Capítulo 14: Magisterio

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No. No podía ser él. No podía ser Rodrigo.


—¡Dafne! —exclamó el chico mientras daba un paso para avanzar hacia mí.


Retrocedí un poco. Como una estúpida. No es como si estuviera en una película de acción y tuviera que correr por todo el hospital, y aunque ese fuera el caso, solo tendría que meterme en la habitación. Y Rodrigo tampoco tenía un cuchillo en el bolsillo del pantalón para venir a atacarme.


Aunque de él podía esperarme todo. Todo y más.


Entonces, antes de que el rubio pudiera dar ni dos pasos hacia mí, William los agarró del brazo, con la cara más seria y oscura que yo vi nunca. Tenía las cejas fruncidas y la mirada clavada en Rodrigo. 


Estaba bastante lejos, porque el pasillo del hospital era largo, pero no dudaba que William estaba apretando el brazo del otro chico sin miedo a romperlo.


Rodrigo se sacudió.


—¡Qué coño haces, estúpido de mierda! —espetó.


William no soltó su agarre. Menos mal que antes de que la cosa acabase en William y Rodrigo dándose a puñetazos en el suelo del hospital, llegaron dos médicos para sacar al más bajo por la fuerza mientras murmuraban que lo iban a denunciar por entrar sin permiso.


Y Rodrigo tenía una mirada de furia tremenda, con los dientes apretados y los puños en posición de ataque, y me miraba a mí, como si yo le hubiera pedido a William mentalmente que lo asesinara.



Si pudiese se lo hubiera pedido. Pero por ahora no tengo superpoderes.



William me miró, como preguntándome si había hecho lo correcto o había cometido un estúpido error.


Le devolví la mirada, y mi mente decidió ignorar el mundo a su alrededor y se quedó en blanco mientras las preguntas se iban dibujando en la nada.


¿Cómo se había enterado el maldito chico de qué yo estaba allí?


¿Mi hermano habría llegado hasta tal punto de querer hacer una broma pesada como para llamarlo y contarle esto?



Y...


¿Qué mosca le había picado a mi exnovio para preocuparse por mí y venir al hospital para montar un espectáculo?


Aunque, pese a todo, la pregunta que más vueltas daba en mi mente no tenía mucho que ver con Rodrigo.


¿Por qué William Wootman me había mirado así y había agarrado al rubio para que no se acercarse a mí?


Al final, tal vez, algún día...


¿Podría llegar a significar algo para el famoso director de cine?


Cuando volví a la realidad, no sabría decir si aburrida o estresante, William todavía me miraba. Entonces, un médico de pelo rojizo apareció en el pasillo, y William agachó la cabeza y entró en la habitación.


El médico me miró como un cachorrito pidiendo una chuche.


—Sentimos lo ocurrido. Resulta que Rodrigo Álvarez, el chico que estaba en el pasillo, sí tenía permiso para estar aquí. —dijo.


Torcí el gesto. No necesitaba muchas descripciones para saber quién era. Rodrigo Álvarez García, era el chico que conocía desde la secundaria y que siempre se burlaba de mí porque el apellido "Ethier" no era de lo más común en Madrid, y yo siempre me excusaba diciendo que mis abuelos no nacieran aquí, lo cual no era del todo verdad. El chaval siguió molestando durante mucho tiempo, y éramos, como nos llamaban en el instituto, "Los genios rivales", ya que tanto yo como él teníamos unas calificaciones excelentes. 


Pero, para sorpresa para algunos y no tanta para otros, otra frase de adolescentes se cumplió. "Los que se pelean se desean", y, posiblemente, después de acabar de leer un "Enemies to Lovers", empecé a salir con él.


Nuestra relación no era precisamente digna como para hacer un libro sobre él, ni siquiera un corto relato. Aunque nuestro noviazgo pasaba casi desapercibido: prefería salir con sus amigos antes que conmigo, intentaba no acercarse demasiado a mí en público, hacía las típicas bromas estúpidas con sus colegas..., fue la persona con la que más tiempo estuve saliendo, desde que era solo una tonta adolescente hasta que salí del instituto con la intención de estudiar Magisterio. Y, por increíble que pareciese, él me siguió hasta allí. A pesar de que decía que quería estudiar Bellas Artes, y realmente se le daba bien, decidió dejar de lado eso y escoger Magisterio. Fue algo que realmente me impactó. ¿Apartar de esa manera todos tus sueños por algo así? Yo era y soy una persona muy lectora, que había visto entre palabras mil y una locuras por amor. ¿Pero verlo en un sitio en el que no podías simplemente cerrar la tapa del libro y guardarlo en el armario? Para eso había que ser valiente. Y yo no era lo suficiente osada como para eso.


O eso era lo que yo pensaba. Valiente... En realidad era el cobarde más grande que había conocido.


Poco después de empezar el Magisterio y luego de tantos años juntos, una tarde le pregunté si podía quedar, y él respondió que estaba tomando algo en un bar con sus amigos, decidí ir a darle una sorpresa y a conocer un poco a sus amigos. Y justo antes de llegar lo pillé besándose con otra chica en un callejón.


Lo gracioso era que la chica con la que se estaba besándose también estudiaba en el mismo sitio que nosotros, y ninguna de las dos conocíamos la existencia de la otra. Tanto a ella como a mí nos había vendido la moto de que "Sólo renunció a lo que siempre había querido por ti, y únicamente por ti." 


Esa fue la señal que utilicé para tirarlo todo a la basura. Mi grave error. A esa edad ya había publicado un libro que había tenido bastante éxito, por lo que decidí arriesgarme y dejar los estudios para dedicarme profesionalmente a escribir, mi verdadera pasión. Lo utilicé como excusa para abrir los ojos de una vez por todas y enfrentarme a lo que tenía delante de mis narices. Hablé con mis padres, que a regañadientes decidieron dejarme hacer lo quisiera. Aunque seguramente yo lo habría hecho con o sin su aprobación.


Fue tirarme de un barranco sin saber si abajo me esperarían unos mullidos colchones o unas puntiagudas lanzas para clavarse en mí.


Las puntas de las lanzas no eran muy suaves.












El chico salido de tu historiaWhere stories live. Discover now