Lo primero que sentí al despertarme fueron ruidos delante de mi puerta. Las voces eran claramente femeninas, de unas enfermeras, y una voz masculina, aunque no muy grave, más bien aguda para ser de un hombre. Más o menos como la voz del hermano de Dafne, Iker Ethier, solo que usando un tono todavía más asqueroso.
Miré a mi lado. Isabel seguía durmiendo pacíficamente, con las manos juntas en la barriga y un rostro completamente serio, como si de verdad estuviera muerta y su alma ya no estuviera en su cuerpo, por eso su corazón estaba vacío y ningún sentimiento se reflejaba en su cara.
Mi corazón latía a mil por hora al acercarme a mi hermana mayor, a pesar de que sabía perfectamente que su corazón latía con total normalidad. Y, por suerte, no me equivocaba.
Me levanté lentamente, moviendo el cuello despacio, que me crujía como si me lo estuvieran partiendo por la mitad.
Me acerqué a la puerta para intentar oír la conversación que estaban teniendo fuera, porque a pesar de oír fuertemente las voces, las paredes eran lo suficientemente buenas como para no ser capaz de distinguir las frases.
Lo único que puede entender antes de llegar a la puerta fue una frase que realmente tuvo que chillar.
—¡No me importa nada de lo que digáis, yo voy a entrar en esa habitación para verla!
Y justo mientras apoyaba mi cuerpo en la puerta, esta se abrió repentinamente y yo caí al suelo.
En cuestión de milésimas de segundo me encontré tirado en el suelo boca arriba con las miradas de las enfermeras sobre mí y una cara delante de mis narices con las cejas levantadas.
El que me observaba con cara de estúpido, que seguramente lo era, aparentaba más o menos nuestra edad. Tenía un pelo rubio muy brillante y unos ojos azules.Tenía unos labios finos y una nariz afilada. Era un poco más bajo que yo, y llevaba una chaqueta vaquera por encima de unos pantalones negros. En el cuello tenía uno de estos collares que te vendían diciendo que eran colmillos de tiburón.
Parecía el típico popular de las películas que acosa a los demás. Y pronto descubriría que definitivamente actuaba como si lo fuera, aunque en aquel momento de popular tuviera poco.
Después de parpadear diez veces seguidas mientras procesaba la información (todavía me dolía mucho la cabeza) me levanté y sacudí la vestimenta del hospital.
El tipo me miró la pulsera, obviamente intentando mirar mi nombre, lo cual era un poco difícil porque estaba enrollada y se veía del revés, y yo tampoco tenía la intención de enseñársela.
Por un momento, cuando lo miré otra vez de arriba a abajo, me recordó a un personaje de una película mía llamada las dos caras de Tomás. El personaje se había hecho famoso por su frase:
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El chico salido de tu historia
RomanceDafne es una escritora que no gana mucho dinero, pero un día, en un evento organizado por su hermano, conoce a alguien que puede cambiar todo. ¿Pero una chica antisocial como ella conseguirá enamorarlo? Y... ¿Podrá descubrir todos los oscuros secre...