adiós, mi ángel.

Capítulo 23

Capítulo 23 - Renacer

La vida parecía haberse alineado finalmente para nosotros. Desde aquella noche en el departamento, ambos decidimos tomarnos las cosas con calma y enfocarnos en redescubrirnos. Matteo, con su característico encanto, encontraba formas de sorprenderme todos los días.

Era una tarde soleada, caminabamos juntos por el parque donde solemos caminar a diario para ir a mi departamento. Matteo llevaba una cesta de picnic que había preparado con esmero. Yo lo miraba con una mezcla de incredulidad y ternura.

—¿Cómo es posible que te esfuerces tanto en algo tan sencillo? —pregunté, observando cómo Matteo extendía una manta en el césped.

Matteo sonrió mientras sacaba un par de sandwiches.

—Es sencillo. Todo vale la pena si es contigo.

El comentario hizo que me sonrojara, aunque intenté disimularlo con una risa. Nos sentamos juntos, comiendo y compartiendo historias de nuestro pasado. Matteo hablaba de lugares que quería visitar, mientras que yo le contaba sobre mis metas profesionales y cómo planeaba lograrlas.

Más tarde, caminamos hasta un pequeño lago cercano. Matteo insistió en alquilar un bote, y sin darme cuenta, ya estabamos navegando entre risas y torpes intentos de remar. Estaba mojado hasta los codos y no pude evitar bromear.

—¿Esto era parte del plan romántico, o solo querías verme hacer el ridículo?

—Ambas cosas —respondió Matteo, guiñándole un ojo.

Las semanas siguientes estuvieron llenas de citas improvisadas: noches de cine en casa, cenas en pequeños restaurantes escondidos y paseos por la ciudad. Matteo parecía decidido a llenar cada momento con felicidad.

Un cambio en el aire

Todo parecía perfecto, pero comencé a notar pequeños cambios en Matteo. A veces se quedaba mirando al vacío, perdido en sus pensamientos. Otras, su sonrisa se desvanecía por un segundo antes de volver a aparecer como una máscara impecable.

Una noche, después de cenar juntos en casa, lo confronté suavemente mientras lavabamos los platos.

—Te noto extraño últimamente, Matteo. Como si... estuvieras distraído. ¿Todo está bien?

Matteo levantó la vista, claramente sorprendido por la pregunta. Su respuesta fue rápida, casi ensayada.

—Claro que sí. Solo estoy cansado, eso es todo.

Daniel asintió, pero algo en su interior le decía que había más.

Las pequeñas señales

El sol comenzaba a ponerse cuando ambos nos sentamos en el balcón del departamento, disfrutando de una taza de café caliente. Las luces de la ciudad comenzaban a parpadear a lo lejos, creando una atmósfera mágica. La suavidad del aire y la paz del momento parecían envolvernos en una burbuja de calma.

—No quiero que esto termine —dijo Matteo, mirando el horizonte, su voz casi un susurro.

Sonreí, saboreando el café.

—¿Qué cosa?

—Este momento. Nosotros. Todo. —Matteo le echó una mirada fugaz antes de volver a enfocarse en el paisaje.

Aunque sonreía, no pude evitar sentir que algo estaba cambiando. La forma en que Matteo decía las cosas últimamente, tan intensas, tan filosóficas, no era algo que soliera hacer.