Capítulo veintiuno

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En algún momento el menor se había quedado dormido sobre el. No sabía que hacer, no quería despertarlo así que moverse sería una mala idea.

Aunque luego de pensarlo por un momento supo que no había otra forma. Cómo con cuidado el cuerpo más pequeño y se fue apartando de a poco, hasta dejarlo lentamente, recostado en el sofá.

Aaron parecía encontrarse en un sueño muy profundo. No se había dado cuenta de que se estaba durmiendo hasta que lo sintió caer contra el.

Leandro lo observó por un momento mientras pensaba que debería hacer. Quizás lo mejor sería despertarlo y llevarlo a su casa, sin embargo, no podía hacerlo, había algo que le impedía romper el sueño del menor, algo que le decía que realmente necesitaba descansar. Quizá fue recordar las enormes ojeras que siempre tenía debajo de los ojos, o la manera tambaleante y débil en la que siempre camina.

Lo mejor sería dejarlo dormir, ya cuando se despertara lo llevaría. Fue hasta su habitación, la cual pocas veces usaba, ya que usualmente no se quedaba allí. Tomó una manta gris y fue nuevamente a la sala.

Observó al menor pensando en si debería quitarle los zapatos, al final si lo hizo, también tomó sus manos para quitarle los guantes que siempre traía puestos. En un momento, sin que el lo hubiera notado, la camiseta de Aaron se fue un poco hacia arriba, liberando parte de su torso, el cual Leandro se quedó mirando con atención.

Allí, cerca de la pelvis tenía una pequeña cicatriz blanca. Por impulso llevó sus dedos y la levantó un poco más, dándose cuenta de que más arriba, en la cintura, había otra cicatriz un poco más grande. Ver esto lo hizo cuestionarse muchas cosas, como por el ejemplo que no conocía a ese chico en lo absoluto.

¿Que le había pasado?

Las preguntas no tardaron en llegar. Sin embargo, si tiene la certeza de algo es de que le gusta pasar tiempo con el, le gusta enseñarle, contarle cosas, charlar, aunque el menor no hable mucho, se estaba acostumbrando a su forma de ser.

Pero seguía habiendo algo que nunca terminaba de encajar en su actitud, en la manera asustada y defensiva en la que siempre estaba. Lo hacía recordar tanto a un gato maltratado. Y eso también lo hizo pensar en los golpes que traía cada dos por tres en la cara.

Siempre había asumido que eran de peleas pero... ¿Lo eran realmente?

No parece para nada el tipo de chico que se mete en peleas, no se lo puede imaginar dando golpes a alguien, teniendo en cuenta que se encoge a cada mínimo movimiento que el hace aveces.

Pero ahora no tenía sentido ponerse a pensar en eso, porque el niño estaba muy sumido en el mundo de los sueños, así que no había manera de que aclarara todas sus dudas en ese momento. Lo mejor era dejarlo pasar por ahora, ya encontraría el momento adecuado para hacer todas las preguntas que fueran necesarias. Por ahora no era ese momento.

Tomó la manta y lo cubrió, asegurándose de que no fuera a pasar frío, una vez el menor estuvo tapado apagó las luces y se marchó a su habitación.

***

Al abrir los ojos, lo primero que siente es confusión, que luego se reemplaza por pánico tras observar el espacio que evidentemente no es del apartamento donde vive con Patrik.

Se levanta de un salto, provocado que la manta que traía encima se le caiga al suelo. Observa de un lado al otro, buscando una manera de salir lo más rápido posible, pero entonces escucha un sonido proveniente de la cocina. Al dirigir la mirada hacia allí puede ver la figura masculina que se encuentra de espaldas, muy distraído mientras cocina tranquilamente.

Inocente (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora