Capítulo 28

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Capítulo 28 - El Viento Antes de la Tormenta

Los días en la playa transcurrían como un sueño. Las risas eran constantes, las caminatas interminables por la orilla, y el sol dorando nuestras pieles. Después de las tensiones que hubo entre Matteo y Jacob, todo parecía estar volviendo a la normalidad. Parecía que no había espacio para más discusiones, ni secretos. Las tensiones entre ellos se iban desvaneciendo poco a poco, y en su lugar surgían momentos de alegría genuina, como si las piezas del rompecabezas finalmente encajaran.

Daniel y Matteo, por fin, estaban en el lugar perfecto. Había algo en la playa que les daba calma, que les recordaba la belleza del presente. En sus conversaciones, ya no había incomodidades, ni resentimientos. Sólo la paz de estar juntos y la promesa de un futuro más estable.

Era una tarde luminosa, una de esas en las que la brisa del mar parecía acariciar el alma. Estábamos en la cabaña, disfrutando de un rato libre. Todos nos habíamos reunido en la terraza, hablando y bromeando mientras tomábamos algo fresco. Matteo parecía particularmente relajado, con una sonrisa que me hacía sentir tranquilo. No había señales de que algo malo pudiera pasar. Todos estábamos tranquilos, como si nada pudiera interrumpir esa paz.

Pero de repente, algo cambió.

Matteo se levantó de la silla en la que estaba sentado y comenzó a caminar hacia la orilla, como si sintiera una necesidad inexplicable de acercarse al agua. Nadie pensó nada raro, hasta que lo vimos tambalearse.

—¿Matteo? —pregunté, levantándome de inmediato.

Él se detuvo por un segundo, como si estuviera luchando por mantenerse en pie. Luego, sus piernas cedieron y cayó al suelo, desmayado.

Un grito salió de mi garganta, y corrí hacia él sin pensarlo dos veces.

—¡Matteo! —lo llamé, agachándome a su lado, tocándole la cara para intentar despertarlo.

Alexa, Leo y Jacob llegaron corriendo a su lado, mirando con caras de preocupación.

—¿Qué le pasó? —preguntó Leo, con una nota de miedo en su voz.

Alexa estaba visiblemente afectada, pero de alguna manera, se mantenía calmada. Miró a Matteo, luego a mí, y sin perder tiempo, comenzó a hablar con él.

—Matteo, ¿puedes oírnos? —preguntó, tomándole las manos. —No te preocupes, estamos aquí.

Matteo no respondía. Su respiración era irregular, y su piel se veía más pálida de lo normal. Mi corazón latía con fuerza, pero traté de mantener la calma. De repente, Matteo comenzó a abrir los ojos lentamente, y una leve sonrisa apareció en su rostro, como si estuviera intentando tranquilizarnos.

—Estoy bien —murmuró, su voz baja y temblorosa—. Es solo un mareo, no es nada grave. Solo... necesito ir al hospital.

Mi cuerpo se tensó de inmediato.

—No. ¡No puedes ir solo! —respondí, mirando a todos, tratando de encontrar una forma de solucionar la situación. —Voy contigo.

Matteo movió la cabeza lentamente, de un lado a otro, como rechazando mi insistencia.

—No, Daniel —dijo con suavidad, pero firme—. Quédate aquí. Solo necesito un chequeo. Es solo por falta de vitaminas, no es nada serio.

Mis manos temblaban, pero traté de contenerme. Algo en sus palabras me hizo sentir que había más de lo que estaba diciendo. La incomodidad comenzó a invadir mi pecho, pero antes de que pudiera decir algo más, Matteo hizo algo que me desconcertó aún más.

adiós, mi ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora