La luna se alzaba en el cielo, bañando el castillo con una luz plateada que filtraba su brillo a través de las ventanas. En el jardín, Andy y Kahe paseaban juntos, el aire fresco y fragante de las flores nocturnas envolviéndolos en un abrazo cálido. Las estrellas titilaban como ojos curiosos, observando su conexión en la penumbra.
—Mira, allá está la constelación del Dragón —dijo Kahe, señalando hacia el cielo. Su rostro se iluminó con una mezcla de asombro y nostalgia, recordando historias de su infancia.
Andy se detuvo, girando hacia ella con una sonrisa.
—Siempre me sorprendes con tu conocimiento de las estrellas. —respondió, sintiendo que su corazón se llenaba de admiración.
Kahe sonrió, su risa suave como el susurro del viento. Se acercó un poco más a él, disfrutando de la cercanía.
—Mi madre solía contarme historias sobre las constelaciones. —continuó, sus ojos brillando—. Decía que cada estrella es un sueño no cumplido.
—¿Y qué sueños tienes tú? —preguntó Andy, sintiéndose atraído no solo por su belleza, sino por la profundidad de su espíritu.
Kahe se detuvo, pensando. Su mirada se perdió en la distancia antes de enfocarse en él.
—Quiero que nuestros hijos crezcan en un mundo donde puedan ser libres, sin miedo. —dijo, su voz casi un susurro—. Y quiero seguir construyendo este reino contigo.
La seriedad de sus palabras hizo que Andy la mirara con ternura. Acercándose, tomó su mano y la apretó suavemente.
—Juntos lo haremos. —prometió, sintiendo que su conexión se profundizaba—. Pero también quiero que nunca perdamos de vista lo que nos hace felices, lo que nos une.
Kahe se sonrojó, sus ojos reflejando la luz de la luna.
—Tienes razón. A veces, en medio de nuestras responsabilidades, olvidamos disfrutar de estos momentos.
Andando un poco más, se sentaron en un banco de piedra cubierto de hiedra. Andy se inclinó hacia ella, sintiendo el calor de su cercanía.
—¿Te gustaría recordar nuestra primera cita? —preguntó, una chispa traviesa en sus ojos.
Kahe soltó una risa suave, recordando cómo habían pasado aquella tarde entre risas y juegos.
—Claro, me llevaste a aquel lago escondido y casi caí al agua. —dijo, su risa resonando en el aire—. Pero fue uno de los mejores días de mi vida.
—Y aún más porque te caíste justo en mis brazos. —respondió Andy, riendo al recordar el momento—. Desde entonces supe que eras la indicada.
Kahe sintió un cosquilleo en su corazón. Sin pensarlo, se inclinó hacia él, sus labios rozando los de Andy en un beso suave, cargado de emoción y conexión. El tiempo se detuvo, y en ese instante, todo lo demás desapareció.
Cuando se separaron, ambos se miraron, sus corazones latiendo al unísono.
—Siempre seré tu refugio. —murmuró Andy, su mirada intensa y sincera—. No importa lo que pase, siempre estaré a tu lado.
Kahe sonrió, sintiendo que la promesa de su amor era un faro de esperanza en medio de la oscuridad.
—Y yo siempre te elijo a ti. —respondió, su voz llena de determinación—. Juntos, somos más fuertes.
Mientras la noche continuaba, ellos se sumieron en conversaciones y risas, compartiendo sueños y promesas. Lira y Leo corrían entre las flores, riendo y jugando al escondite. Las risas infantiles resonaban en el aire, creando un ambiente de alegría pura.
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La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro Encantado
FantasyEn el reino de Fantasía, la Nada avanzaba rápidamente, devorando todo a su paso. La Emperatriz Kahe, la joven y hermosa gobernante, había caído enferma. Su salud dependía de un cristal roto, cuyas piezas estaban dispersas. Andy, un joven guerrero de...