Capítulo 6: El chico salido de tu historia

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La fiesta se acabó para mí en cuanto un tío que claramente llevaba unas cuantas copas de más se acercó a Isabel y William casi lo estrangula con la corbata.

Resulta que incluso sabía preocuparse. Algo era algo.

Me levanté de repente, y William e Isabel me miraron como si hubiese anunciado que ahora mismo me iba a casar con un tipo cualquiera de la fiesta.

Que conste que había alguno guapo, pero ese no era el caso.

Siempre había sido muy mala en el amor. Desde pequeña. Recuerdo que cuando tenía unos siete años mi madre solía llevarme al colegio, siempre vestida con lazos y vestidos rosas, muy arreglada, con unos zapatos con los que era imposible caminar. Un día la profesora me mandó a ir a la conserjería a por unas fotocopias con un niño de mi edad. Cuando bajábamos las escaleras, yo me tropecé con el vestido y el niño me agarró la mano para no caerme. Yo me asusté tanto que le solté la mano y me caí. Rompí un brazo.

Desde aquella odio los vestidos.

Y sigo siendo igual de torpe tanto con los vestidos como con mi vida romántica.

A lo largo de mi vida me enamoré y tuve muchos novios. Con todos terminé cortando en muy poco tiempo, algunas veces por mi propia iniciativa, otras veces porque me ponían los cuernos o por su voluntad. Siempre me decían que se aburrían conmigo, que la única emoción que yo vivía era en mi imaginación.

Y no se lo reprocho, porque tienen razón.

Como escritora y lectora apasionada, las historias hacen que tengas no solo las expectativas muy altas, sino también el sentimiento de que la única persona apropiada era el personaje de ese libro.

Solo él.

El chico salido de tu historia.

Y lo tenía sentado delante de mis narices.

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Observé a la chica que venía al lado de mi hermana. Como odiaba cuando Isabel hacía eso. Solía traer a chicas que ella consideraba guapas o buenas parejas para mí. Yo odiaba esas cosas. Ya me llegaba con las citas a ciegas. Eran un auténtico suplicio.

En vez de intentar ser amable, cordial y educada, mi hermana mayor se sentó en el sofá al lado mío, dejando a la pobre desconocida cortada mirando mi cara como si fuese un koala en una exhibición de animales.

Tengo que reconocer que la sorpresa no me desagradó. La nueva individua no era fea. Tenía un moño perfecto, y alto, aunque se notaba que no era hecho para transmitir belleza, sino seguridad.

Interesante.

Miré a Michael, el chico que estaba intentando convencerme de que hiciera realidad su proyecto de una película. Y solo pillé su nombre. El del tipo, ni siquiera el de la película. Jamás había oído algo tan aburrido. Y que conste que había escuchado cosas extremadamente aburridas. O tal vez el chico se explicaba fatal. Se notaba nervioso.

Y cuando miré hacia él, ya no estaba.

Esa rata lista...

La nueva me miró con una cara que obviamente intentaba disimular que yo le parecía un viejo amargado en el cuerpo de un chico veinteañero. Un poco de razón tenía.

Decidí intentar hablar de la manera más amable que pude.

—Mi nombre es Dafne. Soy... —me respondió.

Oh. Curioso. La chia que al parecer se llamaba Dafne vacilaba de esa forma. Eso solo significaba que no era rica ni muy famosa. Si lo fuese, diría su oficio o relación con Isabel con orgullo y con la cabeza bien alta.

—Mi nombre es William y no me gusta que me llamen Will —dije

Bebí de mi copa. O más bien fingí beber, porque estaba asqueroso. Desde luego Alejandro, el creador de esta fiesta, no sé había esforzado mucho en gastarse el dinero en la bebida.

Miré más a la mujer. Por la manera en la que se comportaba, no sabía quién era yo. Y tampoco lo estaba preguntando. Eso me irrita mucho. Suelo tratar con gente muy simple, muy fácil de saber qué van a decir a continuación. Y Dafne ya tardaba mucho.

Decidí dar un empujoncito, aunque eso me bajase el orgullo.

—¿De qué trabajas? —pregunté.

La respuesta me sorprendió bastante.

¿Escritora profesional? Era extraño ver escritores en este tipo de fiestas. Como director de cine, sabía que eran muy mal pagados, por lo tanto lo normal no era encontrar autores en una fiesta de millonarios.

A menos qué ...

Dafne Ethier. La hermana de Alejandro Ethier. 

Esto se ponía bueno. 

Entonces era eso. Mi hermana había traído a una escritora para intentar que yo hiciera una película y para ellos había elegido a nadie más y nada menos que a la hermana mayor del anfitrión de la fiesta.

Normalmente solía echar rápidamente a las personas que venían a mí para pedir ese tipo de cosas, pero tenía que admitir que Dafne lo estaba haciendo bastante bien.

Entonces ocurrió lo que yo tenía previsto. Ya era hora. La hermana de Alejandro me preguntó de que trabajaba. Sonreí maliciosamente.

No había mayor satisfacción que ver su cara de sorpresa. Decidí probar hasta donde llegaban sus ganas de obtener algo de mí, así que me fui.

La verdad fue que aguantó bastante, sin preguntar por mí, absorta en sus pensamientos.

Empezaba a agradarme en serio la mayor de los Ethier. Nunca nadie, hombre o mujer, se había sentado en frente mía y al ver que yo no le prestaba atención se había mirado hacia otro lado e ignorarme, pensando en otras cosas como si no estuviese allí.

Me gustaba que me desafiarán. Era como encontrar a otro alien entre todos los humanos. Alguien que destacará entre tanta monotonía. 

¿Talvez debería divertirme un poco más y darle esperanzas que seguramente serían falsas?

Yo siempre me había considerado a mí mismo como un egoísta, pero me gustaba serlo. Yo pensaba que quién se preocupa por qué otra persona sea feliz,  nunca conseguirá su propia felicidad, y vivirá siempre en la sombra de los demás.

Es gracioso.

En aquel momento, William no sabía que acabaría preocupándose más por una persona que por sí mismo. 

Porque su error más grande fue confiar demasiado, dejando un hueco libro en su corazón, pensando que nadie sería capaz de entrar.

Un error por el que lloraría, reiría, sonreiría y derramaría muchas lágrimas. Las mismas lágrimas que corrían por las mejillas de aquellas personas a las que él consideraba débiles.

Realmente irónico.

El chico salido de tu historiaWhere stories live. Discover now