La luz del atardecer se colaba por las grandes ventanas del castillo de Jareth, bañando de oro el salón principal. Andy y Kahe estaban sentados juntos.
Andy, siempre buscando un momento para descomprimir la tensión, notaba el semblante serio de Jareth, quien mantenía sus ojos fijos en los mapas y las armas. En silencio, Andy se levantó de su asiento y se acercó con paso sigiloso hasta Jareth, quien parecía completamente absorto en sus pensamientos. Andy, con una sonrisa pícara, se inclinó un poco y, sin previo aviso, tocó con suavidad una de las orejas puntiagudas de Jareth.
—¡Oye, qué es esto! —dijo Andy entre risas, mientras movía el dedo ligeramente sobre la oreja goblin.
Jareth saltó en su sitio, claramente sorprendido, girándose para ver a Andy con una expresión de pura irritación. Sus ojos de diferente color brillaban, uno azul y el otro verde, llenos de una mezcla de sorpresa y enfado.
—¡Andy! —gruñó Jareth, alejándose de su toque—. ¡No toques mis orejas!
—¿Qué? ¿Son muy sensibles? —dijo Andy entre carcajadas, sin poder contenerse—. ¡Nunca había visto orejas así de cerca! ¡Son tan... puntiagudas!
Jareth cruzó los brazos y miró a Andy con una ceja levantada, claramente irritado, pero con ese aire de superioridad que siempre lo caracterizaba.
—¡No soy un juguete para tu entretenimiento, Andy! —espetó Jareth, intentando sonar serio, aunque una ligera sonrisa amenazaba con asomar en sus labios—. ¡Tienes suerte de que no te convierta en un goblin!
Kahe, que observaba desde su asiento, no pudo evitar reír también al ver la reacción de Jareth. Ella sabía que, pese a sus intentos de mostrarse molesto, había algo en Andy que relajaba incluso al rey goblin.
—Vaya, Jareth —bromeó Kahe, uniendo sus risas a las de Andy—. ¿Es que no te gusta que te acaricien las orejas?
Jareth suspiró con exasperación, pero esta vez no pudo evitar sonreír un poco. Se giró hacia Andy, señalando su oreja con el dedo en advertencia.
—Te lo advierto, Andy, no te acostumbres.
Andy se encogió de hombros, con su habitual sonrisa despreocupada.
—Lo siento, no pude resistirlo. Es que... tus orejas son muy... bueno, ya sabes. ¡Es difícil no tocarlas!
Jareth sacudió la cabeza, claramente divertido a pesar de sí mismo, y luego miró de reojo a Kahe, quien seguía riendo suavemente desde el otro lado de la habitación. Finalmente, se relajó un poco más, dejando que la broma pasara.
—Sabes, Andy, si sigues tocando mis orejas, me veré obligado a hacerte cargar con uno de los goblins bebés —dijo Jareth, levantando las cejas con un brillo malicioso en los ojos.
—¡Oh, no, eso sí que no! —dijo Andy rápidamente, levantando las manos en señal de paz—. Prefiero pelear con cualquier ser tenebroso que cuidar a un goblin bebé.
Al girar ambos, vieron a Sarah y Kahe, ambas con sonrisas serenas. Pero lo que realmente captó la atención de Andy fue la pequeña sorpresa que traían consigo: dos bebés goblins, envueltos en mantas, profundamente dormidos.
"¿Qué es esto?" Andy preguntó sorprendido, acercándose. "¿De dónde sacaron a estos dos pequeñines?"
Sarah miró a Kahe, y ambas compartieron una mirada cómplice antes de que Sarah respondiera con una suave sonrisa. "Parece que los goblins también necesitan algo de amor y cuidado..."
Kahe, sosteniendo a uno de los bebés en brazos, añadió con dulzura: "Estos pequeños necesitan más que solo una vida en las sombras. Merecen ser protegidos y amados."
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La Sombra del Laberinto: La Historia del Cristal Negro Encantado
FantasyEn el reino de Fantasía, la Nada avanzaba rápidamente, devorando todo a su paso. La Emperatriz Kahe, la joven y hermosa gobernante, había caído enferma. Su salud dependía de un cristal roto, cuyas piezas estaban dispersas. Andy, un joven guerrero de...