Shen Jiu regresa en el tiempo a cuando era un esclavo en la mansión Qiu después de que termina su segunda vida como un joven maestro mimado de una familia rica en el mundo moderno. El le dice un rotundo NO y elige quedarse fuera de la situación y se...
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NOTA
En el que se lleva a cabo una investigación, una negociación y una conclusión.
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Las reuniones continuaron durante días tras la demanda de Tianlang-Jun de una negociación.
Como era de esperar, el debate sobre si reunirse con el señor demonio dio lugar a muchas discusiones. El sentimiento general era que era una trampa de algún tipo, pero Shen Jiu contraatacó enfatizando que Tianlang-Jun tenía derecho a exigir una tregua y que negarse podría ser de mala fe considerando lo mucho que se había estropeado el mundo de la cultivación.
"¡Los demonios no tienen derecho a exigir una tregua!" exclamó el líder de la secta de Taiyang, Ouyang Xilu.
"¡Ridículo! Lo siguiente que dirás será que los esclavos no tienen derechos", respondió Shen Jiu con dureza, mientras el terrible dolor de cabeza que le palpitaba en la sien le hacía enfadar. "Los demonios tienen tanto derecho a pedir una negociación y una tregua. Es este comportamiento tan sospechoso el que ha provocado la situación en la que nos encontramos".
"¿Estás a favor de esto entonces?" preguntó Fu Luyi.
"No hay nada que perder negociando", respondió Shen Jiu. "Pero sí mucho que perder si estalla una guerra".
"¡Pero no podemos inclinarnos ante los caprichos de un demonio!"
"No tengo miedo de luchar por lo que es correcto", dijo Shen Jiu a los asistentes con un tono tranquilo. "Pero cuando estalla una guerra, son nuestros discípulos y la gente común quienes sufren la peor pérdida. Prefiero sacrificar mi ego que sacrificar las vidas de los inocentes".
"Lamentablemente, tengo que estar de acuerdo con el líder de la secta Li", dijo el abad Wu Wang, mientras se acariciaba la barba blanca pensativamente. "Una tregua es la mejor solución para mantener la paz".
"Yo también estoy de acuerdo con el líder de la secta Li", dijo Yue Qingyuan.
Fu Luyi también asintió, pero eso no le impidió quejarse: "Caímos en las trampas de ese viejo tonto y ahora tenemos que limpiar su desastre".
