Capítulo 11

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Mis oídos pitan hasta que no puedo oír mi propia respiración

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Mis oídos pitan hasta que no puedo oír mi propia respiración.

Por un momento, me quedo colgada en el espacio, incapaz de concentrarme en nada más que en esos intensos ojos grises que han aparecido en más pesadillas de las que puedo contar.

Y los sueños.

Un montón de sueños sucios que harían que Lix fuera un mojigato si los viera.

Lisa avanza hacia mí con pasos seguros y largos. Tiene el mismo aspecto que cuando me acosaba.

Una chaqueta de cuero, unos vaqueros negros y un ceño tan fruncido que podría hacer que una persona confesara crímenes que no ha cometido.

Sus afilados rasgos se ensombrecen por la falta de luz, lo que le hace parecer una parca, un diablo en su hábitat natural.

Un demonio cuya atención castigadora se concentra en mí.

Una sensación crepitante atraviesa mis miembros temblorosos, reflejando la de cuando corrí por aquel bosque y ella me atrapó.

Derribándome.

Destrozándome.

Haciéndome gritar.

Mi mano se detiene en mis pliegues, y juro que puede verla a través del fino material de mi ropa interior y mis pantalones cortos, porque su atención se desliza hacia ellos.

Probablemente vea cómo tiemblan mis dedos, delatando lo que estoy haciendo.

Si me rociaran con gasolina, probablemente me prendería fuego sólo con su mirada. O de su mirada. O algo intermedio.

Hay una cualidad mística en la forma en que me mira. Me recorre las entrañas doloridas y arranca partes de mí que creía muertas desde hace tiempo.

Se detiene junto a mi cama, con los brazos cruzados, y su pulgar acaricia su chaqueta con un ritmo controlado. Hacia atrás. Adelante.

De ida y vuelta.

—¿Esto es un sueño? —Pregunto con una voz perezosa y definitivamente ebria.

—No lo sé. ¿Crees que lo es? —Su timbre bajo reverbera en la habitación y me apuñala los oídos.

Me concentro en lo que nos rodea, en mi habitación "nerd", como la llama Lix, con libros y carteles de mangas que cubren las paredes y el techo.

El parloteo, las risas y los cantos de karaoke me llegan desde fuera y me doy cuenta de que la semifiesta sigue en marcha.

O esto es, de hecho, un sueño y yo lo he conjurado.

—Tú... ¿Por qué estás aquí? —Empiezo a sacar la mano de debajo de mis pantalones cortos, pero ella niega con la cabeza.

—Escóndete de nuevo y me iré.

Trago saliva, aplastando la palma de la mano sobre mis pliegues. La expresión de Lisa no cambia, ya sea de aprobación o de disgusto, mientras se lleva la mano al elástico de mis pantalones de dormir.

Dark Temptress | Adaptación Jenlisa (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora