El diablo me ha atrapado.
Lo que comenzó como un error inocente se convirtió en un verdadero infierno.
En mi defensa, no quise involucrarme con una princesa de la mafia. Pero ella irrumpió en mis defensas de todos modos.
Me acechó desde las sombras...
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Jennie no se mueve.
Tampoco respira bien, teniendo en cuenta el tono azulado que brota bajo su piel.
Sus ojos están fijos en la escena que tenemos delante, pero ven directamente a través de ella.
Las bofetadas de carne contra carne se solapan con la brutal follada y las crudas arcadas.
Uno de sus dos límites.
Sí, podría habérselo contado, pero tenía que presenciar la escena por sí misma.
Tenía que ver que su supuesta princesa no es más que una hedonista hija de puta que se folla a más mujeres que el mismísimo Satanás. Es insaciable, exagerada y, lo más importante, ella le importa un carajo.
Ella es la patética y desesperada que la tiene en alta estima cuando debería haber cortado con ella hace mucho tiempo.
He planeado mostrarle esta parte desde que me enteré de su fijación por ella, pero en su lugar he recurrido a seguirla. Si no es por otra cosa que para averiguar su relación exacta con la maldita.
Si ella la utilizó para espiarme, entonces no estoy por debajo de hacer lo mismo.
Pero entonces empecé a notar cosas sobre la aparentemente aburrida Jennie Kim.
Como su exasperante amor por los animales, sus tendencias de nerd, su deliberada fachada, pero ninguna de ellas mantuvo mi atención durante mucho tiempo.
Lo que me hizo volver por más se está manifestando justo en este momento.
Se está desconectando, o mejor dicho, disociando.
Conozco el término técnico para ello.
Más que nadie, he estado expuesta a este fenómeno desde muy joven y he investigado sobre él en cuanto pude entender lo que significaba la salud mental.
Poco después de que empezara a seguir a Jennie, me di cuenta de esos momentos en los que se quedaba mirando al espacio en un estado catatónico, sin pestañear, y completamente inconsciente de su entorno. Sus amigos o sus colegas del refugio la llamaban por su nombre y ella no daba señales de haberlos oído.
Les costaría unos cuantos intentos, chasqueando los dedos y agitando las manos delante de su cara para sacarla de allí.
Al principio, pensé que se trataba de una coincidencia nefasta. Al fin y al cabo, ¿qué posibilidades hay de que vuelva a presenciar a alguien sufriendo una disociación?
Pero cuanto más la observaba desde las sombras, cuanto más me introducía en su vida, más segura estaba de que definitivamente lo tiene, y lo peor es que probablemente no lo sepa.
Es leve, apenas se nota y, a diferencia de los casos graves, puede salir por una intervención externa.
Sin embargo, el fantasma permanece dentro de ella.
