Hace años, en un reino lejano, un hombre de cabello rubio y ojos azules caminaba por la vida cargando una sombra secreta. Este hombre, conocido por todos como un noble respetado, llevaba sobre sus hombros deudas que lo ahogaban. Sin embargo, sus problemas no lo detuvieron de buscar consuelo en brazos de otra mujer, una belleza de cabello castaño y ojos verdes, cuya risa iluminaba cualquier estancia. Ella fue su refugio, pero también su perdición.
Su nombre era Alina, y de esa relación nació Jareth, un niño cuya magia aún dormía, pero ya prometía un destino grandioso. Alina, llena de amor por el fruto de su pasión, nombró al bebé Jareth, esperando que algún día él fuera libre y poderoso, como soñaba.
El hombre, sin embargo, nunca compartió ese amor. Para él, Jareth era una carga que lo arrastraba más hacia la desesperación. Su verdadera familia esperaba en otro hogar, una esposa legítima y futuros hijos que debía proteger. En su mente, Jareth y Alina eran solo errores que complicaban aún más su vida.
La Traición
Un día, el hombre decidió que no podía continuar. La presión de las deudas y la necesidad de proteger su reputación lo empujaron al límite. Abandonó a Alina y a Jareth, sin siquiera una despedida. Desesperada, Alina no comprendía lo que sucedía. Durante semanas lo buscó, creyendo que quizá había sido raptado o se encontraba en peligro. Finalmente, las noticias llegaron a sus oídos: su amado estaba casado, y ella no era más que una sombra en su vida.
Furiosa, Alina lo enfrentó. Las palabras entre ellos fueron como dagas afiladas, llenas de ira y traición. En un momento de debilidad, el hombre confesó todo: las deudas lo asfixiaban, y no tenía más opción que vender lo más preciado. Había descubierto una antigua leyenda, una sobre el Rey Goblin, quien ofrecía riquezas a cambio de un niño. Con las palabras mágicas que aprendió, entregó a su hijo Jareth por dinero suficiente para pagar todas sus deudas.
Alina sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. Su hijo, su pequeño Jareth, había sido entregado a un mundo lleno de oscuridad y criaturas terribles. La ira de Alina se transformó en desesperación. Ella no permitiría que su hijo creciera en ese mundo.
El Rescate Fallido
Desesperada, Alina buscó las mismas palabras mágicas que el hombre había pronunciado. Noche tras noche, memorizó las frases, rogando a cualquier fuerza que le permitiera entrar al reino de los goblins para recuperar a Jareth. Finalmente, en una noche de luna llena, Alina pronunció las palabras.
—Rey Goblin, Rey Goblin, donde quiera que estés, ¡llévame con mi hijo!
El viento rugió, y de repente, Alina fue arrastrada al Laberinto, el reino del Rey Goblin. El lugar era un caos de piedras, criaturas extrañas y oscuridad, pero Alina no se amedrentó. Se lanzó a la búsqueda de su hijo con una determinación feroz.
Cruzó trampas, enfrentó criaturas extrañas y luchó con su propia desesperación. Sin embargo, el Laberinto era traicionero, y cada paso que daba parecía alejarla más de su objetivo. En su corazón, podía escuchar los llantos de su bebé, Jareth, resonando en las paredes de piedra, pero nunca lograba alcanzarlo.
El Rey Goblin y Jareth
Mientras tanto, en el centro del Laberinto, el Rey Goblin, un ser enigmático y poderoso, observaba con irritación cómo el pequeño Jareth lloraba incansablemente. El Rey no soportaba el llanto de los bebés, y su paciencia se agotaba.
—¡Silencio! —gritó el Rey Goblin, cubriendo sus oídos—. ¡Maldita sea este bebé!
Los goblins más pequeños, criaturas traviesas y leales, hacían todo lo posible para calmar al niño. Lo alimentaban, lo bañaban, lo mecían y jugaban con él, pero Jareth seguía llorando, extrañando los brazos de su madre. Aunque los goblins eran torpes y ridículos, cuidaban de él con toda la dedicación posible, sintiendo en el fondo que ese bebé era especial, aunque no comprendían por qué.
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La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro Encantado
FantasyEn el reino de Fantasía, la Nada avanzaba rápidamente, devorando todo a su paso. La Emperatriz Kahe, la joven y hermosa gobernante, había caído enferma. Su salud dependía de un cristal roto, cuyas piezas estaban dispersas. Andy, un joven guerrero de...