Salí al pasillo con las llaves del coche en la mano y el cerebro en el espacio, visitando a Júpiter y saltando por Saturno. Allí las vistas eran impresionantes.
Caminé entre las blancas paredes. Me fijé en un cuadro que había colgado en una. Era una chica en un campo de amapolas de todos los colores. La chica llevaba el pelo rojo con rizos suelto y miraba fijamente un cuervo. Un cuervo que surcaba el cielo en el que se pintaba un bonito atardecer.
Me pareció bastante gracioso, o más bien irónico para poner en un hospital. Algo tan bonito y esperanzador como una chica entre las flores y algo que representa la muerte, el cuervo.
Sonreí sin gracia y seguí avanzando hasta que vi a Mateo y a Óscar. Estaban hablando delante de la antigua habitación de William, es decir, en la que estaba Isabel. Bueno, así parece que William estaba muerto. Supuse que Óscar había ido a ver a Isabel. Aunque la última vez que había supuesto algo sobre esos dos chicos no había salido tan bien. Por un momento me imaginé la historia de amor entre Isabel y Óscar, amigos del instituto que en realidad eran más que amigos.
Me reí sola en alto imaginando la cara que pondría Isabel si le contara la fantasía.
Óscar y Mateo lo escucharon y se giraron hacia mí. Óscar tenía el rostro rojo como un tomate, y en cuanto me vio volteó la cabeza para que no lo viera. Decidí no pensar mucho en ello, porque si no creo que mi cabeza explotaría.
Levanté la mano en la que tenía las llaves.
—Siento interrumpir, pero me han mandado con esto —dije.
Mateo asintió.
—Okay, vamos. Seguramente William no tardará mucho —me contestó haciendo una seña para que lo siguiese.
Óscar caminaba delante de todo. Llegamos a junto a la entrada del hospital, en la que me mandaron cubrir unos papeles, y la enfermera me preguntó por qué mi hermano no me había llevado cuando vino a verme. Yo le respondí que él tenía que viajar ese mismo día y que yo todavía no estaba recuperada cuando el vino. Posiblemente, el viaje más largo que haría Iker sería desde la cama al sofá.
Salimos al exterior, donde por fin pude respirar el aire de afuera. Tampoco era un aire precisamente puro. Llegamos al aparcamiento, donde no tardé en ver el coche blanco, el mismo por el que había acabado en una camilla. No sabía si reí o llorar. Decidí no hacer ninguna de las dos cosas, porque si no Mateo me llevaría de vuelta para el hospital.
—Me pido delante —dijo Óscar. Puso una voz demasiado seria como para una frase así.
—Deberías ser más caballeroso y dejar a Dafne delante —contradijo Mateo.
—No hace falta, estoy bien atrás. No me mareo ni nada —añadí yo.
Óscar aprovechó.
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El chico salido de tu historia
RomanceDafne es una escritora que no gana mucho dinero, pero un día, en un evento organizado por su hermano, conoce a alguien que puede cambiar todo. ¿Pero una chica antisocial como ella conseguirá enamorarlo? Y... ¿Podrá descubrir todos los oscuros secre...