Capítulo 22

12 1 1
                                    

Capítulo 22 - Reencuentro

Lo amo. 

Lo sé. Es un amor complicado, doloroso, pero está ahí, implacable como una sombra que nunca me abandona.

Al día siguiente, nada fue fácil. Me sumergí en mis clases, pero mi mente divagaba constantemente hacia Matteo. Cuando hablé con Alexa y Leo más tarde, ambos notaron que estaba distraído.

—¿Estás bien? —preguntó Alexa, siempre atenta a los cambios en mi.

—Sí, solo... no dormí bien —respondí, evitando mirarla directamente.

Leo, que no solía intervenir mucho, levantó una ceja.
—Esto es por Matteo, ¿verdad?

Tensé la mandíbula. No quería hablar de eso, pero ellos ya lo sabían. Todos lo sabían. Mi relación con Matteo era un tema que siempre traía preocupación a mis amigos.

—Le dijo que pronto lo vería —interrumpió Alexa, mirando a Leo—. Y, sinceramente, no sé si eso es algo bueno para él.

—Estoy aquí, ¿saben? —respondí con un tono seco, intentando cortar la conversación.

Alexa suspiró.

—Solo quiero que seas feliz, Dani. Pero con él... no sé si eso es posible.

No respondí. No podía. Porque sabía que ella tenía razón, pero no estaba listo para admitirlo, ni a ellos ni a mí mismo.

Pasaron días, y el mensaje de Matteo seguía latente en mi mente. Debatía entre la esperanza y el miedo, entre el deseo de verlo y la necesidad de protegerme.

Entonces, ocurrió.

Salí de la universidad una tarde cualquiera cuando lo vi. 

Matteo estaba ahí, de pie, esperándome. 

Su figura estaba más delgada, su rostro ligeramente demacrado, pero esa sonrisa... esa maldita sonrisa seguía siendo la misma.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Sentí un cúmulo de emociones explotando en mi interior: alivio, enojo, alegría y tristeza, todo al mismo tiempo.

—Hola, Daniel. —dijo Matteo, con una voz suave que parecía temerosa de romper el momento.

Lo miré, congelado. No podía creer que estaba ahí, de verdad.

No sabía si quería abrazarlo, gritarle o simplemente darle la espalda y marcharme.

—¿Qué haces aquí? —pregunté finalmente, intentando mantener la voz firme.

—Quería verte. Necesitaba verte.

No respondí de inmediato. Había tantas cosas que quería decirle, tantas preguntas que quería hacerle, pero las palabras se me atascaban en la garganta.

—Camina conmigo —pidió Matteo, con un tono casi suplicante.

Lo miré fijamente, aún sin saber qué hacer, pero finalmente asintí. Comenzamos a caminar en dirección a mi departamento. El aire entre nosotros era tenso, cargado de incomodidad y cosas no dichas.

—Mis padres me llevaron a otra ciudad —comenzó Matteo, rompiendo el silencio. Su voz temblaba ligeramente—. No quería ir, pero no tuve opción.

No dije nada, solo escuché.

Matteo continuó hablando, contando con detalles la terrible experiencia que había vivido, cómo cada día se sentía más atrapado, más vacío. Pero entonces su voz cambió, volviéndose más suave, más intensa.

adiós, mi ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora