capitulo trece

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El carruaje real, adornado con el escudo imperial, se detuvo en la entrada del palacio. La atmósfera era tensa, con guardias apostados en cada esquina y un silencio casi sepulcral que se extendía por el patio. La noticia del atentado contra la Emperatriz Sarada se había propagado como la pólvora por el palacio, dejando a todos en un estado de preocupación y angustia.

Sarada, con el rostro pálido pero con una mirada de determinación, descendió del carruaje. A su lado, ChouChou y Sumire, con sus ropas manchadas de sangre, se apoyaban en la otra. Sumire, con el brazo vendado, intentaba sonreír débilmente, pero el dolor se reflejaba en sus ojos.

Al ver a Sarada y a sus doncellas, un murmullo de alivio se extendió por los presentes. Los guardias se acercaron a la Emperatriz, con sus miradas llenas de preocupación.

"Su Majestad, gracias a Dios que está bien," dijo el capitán de los guardias, con una voz llena de alivio.

Sarada asintió, con una sonrisa forzada. "Estoy bien, gracias a Sumire. Ella me salvó."

La atención de todos se dirigió a Sumire. Los guardias, con sus miradas llenas de respeto y admiración, se acercaron a la joven doncella.

"Sumire, eres una heroína", dijo uno de los guardias, con una voz llena de emoción.

Sumire, con un gesto de modestia, respondió: "No hice más que mi deber, proteger a la Emperatriz."

Ana, la ama de llaves, se abalanzó sobre Sumire, con los ojos llenos de lágrimas. "Mi querida niña, ¿estás bien? ¿Te duele mucho?"

Sumire, con una sonrisa débil, respondió: "Estoy bien, abuela. Solo es un pequeño rasguño."

Ana, con un gesto de alivio, abrazó a su nieta. "Gracias a Dios que estás bien," murmuró, con voz temblorosa.

Sarada, conmovida por la escena, se acercó a Ana. "Ana, gracias por su preocupación. Sumire es una joven valiente y dedicada. Estoy muy agradecida de tenerla a mi lado."

Ana asintió, con una mirada llena de orgullo. "Sumire siempre ha sido una niña excepcional, Majestad. Siempre ha estado dispuesta a darlo todo por aquellos a quienes ama."

Sarada, con una sonrisa reconfortante, colocó una mano sobre el hombro de Ana. "Sé que es así, Ana. Y estoy muy agradecida por su lealtad y su valentía."

Mientras la comitiva se adentraba en el palacio, la atmósfera de tensión se fue disipando.

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La Emperatriz Viuda Hinata, con su rostro sereno pero con una mirada de preocupación, se dirigió a la habitación de la Emperatriz Sarada. Los guardias, con sus miradas llenas de respeto, se inclinaron al verla pasar.

Al llegar a la puerta, Hinata respiró hondo y dijo con voz suave: "Anuncien mi presencia a la Emperatriz Sarada, por favor."

Uno de los guardias, con un gesto de respeto, asintió y llamó a la puerta con delicadeza.  "Su Majestad, la Emperatriz Viuda Hinata solicita audiencia."

Un momento después, la puerta se abrió y Sarada, con una sonrisa amable, invitó a Hinata a pasar.

Hinata entró en la habitación, con una mirada llena de compasión. Sarada se encontraba sentada en un sofá, con una expresión de cansancio y tristeza reflejada en su rostro.

"Sarada, querida, ¿cómo te sientes?", preguntó Hinata, acercándose a ella.

"Estoy bien, Hinata. Solo un poco agotada y preocupada por Sumire. Los médicos dicen que se recuperará bien, pero...", dijo Sarada, con una voz llena de preocupación.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora