T2: Capítulo IV "Jugadas Maestras"

111 7 101
                                    

Saga reposaba en su oficina con una calma que solo la satisfacción del éxito podía otorgarle, se sentía realmente satisfecho con el trabajo que Milo realizó. No podía evitar una sonrisa de orgullo, aunque una parte de él seguía sorprendida. Milo había superado todas las expectativas. El escorpión, siempre audaz, lo había logrado, consiguió cerrar el trato con Manigoldo, el empresario más escurridizo y volátil del negocio.

Con una sonrisa aún más amplia, Saga se recostó en su asiento de cuero, estirándose como un depredador satisfecho después de un banquete. Géminis Dimension estaba a punto de coronarse como la empresa líder en el sector, un imperio indiscutido tanto en los negocios legítimos como en los territorios más oscuros del comercio en Gracia y el mundo. Ahora, no había duda alguna: controlaría cada rincón del mercado. Cualquier sector, sea la tierra, el mar o el aire, los lideraría todos.

El geminiano mayor era ambicioso y calculador, siempre veía más allá del simple éxito financiero, por lo que sabía que aquel acuerdo no solo le otorgaría una presencia aún más dominante en el comercio internacional, sino que solidificaría su control en el bajo mundo. 

Finalmente posicionaría a Géminis Dimension como la empresa líder al 100%... El geminiano mayor era ambicioso, sabía que aquel trato le brindaría más estatus internacional. Pero por sobre todo, remarcaría su posición en el bajo mundo. El respeto en ese mundo oscuro lleno de ilegalidades no se obtenía con contratos ni convenios públicos, sino con astucia, poder y una red de alianzas sólida. Y ese trato, sellado con Manigoldo, era el movimiento maestro que elevaría su posición por encima de cualquier rival. 

Sabía que la competencia no tardaría en reaccionar, pero en el submundo, solo unos pocos tenían el coraje de enfrentar a un hombre como él. Saga Géminis no solo era un nombre en los negocios, a pesar de su temprana edad, era una leyenda, la cual estaba a punto de expandirse más allá de lo que cualquiera hubiera imaginado. La victoria no se medía solo en números, sino en poder real. Ahora, controlaría ambos mundos: el de la luz y el de las sombras. Sin duda esto lo posicionaría sobre el mismísimo trabajo de su propio padre. El futuro le pertenecía, y en su mente, ya estaba trazando su próximo gran movimiento.

Una cara bonita con carisma siempre había sido un buen as bajo la manga en el juego de poder. Saga lo sabía bien, y Milo, con su presencia magnética acompañada del aire de seducción que inundaba cualquier espacio en el que pusiera un pie, era una herramienta invaluablemente fuerte. La idea de usarlo en sus planes más oscuros, aquellos que rozaban lo ilegal y se movían en los rincones más sombríos le resultaba tentadora. Sin embargo, un pensamiento incómodo interrumpía su estrategia... Kanon.

Sí su hermano llegaba a enterarse su reacción sería implacable. Kanon jamás le perdonaría que involucrara a alguien tan cercano en ese tipo de movimientos, sobre todo sí ese alguien era Milo. Kanon representaba un límite muy  bien marcado, una frontera que, por más tentador que fuera cruzar, sabía que nunca lo haría sin pagar un precio demasiado alto. Incluso su ambición podía verse frenada por ciertos límites. Siempre que Kanon estuviera presente en la ecuación los límites de su ambición tendrían un borde claramente definido sin importar cuan jugosa fuese la recompensa.

Aunque esa voz que siempre había creído que nació con él, emergía como una sombra silenciosa en su mente desde que tenía memoria, había adquirido mayor fuerza  tras la tragedia que azotó a su familia años atrás, cuando los Wyvern desataron su brutal ataque en la mansión Géminis. Desde ese momento, aquella voz había dejado de ser un sutil murmullo. Ahora era una presencia envolvente que lo empujaba, tentándolo a seguir adelante con sus planes más oscuros y ambiciosos.

Cada vez que intentaba ignorarla la voz se hacía más insistente, susurrandole con mayor claridad en los momentos de duda, alimentando su resentimiento y deseos de venganza. En el fondo de su ser, sabía que ella representaba todo aquello que siempre había intentado mantenido bajo control: su furia, su ansia de poder ilimitado, el deseo inconfesable de destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino. 

Jamás seré plato de segunda mesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora