15.

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Las semanas habían pasado volando, y finalmente había llegado el tan esperado fin de semana de acampada. Chiara estaba emocionada, aunque una parte de ella seguía sintiendo un pequeño nerviosismo. Se encontraba en su habitación, rodeada de ropa, tratando de decidir qué llevar.

—Un abrigo, por si hace frío... —murmuró, mientras buscaba su mochila. —Y definitivamente mis botas.

Cuando estaba a punto de cerrar la mochila, sonó el timbre de la puerta. Sabía que era Violeta. Se apresuró a abrir y la encontró allí, con una sonrisa amplia y un gran bolso en la mano.

—¡Hola, hermosa! —saludó Violeta, abrazándola.

—¡Hola! Justo estaba terminando de empacar. ¿Trajiste todo? —preguntó Chiara, sintiéndose aliviada al ver a su novia.

—Sí, estoy lista para la aventura. —dijo Violeta, abriendo su bolso. —Mira, traje algunos snacks para el camino.

—Perfecto.—Chiara sonrió, imaginándose el ambiente cálido y acogedor.

Mientras seguían organizando sus cosas, Violeta miró a su alrededor.

—¿Y tus miedos de la última vez? ¿Estás lista para enfrentar cualquier cosa que se cruce en nuestro camino? —preguntó, haciendo un gesto teatral.

Chiara se rió.

—Supongo que estaré lista, siempre y cuando tú estés a mi lado.

—No hay duda, —respondió Violeta, guiñándole un ojo. —Nos enfrentaremos a cualquier monstruo que intente asustarnos.

Cuando finalmente terminaron de empacar, Chiara miró la hora.

—Deberíamos irnos. Martín y los demás ya deben estar esperando.

Las dos chicas salieron de la casa y se dirigieron a la caravana que Martín había alquilado. Al llegar, se encontraron con Ruslana y Denna que estaban organizando algunas cosas.

—¡Ahí están las Kivi! —gritó Martín, sonriendo de oreja a oreja. —¿Listas para la aventura?

—Listas, pero con una ligera preocupación sobre qué tipo de monstruos nos esperan en el bosque, —bromeó Chiara, mientras todos reían.

—No te preocupes, ¡solo llevaremos nuestras antorchas! —dijo Denna, sosteniendo una antorcha en alto como si fuera una espada.

Mientras se subían a la caravana, Chiara se sintió un poco nerviosa por el viaje.

—¿Sabes qué es lo que más me emociona? —preguntó Violeta, tomando su mano.

—¿Qué? —respondió Chiara, mirándola.

—Pasar tiempo a solas contigo bajo las estrellas. —dijo Violeta, sonriendo.

Chiara sintió que su corazón se derretía.

—A mí también. —respondió, entrelazando sus dedos con los de Violeta.

El viaje en la caravana fue lleno de risas y música. Martín puso su lista de reproducción de canciones de camping, y todos comenzaron a cantar, incluso los que no tenían buena voz.

—¡Esto es un desastre! —exclamó Ruslana, riendo mientras intentaba seguir el ritmo.

—¡Desastre o no, es nuestro desastre! —respondió Martín, haciéndose el ofendido.

Después de un par de horas, finalmente llegaron al lugar de acampada. Era un hermoso claro rodeado de árboles altos, y un río cercano daba un ambiente sereno.

—¡Este lugar es perfecto! —dijo Denna, bajando de la caravana con entusiasmo.

—Vamos a montar las tiendas, —anunció Martín, sacando las mochilas del vehículo.

Chiara y Violeta se miraron, y ambas sonrieron.

—¿Lista para compartir tienda? —preguntó Violeta.

—Totalmente. —Chiara asintió.

Los cuatro comenzaron a montar las tiendas. Violeta y Chiara trabajaron juntas, siguiendo las instrucciones mientras compartían risas y algunos momentos torpes.

—¿Por qué no me dijiste que era tan complicado? —dijo Chiara, frustrada mientras trataba de encajar una varilla en su lugar.

—Porque quería que esto fuera una sorpresa. ¡Ya casi lo logramos! —respondió Violeta, animándola.

Finalmente, lograron armar su tienda y se sintieron orgullosas.

—¡Éxito! —gritó Chiara, levantando los brazos.

Una vez que todas las tiendas estaban listas, la noche comenzó a caer, y el aire fresco del bosque se sentía revitalizante. Decidieron encender una hoguera para cocinar malvaviscos.

—Yo traigo los malvaviscos, —anunció Denna, mientras se dirigía a su mochila.

—Y yo las galletas, —dijo Ruslana, buscando entre sus cosas.

Mientras todos se reunían alrededor de la hoguera, Chiara se sentó cerca de Violeta, disfrutando del calor de las llamas.

—Esto es increíble, —dijo Chiara, sintiendo cómo la calidez la envolvía.

—Sí, y ahora es el momento perfecto para hacer malvaviscos. —Violeta sonrió, sosteniendo un palito con un malvavisco.

Chiara observó mientras todos se turnaban para asar sus malvaviscos.

—¡Tienes que hacerlo de esta manera! —exclamó Ruslana, mostrando cómo se debía hacer.

Chiara tomó un palito y lo llenó de malvaviscos, tratando de seguir el ejemplo.

—¡Cuidado, Chiara! —gritó Martín cuando se le acercó demasiado a las llamas.

Chiara se rió y retrocedió un poco.

—No soy tan torpe, ¡al menos no en este tipo de cosas! —dijo, aunque sentía que su pulso se aceleraba al estar tan cerca del fuego.

Finalmente, Chiara logró dorar su malvavisco a la perfección.

—¡Mira! —exclamó, levantándolo triunfalmente. —¡Es hermoso!

—Lo mejor de la noche, —dijo Violeta, acercándose y tomando un bocado.

Después de que todos disfrutaron de sus malvaviscos, Martín propuso contar historias de miedo alrededor de la hoguera.

—No, por favor, no otra vez, —suplicó Chiara, recordando su experiencia de la última vez.

—Vamos, ¡solo una! —dijo Denna, sonriendo.

Chiara sintió que su corazón se aceleraba de nuevo.

—Está bien, solo si Violeta se sienta a mi lado, —dijo, buscando apoyo.

Mientras las historias se contaban y la risa llenaba el aire, Chiara se dio cuenta de lo afortunada que era de estar allí con sus amigos y, sobre todo, con Violeta. Las preocupaciones se desvanecieron en el aire fresco de la noche, y en su lugar había una calidez y un sentido de comunidad que la llenaban de felicidad.

—Y así es como el espíritu sigue merodeando por el bosque, —terminó Martín su historia, dejando a todos en un silencio inquietante.

—¡Eso fue aterrador! —exclamó Ruslana, mientras Denna reía.

Chiara miró a Violeta, que le sonrió con complicidad.

—Vas a protegerme si escucho un ruido extraño, ¿verdad? —preguntó Chiara en voz baja.

—Siempre. No dejes que las historias te asusten. Estoy aquí, y no dejaré que nada te pase. —respondió Violeta, dándole un suave beso en la mejilla.

Con el cielo estrellado sobre ellas, el grupo continuó compartiendo historias y risas, mientras las llamas danzaban y el aire se llenaba de fragancia a malvavisco. Chiara sabía que este sería un fin de semana inolvidable, uno que atesoraría por siempre.

- VC, spirito

Entre odio y pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora