🌸 Parte 1 | Concubina, ¿Yo? ¡Ni en Sueños!

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Narra Twilight Sparkle:

¡Ay, ay, ay! Nunca imaginé que este sería mi destino: Twilight Sparkle, sirvienta unicornio del gran y oscuro Rey Sombra, limpiando los suelos de mármol de su lujoso palacio de cristal. Todo es tan... brillante. Lo suficientemente brillante como para que cada mota de polvo sea una amenaza. Y claro, ¡adivinen quién tiene que lidiar con eso! Exacto, yo.

La vida como sirvienta imperial no es fácil, pero al menos me da tiempo para pensar... y no distraerme demasiado con lo que pasa a mi alrededor. Aunque, debo admitir, a veces es imposible ignorarlo. El imponente Rey Sombra, con su melena ondeando y esa sonrisa suya que parece prometer dos cosas: el fin del mundo o una sesión de peinado muy dramática. Aunque, si soy sincera, prefiero no pensar demasiado en lo segundo.

Hoy era un día como cualquier otro. Estaba frotando con dedicación (bueno, fingiendo dedicarme) el borde de uno de esos enormes jarrones antiguos que decoran la sala del trono. Era un objeto inmenso, con tallas de caballos míticos y cristales brillando a la luz del sol. Nada especial, si me preguntan. Pero mientras intentaba no pensar demasiado en la conversación de Sombra con sus concubinas (¡esas risitas eran insoportables!), mi magia parpadeó, y... bueno... ¡CRASH!

El jarrón se desmoronó en mil pedazos justo frente a mí.

—¡No puede ser! —grité en un susurro desesperado, mirando los fragmentos de cristal esparcidos por el suelo. Esto es el fin, el fin de Twilight Sparkle, la sirvienta que un día soñó con ser algo más que una unicornio limpiadora.

Miré hacia el trono y... oh no. El Rey Sombra había dejado de hablar. Él estaba de pie, con una ceja levantada, observando el desastre que había causado. Las concubinas, que antes reían y jugueteaban, se quedaron en silencio, probablemente disfrutando de mi inminente condena.

—Twilight... —dijo Sombra en ese tono profundo y ominoso que hace que los ponis más valientes temblen—. ¿Qué... has... hecho?

Mis patas comenzaron a temblar. Sabía que era cuestión de segundos antes de que me convirtiera en sombra (y no en el buen sentido). ¡Vamos, Twilight, piensa!

—E-Esto no es lo que parece —dije, retrocediendo un poco y empujando disimuladamente los pedazos de jarrón con un casco—. ¡Fue un accidente, lo juro!

Sombra se acercó a mí, con su imponente figura cubriéndome como una sombra... oh, vaya, literalmente.

—¿Y cómo piensas pagar por esto? —su voz era baja, casi un susurro, pero más amenazante que cualquier grito.

Mi cerebro unicornio entró en modo de pánico total. ¡Había roto un jarrón carísimo mientras él se estaba poniendo cariñoso con sus concubinas! Esto no puede ir a peor...

—Haré lo que sea —dije, sin pensar.

Sí, soy brillante, pero a veces mi boca es más rápida que mi cerebro. Sombra inclinó su cabeza y me miró con una sonrisa que me puso la piel de poni de gallina.

—¿Lo que sea? —dijo, y su sonrisa se hizo más grande, mientras sus ojos verdes brillaban con un destello malévolo.

¡Oh no! ¡Oh no no no no no!

—Eres muy... hermosa para ser solo una simple sirvienta, Twilight —continuó, acercándose más de lo necesario—. Creo que sería... un desperdicio que sigas limpiando suelos y rompiendo cosas. ¿No crees?

Tragué saliva, retrocediendo un poco, pero topándome con una pared. Literal y figurativamente.

—¿Hermosa...? —balbuceé. ¿Yo? ¿Hermosa?

La Concubina del Rey | TWIBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora