Capítulo 29

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Capítulo 29 - Bajo la tormenta

Luché contra el viento y la lluvia, sosteniendo a Matteo con toda la fuerza que mi cuerpo podía reunir. Sus brazos colgaban a los lados, y aunque estaba consciente, apenas murmuraba algo incoherente contra mi pecho. Su peso, combinado con la arena que cedía bajo mis pies, hacía cada paso una batalla.

—Aguanta, Matteo... estamos cerca —dije más para mí mismo que para él, el sonido de la tormenta ahogando mi voz.

Cuando finalmente llegamos a la cabaña, abrí fuertemente la puerta con el pie, mis manos ocupadas sosteniéndolo. Alexa fue la primera en aparecer, sus ojos llenos de pánico al vernos empapados.

—¡Dios mío, Daniel! ¿Qué pasó? —preguntó mientras me ayudaba a llevar a Matteo adentro.

Leo vino corriendo detrás, y entre los tres logramos colocar a Matteo en el sofá. La luz tenue del interior hacía que su rostro pálido se viera aún más alarmante.

—No sé... estaba en la playa, sentado bajo la lluvia. Dijo cosas que no entiendo... que no quiere morir... —mi voz se quebró mientras hablaba, incapaz de procesar lo que acababa de suceder.

Alexa me miró con preocupación, sus manos apretando las mías con fuerza.

—Daniel, cálmate. Matteo necesita descansar. Vamos a llamar a un médico o llevarlo al hospital si es necesario.

Matteo, aún débil, alzó ligeramente la mano.

—No... no es necesario un médico —dijo con esfuerzo, su voz apenas audible—. Sólo estoy agotado...

Su excusa sonaba frágil, pero había algo en su mirada que me detuvo. Parecía rogarme que no insistiera.

Me tomó de la mano.

—Por favor, Daniel... sólo déjame descansar.

Alexa y Leo se miraron con dudas.

Me quedé con él, sentándome en el suelo junto al sofá mientras sus ojos se cerraban lentamente.

Esa noche, no pude dormir. Cada vez que cerraba los ojos, las palabras de Matteo resonaban en mi mente. "No quiero morir." ¿Qué significaban realmente?

El día comenzó como cualquier otro tras la tormenta. Matteo se había levantado temprano y estaba sentado en la terraza, mirando hacia el horizonte con una taza de café en las manos. Yo, aún inquieto por lo ocurrido la noche anterior, decidí enfrentarlo. Algo no estaba bien, y esta vez no pensaba dejar que me evadiera con excusas.

—Matteo, necesitamos hablar —dije con firmeza, cerrando la puerta detrás de mí mientras me acercaba a él.

Él levantó la mirada, sus ojos cansados reflejaban algo que no podía descifrar del todo: miedo, tristeza... resignación.

—Lo sé, Daniel. Pero no es nada de lo que debas preocuparte. Estoy bien —respondió, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—¡No estás bien! —exclamé, dejando que la frustración que había acumulado finalmente saliera a la luz—. Saliste en medio de una tormenta, llorando, diciendo que no querías morir. Anoche apenas podías mantenerte en pie. ¿¡Cómo puedes decirme que estás bien!?

Matteo suspiró, dejando la taza a un lado.

—Daniel, por favor... confía en mí.

—¿¡Cómo puedo confiar en ti si sigues escondiéndome cosas!? —grité, sintiendo cómo mi voz se quebraba—. ¡Si me amas como dices, dime la verdad!

El silencio que siguió fue ensordecedor. Matteo evitó mi mirada, sus manos apretadas en un puño. Finalmente, se puso de pie, pero cuando intentó alejarse, lo detuve, sujetando su brazo con fuerza.

adiós, mi ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora