Capítulo veinte

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Aaron comenzó a ir a sus clases responsablemente cada lunes, miércoles y viernes.

Leandro siempre lo esperaba, cada día por medio, después de salir de la universidad se dirigía a la librería emocionado por ver al chico.

Había descubierto lo mucho que le gustaba enseñarle, aunque la verdad no era algo muy difícil, Aaron era muy inteligente.

Solo habían unos pequeños percances, ya que cuando el le llevaba imágenes, el menor se distraía con estas y olvidaba que lo que tenía que hacer era leer la palabra que estaba encima.

También llevo varios libros de diferentes temas para que fuera aprendiendo un poco de ciencias y cosas así, necesarias para la vida.

— ¿Hay un tema en especial que te gustaría trabajar?— le habia preguntado.

Aaron se lo quedó pensando por un momento hasta que finalmente observó al mayor y asintió.

— estrellas.

Descubrió con el pasar de los días que el chico era un amante del cielo y todo lo que tuviera que ver con el, amaba los libros de constelaciones que le había llevado e incluso se sabía el nombre de algunas.

A Leandro eso le despertó una idea increíble.

Apareció uno de los días con una sorpresa para el menor. Ambos se sentaron en la alfombra de siempre y Aaron esperó a que Leandro sacara un sobre transparente, dentro del cual habían pequeñas estrellas de papel.

— mira vamos a hacer una cosa.— comenzó a explicar.— por cada día que hagas una buena lección te ganarás una estrella.

Tal vez era algo infantil, pero ver el rostro de felicidad del chico lo hizo saber que no estaba equivocado.

Todas las clases cuando Aaron llega, Leandro le tiene preparada alguna tarea. El aveces lo observa y lo ayuda, pero cuando sabe que puede solo, simplemente deja que lo haga y aprovecha para estudiar y hacer trabajos de la universidad.

También, durante ese tiempo que pasaban juntos aprovechaba para preguntarle al chico más cosas sobre el, que le interesaban así fueran simples.

— ¿Cual es tu color favorito?— pregunta mientras ve al chico poner las imágenes con su palabra correspondiente.

— el amarillo.— contesta este y cuando piensa que ya no va a decir nada:— ¿Y el tuyo?

Leandro se sorprende por el interés y se apresura a responder.

— el negro.— dice sin pensarlo mucho.— ¿Y película? ¿Cuál es tu película favorita?

Aaron levanta la mirada de los cuadernos y la deja perdida por un momento, como si estuviera pensando.

— pues nunca... Nunca he visto una.— confiesa.

Los ojos del mayor así se salen de sus órbitas por la sorpresa.

— ¿¡Nunca has visto una película!? ¿No miras televisión?

El castaño trata de pensar un momento en el que haya mirado la televisión. El nunca lo ha hecho pero Patrik la mira todas las mañanas, aunque siempre es lo mismo.

— pues... Solo esas en las que hablan de personas muertas, de el clima y... Eso.

El mayor frunce el ceño pero de inmediato entiende a qué se refiere Aaron.

— ah, no, estás hablando de las noticias, eso no es una película.— Aaron asiente sin decir más.— pero bueno, no puedes seguir viviendo sin ver películas. Al parecer voy a tener que enseñarte muchas cosas.— suspira aunque en realidad no le molesta en lo absoluto sino todo lo contrario.— tengo una idea. Hoy iremos a mi casa y veremos una película, para empezar con tus clases de cultura cinematográfica.

El menor se lo queda mirando dudoso y al final niega.

— no puedo.— dice por mucho que le duela hacerlo, pero debe trabajar o Patrik va a matarlo. Ya suficiente con que pase tantas horas metido en la librería con Leandro.

— ¿Por qué no?

— p-porque... Yo-yo... No puedo.

— a ver, dame una buena razón y lo aceptaré. Dime qué tienes que hacer después.

El menor no sabe que decir, no puede inventar una mentira tan rápido y tampoco le apetece hacerlo así que simplemente se queda callado. Leandro sonríe tomándolo como una victoria.

Al terminar su jornada de trabajo ambos salen de la tienda y en se encarga de cerrarla con la copia de las llaves que Pedro le ha dado. Después guía al menor hasta su coche y se pone en marcha a su departamento.

Por el camino Leandro para frente a una tienda y le pide a Aaron que lo espere en el coche, este se queda sentado hasta que Leandro vuelve con unas bolsas en la mano y las deja en el asiento trasero.

Una vez en el apartamento Leandro deja las bolsas y le dice a Aaron que se siente y esta vez el menor lo hace un poco más confiado que la primera vez.

— muy bien, ¿Por qué podríamos empezar?— se pregunta tomando el control remoto y pensando en que podría ponerle.

Entonces una idea llega a su cabeza. Ese chico no tuvo infancia. Si es verdad que jamás miró una película, eso significa que tampoco lo hizo de pequeño, al menos no que se acuerde.

La mejor opción que se le viene a la cabeza es Disney, algo que el, aún siendo mayor sigue amando tanto como cuando era un niño y miraba los dibujos junto a sus hermanos.

— ¿Te gustaría ver dibujos animados?— pregunta hacia el menor.

Aaron al no saber que es eso, simplemente asiente y mira atento la pantalla.

Ahora Leandro está en un increíble debate sobre con que película debería empezar. Al ser un fan de Disney se le hace un poco difícil elegir, sin embargo hay una en especial que ha marcado su infancia, una película que ha mirado incontables veces desde que era pequeño. Una que le trae recuerdos de estar en un fuerte de mantas, el y sus hermanos entre sus padres, comiendo todo tipo de comida chatarra, su papá Jack llorando incontables veces y su padre Leo burlándose por eso pero luego abrazándolo.

— creo que tengo la película perfecta.— sonríe.

Escoge la película y le da play. Desde el minuto cero en que comienza es como si la televisión se tragara la atención del menor, el cual observa todo con ojos grandes.

Leandro sonríe al verlo y aprovechando que está entretenido se levanta y va hasta la cocina. Abre las bolsas que ha comprado y saca de estas los paquetes de palomitas de maíz dulces, los mete en un bowl y una vez listo vuelve con el menor.

Aún cuando se sienta a su lado no logra que deje de mirar la pantalla y eso lo hace sonreír.

— el oso del amor.— comenta mientras también mira la pantalla, pero ahora puede notar de reojo como Aaron se gira a mirarlo.— ¿Es un buen totem no?

Tras dudar un momento Aaron asiente.

— toma, no puedes empezar tu cultura cinematográfica sin comer palomitas.

El castaño mete una mano en el bowl y saca un pequeño puñado, el cual se lleva a la boca llenándola de golosinas.

— están... Muy ricas.— le sonríe a Leandro y este le devuelve la sonrisa.

Entonces ambos vuelven a girarse hacia la pantalla, y a sumergirse en la magia de una película tan hermosa, como dos niños.

Inocente (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora