🌸 Parte 11 | Una Cita Inesperada

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Narra Sombra: 

Desde hacía un tiempo, algo en mí había cambiado. Twilight Sparkle se había vuelto más interesante de lo que inicialmente había pensado. Al principio, solo era un pasatiempo, una novedad, algo para mantenerme entretenido mientras el tedio de ser el Rey Sombra continuaba. Las otras concubinas eran bonitas, sí, pero predecibles, monótonas. Y yo detestaba la monotonía. Pero Twilight... ella era diferente. Había algo en su torpeza adorable, en su constante estado de nerviosismo, que me hacía querer verla más seguido.

Me encontraba pensando en ella más de lo que me atrevía a admitir. Últimamente, ni siquiera llamaba a las otras concubinas. Las tres, Gleaming Jewel, Velvet Whisper, y Radiant Shine, casi habían pasado al olvido. Claro, eran encantadoras, pero... simplemente ya no captaban mi interés. Twilight, en cambio, lograba algo que no me había pasado en mucho tiempo.

¿Me habré encaprichado demasiado con ella? Quizás. Pero, al final, ¿a quién le importaba? Yo soy el Rey Sombra. Hago lo que quiero, y si quiero tenerla cerca, eso es exactamente lo que haré.

Sin embargo, esta noche no quería lo habitual. No quería lo que Twilight probablemente esperaba cuando la llamé. No, esta noche no la necesitaba para satisfacer mis deseos físicos. Esta noche quería algo más... compañía. Algo que no había querido en mucho tiempo.

Ordené que le dijeran que viniera a verme para la cena. Sabía que ella se lo tomaría con nerviosismo (como siempre), pero en esta ocasión tenía un plan diferente en mente.

Cuando Twilight entró en la habitación, pude ver su torpe pero adorable manera de caminar, claramente más lenta que de costumbre. Algo en su rostro me decía que había algo mal. Quizás no sabía cómo interpretar esta invitación inesperada.

—¿Qué te pasa? —le pregunté, observándola atentamente. No era propio de mí mostrar interés en cómo se sentía, pero esta vez... bueno, esta vez me importaba.

Ella me miró sorprendida, como si no se esperara esa pregunta, y se notaba que dudaba si contarme la verdad o no.

—N-nada... —dijo finalmente, pero era evidente que algo la preocupaba.

No insistí. Si quería hablarme de lo que la molestaba, lo haría eventualmente. En lugar de presionarla, le hice un gesto hacia la mesa en el centro de la habitación, preparada específicamente para nosotros dos. Una cena sencilla pero elegante, con velas que proporcionaban una luz suave y cálida. Esta no era la típica escena de las noches que solíamos compartir.

—Ven, siéntate. —Le señalé la silla junto a la mía.

Twilight se sentó lentamente, mirando la mesa con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Parecía aliviada de que esta vez no hubiera... expectativas físicas, por decirlo de alguna manera.

—¿Te sorprende? —pregunté, notando su incomodidad disimulada.

—S-sí. No esperaba... esto. —Miró la mesa, luego a mí, claramente desconcertada por la situación.

Sonreí internamente. Era tan fácil de leer, pero eso era parte de su encanto. Había una pureza en ella que no encontraba en nadie más. No estaba acostumbrada a las formalidades o los gestos más delicados. Twilight había vivido una vida muy diferente a la mía, y eso solo la hacía más intrigante.

—Cuéntame, Twilight —dije, mi tono más suave que de costumbre mientras la miraba fijamente—. ¿Cómo era tu vida antes de llegar aquí?

Ella se quedó en silencio por un momento, claramente no acostumbrada a hablar de sí misma. Tomó aire, y por un segundo, pensé que se negaría a responder. Pero finalmente, comenzó a hablar.

—Mi vida... bueno, siempre quise ser hechicera. Soñaba con estudiar magia, llegar a Canterlot, aprender de los mejores. —Noté una chispa de pasión en sus ojos, una que no había visto antes. Había algo profundamente personal en esto para ella, como si esos sueños aún vivieran dentro de su mente, aunque fueran inalcanzables.

—¿Y qué pasó? —pregunté, genuinamente curioso por su historia. Nunca me había detenido a pensar en cómo había llegado a ser una sirvienta. Hasta ahora.

—Mi familia... éramos pobres. No teníamos los recursos para que yo estudiara magia en una academia formal. —Su voz se volvió más suave, más melancólica—. Tuve que empezar a trabajar como sirvienta cuando era muy joven. No había tiempo ni dinero para sueños grandes. Pero siempre quise... siempre soñé con ser algo más. Hacer algo importante.

Su respuesta me dejó en silencio. La idea de que alguien con tanto potencial y fuerza interior hubiera sido relegada a una vida de servidumbre... era casi incomprensible para mí. Twilight Sparkle no era una sirvienta común. Sabía que tenía algo especial, algo que la hacía única. Y ahora, escuchando su historia, lo comprendía mejor.

—Sabes, Twilight —dije, mi tono más suave de lo habitual—, el hecho de que empezaras como sirvienta no te hace menos interesante. De hecho, muchas de las yeguas aquí han tenido todo lo que quisieron desde el principio. Pero ninguna de ellas tiene lo que tú tienes.

Me miró, claramente sorprendida por mis palabras. Había desconfianza en sus ojos, como si no pudiera creer que le estaba diciendo algo positivo sin una broma detrás.

—¿Y qué es lo que tengo? —preguntó, su tono incrédulo, como si estuviera esperando el truco.

—Fuerza —dije simplemente, sin adornos—. Y más inteligencia de la que te das cuenta. No muchas podrían haber llegado hasta aquí y sobrevivido con tanta gracia.

Ella se sonrojó al instante. No era algo que estuviera acostumbrada a escuchar, especialmente de mí. Pero era verdad. Había muchas yeguas en este palacio, todas elegantes, todas perfectas en apariencia, pero ninguna de ellas tenía la mezcla de nerviosismo, determinación y brillantez que Twilight poseía.

Por un momento, nos quedamos en silencio, pero no fue incómodo. Era una especie de calma tranquila, algo que no experimentaba a menudo. Twilight me miraba como si no supiera qué hacer con los cumplidos. Era adorable verla tan desorientada.

Finalmente, no pude evitarlo. Había algo en el momento, en la luz suave de las velas, en su expresión, en la vulnerabilidad de la situación. Me incliné hacia ella lentamente, observando su reacción, esperando a ver si se apartaba. Pero no lo hizo. Sus ojos se agrandaron ligeramente, sorprendida, pero no se movió.

Y entonces la besé.

No fue como los otros besos que le había dado. No hubo urgencia, ni malicia, ni el típico juego de poder. Solo... un beso, suave, lento. Por un momento, ella permaneció inmóvil, pero luego, lentamente, correspondió. Había algo puro en ese momento, algo que no esperaba sentir.

Cuando nos separamos, ella estaba completamente sonrojada, con los ojos aún un poco abiertos por la sorpresa.

—T-te... —intentó hablar, pero no encontró las palabras.

Sonreí, más para mí mismo que para ella, y le acaricié el rostro con suavidad, como un gesto que no habría hecho con nadie más.

—Me gustas más de lo que pensé, Twilight. —dije, con una honestidad que sorprendió incluso a mí mismo.

Ella me miró, todavía procesando todo lo que acababa de suceder, y por primera vez, no pareció incomodarse por mi cercanía.

Quizás... esto no era solo un capricho pasajero después de todo.

La Concubina del Rey | TWIBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora