Capítulo 14 - Mateo

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Chloe Mitchell

La ética médica es un pilar sobre el cual hemos construido esta profesión. Como médicos, estamos llamados a servir, a salvar vidas, a respetar el bienestar de nuestros pacientes, pero también debemos seguir las reglas que nos imponen las instituciones. Muchas veces esas reglas tienen más que ver con burocracia que con el verdadero sentido de la medicina. Esto me genera un conflicto interno, porque lo que es correcto en papel no siempre es lo mejor para nuestros pacientes.

Hoy me encuentro en uno de esos dilemas que prueban lo que realmente significa ser médico.

La doctora Fernanda López nos reunió en una pequeña sala de conferencias. En la mesa estaba la historia clínica de un niño de 7 años llamado Mateo. La doctora nos miró a Steven y a mí, con el semblante serio, más grave de lo usual.

—Este es un caso complicado —dijo, rompiendo el silencio—. Mateo tiene un defecto cardíaco congénito. Si no se le opera pronto, podría no sobrevivir más de un par de semanas.

Sentí que el aire se volvía pesado. Los casos de niños siempre me afectaban más de lo que quería admitir. No es que no intentara mantener la distancia emocional, pero era difícil cuando veías a un niño con su vida en peligro por algo que ni siquiera comprendía.

—El problema —continuó la doctora Fernanda— es que Mateo no tiene seguro médico. El hospital, por políticas, no debería aceptar este caso. Deberíamos transferirlo a otro centro que cubra casos de pacientes sin seguro, pero sabemos lo que eso significa. Sabemos que en otro hospital no recibiría la atención que necesita a tiempo.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía exactamente lo que implicaba esa situación. Mateo sería transferido, pero sus posibilidades de sobrevivir disminuirían drásticamente. En otro hospital, uno que no contara con los recursos ni el personal especializado que tenemos aquí, probablemente no lo operarían a tiempo. Y si lo hicieran, tal vez no sería con los mejores resultados. Su vida estaba literalmente en nuestras manos, y la burocracia se interponía en su tratamiento.

Pero había algo más que no entendía.

—¿Por qué nos llamaste a nosotros, doctora? —pregunté, tratando de entender por qué Steven estaba en esta conversación. No era que dudara de su capacidad como médico, pero nunca lo había visto interesarse en casos vulnerables o en situaciones que implicaran desafíos éticos.

—Porque este no es un caso que pueda manejar sola, confío en ustedes dos —respondió ella, mirándonos con determinación—. Necesitamos a un titular dispuesto a operar a Mateo. Su condición es grave, y la cirugía es delicada. Necesitamos un cirujano cardiovascular. Solo tenemo al Doctor Hale y al Doctor Hunt, pero solo dos tienen una reputación de ogros, nose quien nos puede ayudar.

Steven levantó una ceja, pero no dijo nada. Lo observé de reojo, y aunque su expresión no mostraba mucho, seguía sin comprender su interés en este caso. Hasta ahora, había sido distante, algo frío con sus pacientes, y en especial con los casos más delicados. Pero aquí estaba, sentado a mi lado, aparentemente involucrado en la situación. No tenía mucho sentido.

—Sé que esto va en contra de las directivas del hospital —continuó Fernanda—, pero no podemos simplemente mirar hacia otro lado. Yo haré todo lo que esté a mi alcance para conseguir la autorización, pero necesitamos encontrar a un cirujano que esté dispuesto a tomar el riesgo.

De repente, lo supe. Sabía lo que debía hacer.

El único cirujano capaz de hacer esta operación en el hospital era Christopher. Él tenía la experiencia, la habilidad y el conocimiento para realizar una cirugía de este calibre. Pero la idea de tener que hablar con él y pedirle algo tan personal... Bueno, no me hacía precisamente feliz.

Arritmia - TOMO 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora