🌸 Parte 4 | El Plan Maestro del Unicornio

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Narra Sombra: 

Ah, las sombras eran mi dominio, mi hogar, mi mundo. Y desde allí, observaba todo lo que ocurría en mi reino, especialmente aquellos pequeños detalles que otros pasarían por alto. Pero, ¿quién podría culparme por aburrirme de vez en cuando? Sí, era el imponente Rey Sombra, pero ser el rey oscuro del Imperio de Cristal también tenía sus... monotonías.

Mis concubinas actuales, bueno, habían servido su propósito. Pero después de un tiempo, incluso la oscuridad busca algo nuevo. Algo... fresco. Algo como Twilight Sparkle.

Debo admitirlo, desde que la vi limpiar esos pasillos de mármol reluciente, con esa magia tan precisa, tan... meticulosa, había algo en ella que me resultaba encantador. No era como las otras sirvientas, esas que apenas lograban mantener una conversación o lanzar un hechizo de limpieza decente. No, Twilight tenía ese aire de perfeccionista adorable que me atraía de una forma... inesperada. No solo era eficiente, sino que había algo en su torpeza ocasional, en esa forma en que se concentraba tanto en su trabajo que parecía olvidar el mundo exterior. Era, digamos... entrañable.

Pero claro, como Rey, no podía simplemente bajar y decir: "Oh, Twilight, me pareces encantadora mientras limpias. ¿Te gustaría unirte a mi harén?" No, no. Eso no tendría el drama necesario. El drama es clave para un buen rey oscuro, ¿verdad? Uno no gobierna con sombras y miedo sin añadir un poco de teatralidad de vez en cuando.

Entonces, ideé un plan. Sabía que ella era un tanto... torpe bajo presión. Así que, con un simple chasquido de mi magia, CRASH. El jarrón que adoraba la sala del trono, una reliquia antigua y valiosa, se hizo añicos. ¡Perfecto! Twilight, siendo quien es, entró en pánico como esperaba. Ah, su reacción fue incluso mejor de lo que imaginaba. El miedo en sus ojos, el nerviosismo... todo jugaba en mi favor.

Y, como el maestro estratega que soy, todo comenzó a encajar de manera impecable.

Su hermano, Shining Armor, siempre tan leal, tan protector. Fue fácil provocarlo. Todo lo que tuve que hacer fue... insinuar algo inapropiado con su querida hermanita, y ¡BAM! El caballero noble y valiente casi desenfunda su espada contra mí. ¡Qué obvio! ¿Pero saben qué? Me vino como anillo al casco. Todo parte del plan, claro. Su arrebato de furia me dio la excusa perfecta para castigarle, y así hacer que Twilight se sintiera aún más obligada a aceptar su destino.

Ah, qué bien me salió todo. Ahora ella estaba aquí, nerviosa, temblando en mi aposento, pensando que todo esto había sido una horrible casualidad. Pero no. Nada de esto fue casualidad. Todo había sido calculado meticulosamente por mí, el gran Rey Sombra.

—Twilight, querida... —dije, mi voz resonando con esa mezcla de autoridad y encanto oscuro que tanto me gustaba usar. Me acerqué a ella, que estaba de pie junto a la cama, mirándome con esos ojos llenos de confusión y nerviosismo. ¡Adorable!

—¿S-Sí...? —respondió, su voz temblorosa. Oh, la inocencia en su tono. Un contraste tan divertido para mí.

La miré, mi sonrisa ampliándose mientras me acercaba aún más. Esto iba a ser interesante.

—¿Sabes...? —comencé, dándome tiempo para disfrutar el momento—. Hace tiempo que necesitaba una nueva concubina.

Vi cómo su rostro se ruborizaba de inmediato. ¡Ah, esas mejillas púrpura encendidas de vergüenza! Como música para mis oídos.

—L-Las otras... —titubeó, sin saber a dónde mirar—. ¿No son suficientes?

Levanté una ceja, fingiendo pensar en ello. Suficientes, sí, claro. Pero, ¿qué rey oscuro se conforma con suficiente?

—Oh, Twilight... —dije con un suspiro dramático—. Las otras concubinas, bueno... digamos que se han vuelto un tanto... predecibles. Y ya sabes lo que pasa cuando algo se vuelve aburrido, ¿verdad?

Ella me miraba, parpadeando nerviosamente, sin atreverse a responder.

—Pierdo el interés. —Terminé la frase por ella, mi voz bajando de tono, cargada de intención. Twilight tragó saliva, claramente incómoda, lo cual solo me divertía más.

—P-Pero yo... yo solo soy una sirvienta —insistió, su voz temblorosa mientras intentaba encontrar una excusa para escapar de esta situación.

Me reí suavemente. Tan ingenua, tan... pura. No podía evitar encontrarlo fascinante.

—Eras una sirvienta —corregí, acercándome aún más, hasta que nuestras respiraciones casi se mezclaban—. Pero ya no. Ahora eres... mía.

El rubor en su rostro ya estaba fuera de control. Su incomodidad era palpable, y su mente claramente no podía procesar lo rápido que su vida había dado este giro.

—Y ahora, Twilight... —mi voz bajó aún más, mientras mi mirada se dirigía hacia la cama, una sugerencia clara en mi tono—. Acuéstate.

Ella me miró, boquiabierta, probablemente luchando entre obedecer o salir corriendo por la puerta, aunque sabía que ninguna opción la salvaría de lo que venía.

Este era mi reino. Mi mundo. Y Twilight Sparkle... bueno, ella sería mía. Por un tiempo, al menos.

La Concubina del Rey | TWIBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora