Elysia se sentó en un rincón oscuro de la habitación, sus manos cubriendo sus orejas puntiagudas, un intento vano de protegerse de las crueles palabras que siempre resonaban en su mente. Con el cabello negro enmarañado y los ojos llenos de lágrimas, sentía que la tristeza y el miedo la consumían. Cuando la puerta se abrió de golpe, su corazón se detuvo.
Kahe apareció en el umbral, su rostro lleno de furia, y detrás de ella, Andy lucía igualmente severo. Elysia se encogió aún más, su voz temblando.
—Lo siento... yo no quería —musitó, la angustia palpable en su tono.
Kahe, sin contener su frustración, gritó con una intensidad que reverberó en las paredes.
—¡Elysia! ¡Cálate!
La niña se quedó en silencio, paralizada por el miedo. Andy, con una mezcla de enojo e impotencia, se acercó.
—Elysia, debes aceptar tu destino —dijo con voz dura—. Estás aquí porque no puedes seguir desobedeciendo. No puedes seguir huyendo de lo que eres.
Elysia lo miró, su corazón latiendo desbocado. Las palabras de su tío la herían más que cualquier golpe físico.
—¿Es porque soy fea? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Es por mis feas orejas de goblin?
Un pesado silencio llenó la habitación, el aire cargado de emociones no expresadas. Kahe vaciló, su rostro suavizándose por un instante al ver la vulnerabilidad de Elysia, pero rápidamente se endureció nuevamente.
—No se trata de eso —respondió, aunque sus palabras carecían de la suavidad que la situación requería—. Se trata de las reglas. Tienes que aprender a aceptarlas.
Elysia sintió una punzada en el pecho, como si cada palabra de sus tíos fuera un recordatorio de su diferencia. La soledad se apoderó de ella, un eco en la oscuridad de su corazón.
—No soy como ustedes... —dijo, lágrimas cayendo por sus mejillas—. Solo quiero ser libre. Quiero que me quieran.
Andy, aunque frustrado, sintió una punzada de tristeza al ver el dolor de su sobrina. Sabía que Elysia no era simplemente una niña traviesa; era una parte de su familia, aunque el estigma de ser una goblin mitad humana pesara sobre ella.
—Elysia, esto no es fácil para ninguno de nosotros. Pero las cosas son así por una razón —dijo, tratando de encontrar un equilibrio entre el castigo y la comprensión.
Kahe, sin poder contener su ira y preocupación, respondió.
—No estás sola, pero no puedes actuar así. Este cuarto es tu lugar para ti, pero necesitas dejar de resistirte.
Elysia miró a sus tíos, sintiendo el abismo que los separaba. Deseaba que pudieran entender su lucha, su deseo de ser aceptada. Pero en ese momento, solo había desdén y dolor, un ciclo que parecía interminable.
—Nunca me querrán —susurró, su voz quebrándose—. Solo soy un monstruo.
Y con esas palabras, la niña se dejó caer contra la pared, aceptando su destino.
La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas del castillo, tiñendo la sala de un cálido resplandor dorado. Andy y Kahe se encontraban en el balcón, donde las flores del jardín florecían en un estallido de colores vibrantes. El aire fresco traía consigo el aroma dulce de las rosas, creando un contraste con la tensión que había marcado su día.
Kahe, con su cabello brillando bajo la luz del sol poniente, se apoyó en la barandilla, mirando el horizonte con un suspiro de frustración. Andy se acercó, tomando su mano con ternura.
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La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro Encantado
FantasyEn el reino de Fantasía, la Nada avanzaba rápidamente, devorando todo a su paso. La Emperatriz Kahe, la joven y hermosa gobernante, había caído enferma. Su salud dependía de un cristal roto, cuyas piezas estaban dispersas. Andy, un joven guerrero de...