El coche en el que íbamos montados era un coche extremadamente lujoso de color negro. La verdad es que pegaba mucho con él, aunque no entendía para qué quería algo que llamase tanto la atención. William era el tipo de persona que si tuviese que elegir entre volar o hacerse invisible elegiría ser invisible. Mi hermano me dijo una vez:
"Hay millonarios que siempre llevan cosas de lujo porque les gusta enseñar que tienen dinero. Pero hay otros ricos que intentan ocultarlo al máximo. Pero lo que nunca verás es a un rico ocultando su riqueza en un lugar en el que hay más forrados. ¿Por qué? Muy sencillo. A la gente le encanta criticar. Y a quién puede más. Imagínatelo como las novelas de reyes. Los ricos son la nobleza. Cualquier rumor que difundan los nobles puede acabar con otro y hundirlo completamente."
Razón no le faltaba.
Yo iba sentada en el asiento de atrás. Los asientos, y el coche en general, estaba impoluto, de esos que te deslumbran cuando lo miras, al contrario que el de mi hermano menor, que estaba lleno de latas de refrescos.
Isabel miraba a William con los brazos cruzados, las cejas fruncidas y esa mirada de asesina. William solo miraba constantemente por el retrovisor, y se sobresaltaba cada vez que veía un coche detrás de nosotros.
Yo no sabía qué cojones hacía allí. Por lo visto, algo había asustado lo suficiente a William cómo para salir pitando lo más rápido posible.
¿Pero por qué me había llevado a mí, también, una tipa a la que acababa de conocer?
William tampoco lo sabía.
William movió el espejo del frente y nuestras miradas se encontraron. Desvié la mirada, sonrojadas, y William hizo lo mismo.
Isabel empezaba a echar humo por las orejas.
—¿Y bien? Dime qué hacemos aquí o te denuncio por secuestro. Y lo digo en serio —soltó con voz firme.
Me acomodé en mi asiento, como si estuviera viendo una telenovela. Estaba segura qué Isabel sería capaz de denunciar a su propio hermano.
—Ahora mismo no te lo puedo decir. Ya te lo explicaré todo en otro momento—apretó la mandíbula —. A las dos
Isabel iba a explotar de rabia y frustración.
—¡De eso nada! Sácame de aquí ahora mismo. ¿Sabes siquiera a donde vamos?
William no respondió. Solo aceleró el paso.
—¿Qué coño haces? —preguntó Isabel.
—Tenemos un coche blanco detrás—respondió William
—¿Y?
William giró hacia otra dirección. El coche de detrás hizo lo mismo. William empezó a sudar.
Yo también. Isabel no comprendía nada.
Volvimos a cambiar de camino, pero el coche siguió detrás de nosotros. Casi podía oír los latidos del corazón de William.
Entonces, aceleró de verdad. Yo me aferré a los asientos e Isabel ya no sabía dónde agarrarse.
Vi como William miraba para atrás otra vez. Al ver que el coche blanco no desaparecía, cogió otro camino y se metió en una dirección prohibida.
Lo único que recuerdo después de eso es que intenté chillar. A mí no me salía la voz, pero Isabel gritó de verdad.
Porque delante de nosotros un coche azul venía a toda leche.
No le dio tiempo a frenar.
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Sentí la mirada de mi hermana sobre mí, intentando perforarme con los ojos. Lo estaba consiguiendo.
La miré solo un segundo, en el cual casi puedo asegurar que vi llamas en sus ojos, antes de apartar la mirada y volver a dirigirla al retrovisor.
Cada vez que veía un coche detrás de nosotros sentía como el miedo se extendía por mis venas y las manos se me congelaban en el volante.
Era esa sensación de las películas, en las que el personaje principal, flacucho y delgado, haciéndose el valiente, se adentraba en una casa desgastada, en la que nadie quería entrar porque decían que estaba embrujada.
Entonces, una vez dentro, caminando de puntillas por el pasillo, oía el mínimo ruido. Puede, y es lo más seguro, que solo fuese una cucaracha en el suelo. Pero el personaje, con el miedo y la angustia, se sobresaltaba bruscamente, imaginando un terrible fantasma delante de él.
Era una sensación horrorosa.
Solo esperaba acabar tan bien como ese personaje. Acabar despertando de la espantosa pesadilla. Solo un simple y aparentemente inocente sueño, que olvidaría unos días después.
Tenía que dejar de pensar en eso. Alcé la mano para mover el espejo, en cima de mi cabeza, y me topé con una mirada castaña impenetrable. Unos ojos marrones reluciendo, con una mirada tan profunda que sentí que bajó esos ojos se guardaba el secreto más misterioso de este universo.
Mierda.
Me había olvidado por completo de ella. Me grité a mí mismo en silencio. ¿Por qué estaba metiendo a Dafne en esto? La estaba poniendo en peligro solo por el impulso que me había llevado a llevarla con nosotros. Su hermano mandaría a alguien asesinarme si se entera de esto. Y eso es lo de menos, porque es complicado asesinar al lobo de la cámara.
Tragué saliva. Estaba diciendo que era imposible asesinarme y literalmente estaba huyendo porque tenía miedo.
Mi hermana, Isabel, no tardó en saltar. Y amenazarme con denuncia de secuestro. Tenía la mente muy nublada. Tan nublada que me puse a pensar que pasaría si me denunciase. Posiblemente, ganaría yo, porque tenía mejores abogados, aunque los suyos no se quedaban atrás, y tenía un buen argumento.
Mi mirada se volvió inconscientemente otra vez hacia el retrovisor. Detrás de nosotros iba un coche blanco.
Aceleré la velocidad del coche. El otro hizo lo mismo.
Estaba empezando a sudar frío. Era de noche, por lo que no era capaz de distinguir el rostro del o de la conductora del vehículo.
Cambié bruscamente de dirección, esperando que el coche blanco siguiese su camino original. No sabía ni a donde iba.
Pero no. El puñetero vehículo blanco siguió exactamente la misma dirección que yo. Ya ni siquiera era capaz de aguantar las manos en el volante, de lo que me temblaban las manos.
Decidí ver a cuanto podía llegar el misterioso conductor que me perseguía.
Así que cambié de carril.
Seguí mirando por el retrovisor.El coche blanco ya no estaba detrás nuestro. Sonreí. Qué estúpido.
Muy estúpido.
Porque cuando giré la cabeza, lo último que ví fueron las luces de un camión a unos centímetros delante de nosotros.
Lo último antes de perder el conocimiento.
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El chico salido de tu historia
RomanceDafne es una escritora que no gana mucho dinero, pero un día, en un evento organizado por su hermano, conoce a alguien que puede cambiar todo. ¿Pero una chica antisocial como ella conseguirá enamorarlo? Y... ¿Podrá descubrir todos los oscuros secre...