Día 1 de acampada

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La luz del sol comenzaba a filtrarse por las rendijas de la tienda, iluminando el rostro de Chiara. Se movió un poco, sintiéndose abrazada por el calor de su novia, Violeta, que dormía plácidamente a su lado. El aire fresco del bosque entraba suavemente, y el canto de los pájaros se escuchaba en la distancia. Sin embargo, Violeta fue la primera en despertar.

—Buenos días, hermosa, —susurró Violeta, acariciando la mejilla de Chiara con ternura.

Chiara sonrió sin abrir los ojos del todo.

—¿Es de mañana ya? —preguntó con voz somnolienta.

—Sí, y yo tengo una misión. —dijo Violeta, levantándose con un brillo de emoción en los ojos.

Antes de que Chiara pudiera preguntar qué iba a hacer, Violeta le dejó un suave beso en los labios y salió de la tienda. Chiara sintió una punzada de preocupación al ver que su novia desaparecía, pero rápidamente se dio cuenta de que solo estaba siendo un poco posesiva.

—Ella siempre vuelve, —se dijo a sí misma, tratando de relajarse.

Sin embargo, cuando Chiara se despertó completamente y miró a su alrededor, notó que Violeta aún no había regresado. Miró su reloj y vio que ya había pasado un tiempo.

—Vale, esto es raro, —murmuró, sintiéndose inquieta.

Se levantó de la cama y salió de la tienda. El aire fresco la envolvió, y el sol brillaba con fuerza. Miró hacia las otras tiendas, y vio que todos los demás seguían dormidos.

—¿Violeta? —llamó, pero solo el sonido del viento le respondió.

Decidió caminar un poco por el campamento, tratando de no dejar que la preocupación la consumiera. El lugar era hermoso, lleno de árboles altos y un suave murmullo del río cercano.

—¿Dónde está? —pensó, sintiéndose más nerviosa con cada segundo que pasaba.

Después de un rato de buscar, finalmente escuchó un ruido detrás de unos arbustos y vio a Violeta emergiendo con una gran sonrisa en su rostro y un par de frutos en las manos.

—¡Mira lo que encontré! —exclamó, agitando los frutos.

El corazón de Chiara dio un vuelco al ver a Violeta.

—¡Casi me muero de preocupación! —dijo Chiara, acercándose rápidamente. —¿Dónde estabas?

—Explorando, como una verdadera aventurera. Estos son moras silvestres. —Violeta le ofreció uno.

Chiara tomó el fruto y lo examinó con curiosidad antes de probarlo.

—¡Esto es delicioso! —dijo, masticando con alegría. —Gracias por buscar.

—Siempre. Quiero que tengas la mejor experiencia de acampada. —dijo Violeta, dándole un pequeño beso en la frente.

Con su corazón aún latiendo con fuerza, Chiara se sintió aliviada. A lo largo de la mañana, se prepararon para el día que les esperaba. Cuando los demás se despertaron, comenzaron a organizar un plan para pescar en el río.

—¡Hoy comeremos pescado fresco! —anunció Martín, mientras organizaba su equipo.

—¿Y si no atrapamos nada? —preguntó Ruslana, con una sonrisa escéptica.

—Siempre hay un plan B, —respondió Denna, guiñando un ojo.

Durante la caminata hacia el río, Chiara y Violeta iban un poco más atrás, disfrutando de la compañía mutua.

—Así que, ¿qué tal si pescamos unos peces enormes y luego celebramos? —sugirió Violeta.

—¡Claro! Pero solo si prometes ayudarme a sacar el anzuelo. —dijo Chiara, riendo.

Entre odio y pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora