CAPÍTULO 21: Pasiones en la Tormenta

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El aire en el establo estaba cargado de tensión. Kahe, con el rostro enrojecido por la ira, había llegado justo a tiempo para ver cómo Andy había sido despreciado por la yegua blanca de Sarah. La escena se había desarrollado en un instante, pero para ella, el tiempo se detuvo. La yegua había escupido, dejando una marca húmeda y sucia en la mejilla de Andy.

—¡No puedo creer que hayas permitido que eso sucediera! —exclamó Kahe, cruzándose de brazos mientras avanzaba hacia él, su furia evidente pero no sin un destello de amor en sus ojos.

Andy, un poco sorprendido por la repentina llegada de su esposa y su explosión de emociones, intentó contener una sonrisa.

—Fue solo un incidente —dijo, limpiándose la cara con la mano—. No hay necesidad de enfadarse.

Kahe lo miró, y aunque su expresión era severa, había algo en su mirada que revelaba su preocupación.

—No es solo eso, Andy. —dijo, acercándose más—. Esa yegua no respeta lo que hemos construido aquí. No puedes dejar que te trate así.

Con un suspiro, se acercó y tomó un pañuelo de su bolsillo. Sin pensarlo dos veces, limpió la escupida de la cara de Andy, su mano temblando ligeramente. Era un gesto simple, pero había una ternura subyacente en su movimiento.

—Mira lo que has hecho, amor. —murmuró Kahe, su voz más suave, pero aún impregnada de una mezcla de furia y cariño.

Andy se quedó quieto, sintiendo la calidez de su mano en su rostro y la dulzura de su mirada.

—Sabes que eso no importa —respondió él, sonriendo—. Lo que realmente importa es que estamos juntos.

Kahe terminó de limpiar su cara, y mientras retiraba el pañuelo, no pudo evitar soltar una pequeña risa, su ira disipándose lentamente.

—Eres imposible, Andy. —dijo, aunque sus ojos brillaban con amor—. A veces me pregunto cómo te aguanto.

—Porque me amas, y eso es lo que importa. —replicó él, acercándose y tomando su mano—. Estoy aquí para ti, siempre.

Kahe sintió cómo la ira se desvanecía por completo, reemplazada por la calidez de sus sentimientos. En un instante de vulnerabilidad, se lanzó a sus brazos, y él la envolvió con ternura.

—Lo siento por la yegua. A veces, parece que estamos rodeados de enemigos. —dijo Andy, acariciando su espalda.

—No son enemigos, solo desafíos —respondió Kahe, levantando la vista para mirarlo a los ojos—. Pero juntos, siempre encontraremos la manera de enfrentarlos.

Con un suave roce de labios, se besaron, dejando que el momento de tensión se convirtiera en un susurro de amor. 

Kahe se acercó al establo, su rostro una mezcla de furia y desdén. La yegua, de pelaje brillante y ojos desafiantes, se mantenía firme, negándose a someterse a la nueva reina.

"Eres solo un simple animal," declaró Kahe, su voz resonando con autoridad. "No tienes poder aquí."

La yegua relinchó, como si comprendiera cada palabra, desafiando a Kahe con su mirada. Esa resistencia solo avivó la ira de la reina.

"¿Te atreves a desobedecerme?" gritó Kahe. 

El aire se volvió tenso, y la yegua mantuvo la mirada, su respiración calmada a pesar del peligro. Pero en lugar de decidirse, el sirviente estaba listo con el arma.

El eco del disparo resonó, y el sonido desgarrador del relincho de Lucero. Kahe observó  mientras el animal caía, el brillo en sus ojos apagándose para siempre.

La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro EncantadoWhere stories live. Discover now