeza era algo que no cuadraba. Era algo que había que eliminar. Era una aberración. Era una verdadera villana con el bolso rojo que contenía sus dos armas más preciadas: El pintalabios granate y el rímel que siempre llevaba encima.
La frase que se me venía a la cabeza cada vez que la veía era: "Si parece magia, es que hay truco"
Y me odiaba de verdad. Incluso antes de que yo empezara salir con Rodrigo, Tatiana ya se llevaba mal conmigo. Era la popular del instituto, dos años mayor que yo, y también sacaba buenas notas. Pero lo único que obstaculizaba su camino era yo, que siempre, ni sé como, conseguía ser la favorita de los profesores. A mi también me caía mal porque me había hartado de escuchar su nombre en cada esquina.
Y cuando comencé a salir con su hermano pequeño...
Fue declararle la guerra. Siempre decía que no iba a ser bueno para él estar conmigo. Que tenía que centrarse en sus estudios y no desviarse de su camino. Si quería salir con alguien que fuese otra persona cualquiera, alguien que no fuera tan cazurra como yo.
Y, por mucho que me costase reconocerlo, ella tenía razón.
Yo también me ponía así cada vez que Iker salía con una chica. Hasta el punto de acabar ahuyentando a alguna, de forma que rompían con mi hermano solo por no aguantarme a mí.
Y ojalá Rodrigo le hubiera echo caso a su hermana. Ahora el sería un gran pintor y yo una profesora enrollado que todos los alumnos adorarían. Pero en vez de eso, yo estoy aquí en un hospital por intentar conocer a un tipo que podría hacer algo de mi vida y llevar mi arte a las grandes pantallas y él, un chico que odiaba a los niños está un colegio desperdiciando su talento de dibujar y pintar.
Como predijo Tatiana Álvarez, los dos perdimos.
El médico arrugó la cara al no ver una reacción un poco más dramática.
—En fin, tengo una buena noticia buena para usted. Ya puede coger sus cosas para marcharse, ya que dentro de muy poco le darán el alta —comentó.
Hice mi mayor esfuerzo y sonreí, ya que no era justo que el hombre hubiese sido tan amable conmigo y que yo ni siquiera le prestase atención.
Por lo menos me había sacado un peso de encima; Rodrigo no había venido por mí y nadie le había contado nada. Las piezas ya encajaban en mi cabeza. Había venido a ver a su hermana y en algún momento escuchó que Dafne Ethier estaba ingresas en el mismo hospital y decidió hacer un poco el teatro, otra cosa en la que desde pequeño había destacado pero que sus padres le habían obligado a dejar para que aprendiese a tocar el violín, cosa que se le daba extremadamente mal, a menos que alguien lo quisiese contratar para la música de una película de terror.
Aunque había una pieza restante en el puzle, y se podía resumir en una sola palabra. Más bien, en un solo nombre: William.
—Si quieres puedes ir a ver al chico con el que llegaste, William Wootman, a quién también le darán el alta, aunque no podrá trabajar en un tiempo. Lo hemos cambiado de habitación, ahora está en la habitación número sesenta y siete —informó.
—Bonito número —respondí.
El médico asintió y salió de la habitación, dejándome sola debatiendo de si debería quedarme o ir a la habitación del pelinegro.
Apreté los puños mientras me gritaba a mí misma: "Vamos, Dafne. No puedes ser tan cobarde como para no ir a la habitación del chico con el que ibas cuando te estampaste contra otro coche. Tampoco es como si tuvieras que ir a declararte. Solo tienes que hablar con él."
Me levanté decidida y caminé a paso rápido por el pasillo buscando el número sesenta y siete, número que por cierto me parecía horroroso.
Por suerte o por desgracia, no tardé mucho en encontrarlo.
Una vez frente a la puerta blanca, cogí aire tratando de calmarme y peté en la puerta con ímpetu.
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El chico salido de tu historia
RomanceDafne es una escritora que no gana mucho dinero, pero un día, en un evento organizado por su hermano, conoce a alguien que puede cambiar todo. ¿Pero una chica antisocial como ella conseguirá enamorarlo? Y... ¿Podrá descubrir todos los oscuros secre...