Capítulo veintitres

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Es día Aaron estaba más raro de lo normal, lo veía distraído, perdido, tanto que le estaba costando demasiado resolver un ejercicio que Leandro ya sabía que para el era simple.

— Aaron.— lo llamó dejando de lado del trabajo de la universidad que estaba intentando hacer. El menor llevó lentamente la mirada hacia el.— ¿Estás bien?

Lo vió asentir lentamente pero no logró convencerlo para nada. No se veía bien. Piensa en dejarlo pasar, en qué quizás el chico solo está distraído, pero la mueca que tiene en su rostro le dice lo contrario.

— ¿De verdad no te pasa nada?— vuelve a preguntar.

El castaño duda al hablar, se pasa la lengua por encima de los labios y luego vuelve a mirarlo.

— c-creo que ya no debería seguir viniendo.

Esas palabras le caen a Leandro como un balde de agua fría.

— ¿De que estás hablando?— su voz sonó más temblorosa de lo que esperaba.

Vió como Aaron empezó a lugar con sus manos de manera nerviosa, ya no lo miraba, evitaba hacerlo a toda costa.

— no deberías juntarte conmigo.— el pelinegro se bajó del pequeño sofá en el que estaba sentado para acercarse más al menor.

— ¿Aaron, por qué dices eso?

Pero solo recibe silencio de parte del contrario, y eso lo desespera, lo desespera porque necesita que hable, que le diga que le pasa y por que dice eso. Quiere exigirle una respuesta pero a la vez teme asustarlo, teme volver a recibir las miradas que recibía en un principio de su parte, esas miradas que con los días que empezaron a pasar juntos fueron desapareciendo.

Y cuando ya siente que se va a volver loco, Aaron por fin habla, pero lo que le dice es algo que lo deja aún más confundido.

— ¿Podemos ir a tu departamento?

Leandro abrió los ojos sorprendido. Siempre era el quien tenía la iniciativa para que fueran a su departamento, el jamás le había pedido aunque en el fondo sabía que le gustaba ir.

— claro.— asintió dudoso.— claro que podemos.

El castaño asintió sin decir más.

Tuvo que cerrar la tienda antes de tiempo, ya luego se disculparía con el señor Pedro por eso y buscaría la manera de compensarlo, de todas maneras en esa época los clientes eran prácticamente escasos.

Una vez estuvo cerrado el negocio se dirigieron a su coche, como de costumbre esperó a que Aaron se subiera en el asiento del acompañante para subir también.

Pero ahora todo era diferente, porque podía sentir que el menor no estaba bien, algo le sucedía y a el le desesperaba no saber que era.

— Aaron.— una vez más lo llamó pero este ya no lo miraba, como si en su mirada, escondiera todos esos secretos que tantas veces se había negado a mostrarle.— Aaron mírame porfavor...

Y eso fue lo último que dijo antes de que el chico perdiera la poca fuerza que le quedaba y se derrumbara frente a el.

Las lágrimas empiezan a brotar de los ojos del menor y el llanto lo invade, sollozos desesperados que Leandro no logra entender pero aún así que lo primero que se le ocurre, en un acto desesperado por calmarlo se estiró hasta el y lo tomó del brazo, estrechandolo en un abrazo protector.

Pasan los minutos en los que Aaron solo llora y llora, soltando toda esa angustia y culpa que lleva dentro pero que no sabe expresar con palabras.

— shh, tranquilo.— Lean le acaricia el cabello con suavidad.— todo va a estar bien, tranquilo.

Inocente (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora