El mundo de Fantasía se encontraba en un estado de agonía. La Nada, una fuerza oscura y malevolente, avanzaba lentamente, consumiendo paisajes, reinos y esperanzas. En medio de esta destrucción, la Emperatriz Kahe había caído gravemente enferma. Su vida estaba atada a un cristal roto, un antiguo artefacto cuyo poder mantenía el equilibrio del reino. Ahora, las piezas del cristal estaban esparcidas por todo Fantasía, y el tiempo se agotaba.
Andy, un joven guerrero de mirada decidida y corazón valiente, había sido elegido para una misión que cambiaría no solo su destino, sino también el de todo el reino. Debía encontrar los fragmentos perdidos del cristal y restaurar la salud de la Emperatriz. Sin embargo, conforme avanzaba, se daba cuenta de que esta misión no solo implicaba enfrentarse a la oscuridad externa, sino también a los propios sentimientos que comenzaban a brotar dentro de él.
Andy avanzaba con cautela por los Pantanos de la Tristeza, un lugar donde la desesperanza hundía a los viajeros desprevenidos en su lodo mortal. El consejero gigante, Morla el Antiguo, le había advertido que si dejaba que la tristeza lo dominara, estaría perdido. Pero Andy no solo luchaba contra la tristeza del lugar, sino también contra el creciente afecto que sentía por Kahe, la emperatriz que no solo gobernaba su reino, sino también, poco a poco, su corazón.
Finalmente, llegó a la Torre de Marfil, donde Kahe yacía postrada en su cama. La luz de la luna se colaba a través de las ventanas, iluminando el rostro pálido de la Emperatriz. Sus ojos se abrieron lentamente cuando Andy entró en la sala.
—He fallado, Emperatriz —susurró Andy, arrodillándose junto a ella—. No he encontrado los fragmentos suficientes.
Kahe lo miró con suavidad, sus labios temblando en una leve sonrisa.
—No me has fallado, Andy. Has hecho más de lo que cualquier otro podría haber hecho —dijo ella, su voz apenas un susurro, pero llena de una profunda gratitud.
En ese momento, sus dedos se rozaron accidentalmente, y ambos sintieron una corriente que los unió. Andy no pudo evitarlo más. La belleza de Kahe, su fuerza y su vulnerabilidad lo habían conquistado. Se inclinó hacia ella, y en un instante, sus labios se encontraron en un beso suave, pero cargado de emoción.
Kahe cerró los ojos, permitiendo que ese breve momento de paz la llenara, mientras su conexión se volvía más fuerte que cualquier fragmento de cristal.
Pero su momento de felicidad fue breve. La Torre de Marfil comenzó a temblar y a resquebrajarse, como si la propia estructura se derrumbara por el peso de la desesperanza.
—No... no puede ser —murmuró Andy, horrorizado, mientras la torre se desmoronaba a su alrededor.
Kahe abrió los ojos, y su mirada se encontró con la de Andy. Sin decir una palabra, se levantó, y juntos, salieron de la torre en ruinas. La Nada avanzaba rápidamente, absorbiendo el paisaje que se encontraban en su camino.
Andy comprendió que no tenían mucho tiempo. Debían encontrar los fragmentos del cristal y restaurar la salud de la Emperatriz antes de que fuera demasiado tarde. Y, sin embargo, su corazón ya estaba comprometido con Kahe. La emperatriz lo miró con un semblante grave.
—No podemos permitir que la Nada nos alcance —dijo ella, su voz firme—. Pero tampoco podemos seguir adelante sin el cristal.
Andy asintió, sabiendo que no había otra opción. Juntos, decidieron buscar los fragmentos del cristal y enfrentar la Nada en un último esfuerzo por salvar Fantasía.
Mientras tanto, en otra parte de Fantasía, Sarah se encontraba en el corazón de un laberinto que parecía infinito. Había aceptado el desafío de Jareth, el Rey Goblin, para salvar a su hermano, pero en el fondo, ambos sabían que lo que estaba en juego era mucho más que un simple rescate.
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La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro Encantado
FantasyEn el reino de Fantasía, la Nada avanzaba rápidamente, devorando todo a su paso. La Emperatriz Kahe, la joven y hermosa gobernante, había caído enferma. Su salud dependía de un cristal roto, cuyas piezas estaban dispersas. Andy, un joven guerrero de...