Jareth avanzaba a duras penas por el Pantano de la Tristeza, cada paso lo hundía más en la oscuridad que lo rodeaba. Su cuerpo, cansado y debilitado, se rendía a la pesadez del lodo. El frío le calaba los huesos, y un movimiento más significaría caer por completo, como Lucero.
Con un último esfuerzo, estiró la mano hacia un tronco viejo que sobresalía del barro. Pero, en el momento crucial, el tronco se desmoronó bajo su peso, y su cuerpo se hundió aún más. La desesperación lo invadió; su cabeza sobresalía del agua, pero su corazón sentía que ya no podía seguir.
A lo lejos, Esmeralda observaba la escena desde una rama alta. Su pecho se oprimió al ver la lucha de Jareth, el brillo en sus ojos titilaba. El ave sabía que, a pesar de su valentía, Jareth estaba a punto de rendirse.
—¡No! —gritó Esmeralda volando rápidamente hacia el reino. Necesitaba avisar a Sarah.
En el pueblo goblin, Sarah estaba ocupada cuidando a los pequeños, asegurándose de que todos estuvieran a salvo. De repente, sintió una brisa que la envolvió, y Esmeralda apareció ante ella, con el pico agitado.
—¡Sarah! ¡Jareth está en peligro! Se encuentra en el Pantano de la Tristeza y está a punto de hundirse!
El corazón de Sarah se detuvo. —¡No! —exclamó, su voz llena de miedo—. ¡Debo ayudarlo!
Sin perder un segundo, Sarah se apresuró hacia su yegua joven, que la miró con ojos comprensivos.
—¿Qué sucede, Sarah? —preguntó la yegua, su voz resonante y llena de energía.
—¡Jareth está en el pantano! Necesitamos llegar allí lo antes posible —respondió Sarah, montando rápidamente.
La yegua relinchó, su espíritu encendido por la urgencia. —¡Vamos! No dejaremos que se hunda en esa tristeza!
Mientras corrían a través de los bosques, Sarah sintió cómo la determinación crecía en su interior. No podía permitir que Jareth se rindiera. Tenía que llegar a él antes de que fuera demasiado tarde.
—Esmeralda, ¿hay alguna forma de que podamos salvarlo? —preguntó Sarah, tratando de mantener la esperanza.
—Si llegamos a tiempo, tal vez aún haya una oportunidad —respondió el ave, volando cerca de la yegua, su corazón lleno de coraje.
Con cada salto, la yegua avanzaba, atravesando arbustos y ramas, mientras el sonido de las hojas crujía bajo sus patas. La ansiedad de Sarah crecía con cada segundo que pasaba, imaginando a Jareth atrapado en el pantano oscuro, solo y desesperado.
Finalmente, llegaron a la orilla del Pantano de la Tristeza. El aire era pesado, y la visión de Jareth luchando por mantenerse a flote hizo que el corazón de Sarah se hundiera aún más.
—¡Jareth! —gritó, su voz resonando a través del silencio del pantano.
Al escuchar su nombre, Jareth levantó la cabeza, su rostro pálido reflejaba el agotamiento. La esperanza iluminó sus ojos por un breve momento.
—¡Sarah! —logró gritar, pero el barro lo aprisionaba, y la tristeza lo envolvía.
Sin dudarlo, Sarah se lanzó de la yegua, corriendo hacia él. —¡Sujétate de mí! —gritó, extendiendo su mano hacia él.
Jareth, con su última fuerza, intentó estirarse, pero el peso del pantano lo mantenía prisionero.
Esmeralda, volando a su lado, chirrió con urgencia. —¡No te rindas, Jareth! ¡Ella está aquí para salvarte!
Con un último esfuerzo, Jareth logró aferrarse a la mano de Sarah, sintiendo su fuerza y su determinación.
—¡Vamos! —exclamó Sarah, luchando para tirar de él hacia la orilla.
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La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro Encantado
FantasyEn el reino de Fantasía, la Nada avanzaba rápidamente, devorando todo a su paso. La Emperatriz Kahe, la joven y hermosa gobernante, había caído enferma. Su salud dependía de un cristal roto, cuyas piezas estaban dispersas. Andy, un joven guerrero de...