Cuatro años han pasado desde que Christopher ha decidido olvidarse de su Ángel y al final de cuenta se dio cuenta que podía vivir sin su mundo, ahora solo está enfocado en engrandecer su carrera, pero Chloe no se ha quedado atrás, ella está a punto...
David y yo estamos sentados en una cafetería tranquila, uno de esos lugares que solíamos frecuentar antes de que todo en mi vida se volviera caótico. Un mes ha pasado desde que decidí dejar atrás mi historia con Christopher. Él intentó buscarme cuando regresé a Londres, pero fui clara. No quiero ser su amante, no merezco estar en esa posición. Desde entonces, Christopher ha sido frío y distante conmigo, lo cual es lo mejor. Es una forma de cerrar esa puerta de una vez por todas.
Ahora, estoy enfocada en mi futuro, en David, y en la boda que estamos planeando. Hoy hablamos de detalles, esos pequeños que siempre imaginé en mi mente cuando pensaba en este momento.
—Quiero una boda al aire libre —le digo, mientras revuelvo lentamente el café en mi taza—. Quiero que el camino que recorra de la mano de mi padre esté cubierto de un espejo, como si caminara sobre agua.
David sonríe, con ese gesto cálido que siempre me ha hecho sentir segura.
—Eso suena hermoso, Chloe. ¿Y las flores?
—Flores blancas, muchas flores blancas. —Mi voz se suaviza al recordarlo—. Eran las favoritas de mi madre. Me gustaría un arco lleno de ellas, que se sienta como si estuviéramos en un jardín encantado.
David asiente, su mirada comprensiva, sabiendo cuánto significa eso para mí. Hablar de mi madre siempre me hace sentir una mezcla de nostalgia y serenidad. Este día es tan importante para mí, no solo por lo que representa para nosotros, sino también por todo lo que significará tener a mi familia conmigo, aunque ya no todos estén presentes.
—Va a ser la boda más hermosa que hayas visto —me dice David, tomando mi mano suavemente sobre la mesa—. Vamos a hacer que todo sea perfecto, tal como lo sueñas.
Le sonrío, sintiendo una pequeña chispa de ilusión crecer en mi pecho. Es un alivio poder centrarme en algo tan tangible, tan real. Este es el camino que he elegido, y aunque mi corazón ha pasado por mucho en los últimos meses, estoy decidida a hacer las cosas bien. A construir una vida sólida y estable al lado de alguien que me ama de verdad.
David es esa persona. O al menos, quiero que lo sea.
David y yo salimos de la cafetería con una sonrisa en los labios. Él me toma de la mano y, como siempre, tiene esa actitud relajada y despreocupada que lo hace tan fácil de querer. Mientras caminamos, me mira con una pequeña sonrisa.
—Tengo una sorpresa para ti —me dice.
—¿Una sorpresa? —pregunto, curiosa.
—Vamos al cine, pero no a cualquier cine... ¡Vamos al VIP!
Mis ojos se iluminan. Me encanta ir al cine, pero el VIP siempre se siente como un pequeño lujo, algo especial. Me emociono y David lo nota. Me río y le aprieto la mano con entusiasmo.
—¡Me encanta! —le digo, sintiéndome como una niña pequeña.
Llegamos al cine y uno de los empleados nos guía hacia la zona VIP, indicándonos nuestra mesa. Todo parece ir perfectamente, hasta que, de repente, en una mesa cercana, veo algo que me detiene en seco. Es imposible. Mi corazón da un vuelco y siento que el aire se vuelve más pesado.
Christopher y Vittoria están ahí, sentados juntos. Él luce tan impecable como siempre, mientras ella tiene ese aura de sofisticación que parece envolverla. No puede ser real. Esto tiene que ser una broma del destino. ¿Qué tan pequeñas son las probabilidades de encontrarlos justo aquí?
Antes de que pueda reaccionar, David se percata de su presencia y, como el hombre educado que es, me dice:
—Deberíamos saludar por cortesía.
Mi instinto grita que no. No quiero acercarme, no quiero verlos juntos. No quiero sentir ese nudo en el estómago que se forma cada vez que pienso en cómo terminé enredada de nuevo en la vida de Christopher. Pero, antes de que pueda decir algo, ya estamos caminando hacia su mesa.
—Doctor Hale, ¡qué coincidencia! —saluda David, con una sonrisa despreocupada, extendiendo la mano para estrechar la de Christopher.
Christopher asiente con una sonrisa cortés, aunque noto una ligera tensión en su mirada cuando me ve junto a David. Vittoria, por su parte, parece sorprendida, pero no deja que se note demasiado.
—¡Chloe! —dice ella, reconociéndome de inmediato—. Eres la interna que vi la otra vez en la oficina de Christopher, ¿verdad?
Asiento, incómoda. No es que quiera recordar ese encuentro.
—Sí, soy yo.
—Quiero disculparme —continúa ella, sorprendiéndome—. Creo que fui algo grosera esa vez, y no era mi intención. Estaba... bueno, no estaba en mi mejor día.
Le sonrío de manera educada, aunque no sé muy bien cómo responder.
—No te preocupes, está olvidado —le digo, tratando de sonar lo más tranquila posible, pero la situación me incomoda más de lo que me gustaría admitir.
David, ajeno a la tensión, sigue conversando con Christopher sobre su última conferencia, mientras yo no puedo evitar sentir que este momento es demasiado irreal. Ver a Christopher y Vittoria juntos me golpea de una forma inesperada. Intento respirar hondo, sabiendo que pronto nos alejaremos de esta mesa y podré fingir que todo está bien.
Pero por ahora, estoy atrapada en este incómodo saludo, con mis emociones desordenadas y mi corazón latiendo un poco más rápido de lo que debería.
David y yo nos despedimos de Christopher y Vittoria, sonriendo educadamente mientras nos alejamos hacia nuestra mesa. La tensión se disipa un poco a medida que nos sentamos y el empleado nos entrega el menú.
—¿Qué quieres? —pregunta David, con esa calidez en su voz que me reconforta.
—Palomitas, hamburguesas y una gaseosa —respondo, tratando de concentrarme en nuestra cita. Necesito apartar de mi mente lo que acabo de ver.
David hace el pedido y, mientras esperamos la comida, intento relajarme. Sin embargo, mis ojos, casi como si tuvieran voluntad propia, se desvían hacia la mesa donde están Christopher y Vittoria. Veo cómo se besan, sus gestos de complicidad, como si fueran una pareja perfectamente unida. No parece un matrimonio por conveniencia, ni mucho menos. Es una imagen dolorosa, una que me hace sentir una punzada en el pecho.
Respiro hondo y decido apartar la mirada. No es mi vida, no es mi problema. Me repito esa frase mentalmente una y otra vez. Esto se acabó. Christopher y yo formamos parte del pasado, y tengo que aceptar eso.
David me mira y sonríe, ajeno a todo lo que pasa por mi cabeza. Se inclina hacia mí y me da un suave beso en los labios. Le devuelvo el gesto con ternura, agradecida de tener a alguien como él en mi vida, alguien con quien todo parece tan sencillo.
La película comienza y nos abrazamos mientras la vemos. A medida que la trama avanza, me dejo llevar, disfrutando del momento. No quiero pensar en Christopher, en Vittoria, en lo que fue o lo que pudo haber sido. Quiero estar aquí, ahora, con David.
Nos besamos de vez en cuando, disfrutando de nuestras hamburguesas y palomitas, y, por unas horas, el resto del mundo parece desaparecer. Es un momento tranquilo, de esos que te hacen sentir que todo va a estar bien.
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