El resto del día lectivo transcurrió lento, pero podría decir que fue bastante normal. Dejé de prestarles atención a los cuchicheos y me concentré en las clases. Tener a Julie cerca me dio fuerzas y calma. Además, Kylian no tiene en común ninguno de los cursos de la tarde conmigo. El no tenerlo sentado junto a mí sin duda me ayudó a sentirme menos asustada. Pero la ansiedad no me abandonó en ningún momento. Tras despedirme de mi amiga para ir a casa, enseguida se me revolvió el estómago. Las horas restantes para la noche serían una auténtica locura.
No sé cómo logré que la cena se quedara dentro de mí. Desde que Annette puso el plato sobre la mesa, sentí ganas de vomitar. La angustia y la incertidumbre por lo que vendría no me permitió disfrutar de la comida. Aun así, me esforcé mucho para ingerirla sin que hacerlo pareciera una tortura. También describí el primer día de clases como si hubiera sido el mejor de mi vida. Si esperaba que mi cuidadora se fuera a dormir tranquila, no debía darle motivo alguno para preocuparse.
Annette se despidió para irse a la cama cerca de las diez. Luego de abrazarla, me encerré en mi cuarto y me quedé quieta. No sabía si Kylian había dicho la verdad o no, pero no me quedaba más remedio que confiar en que se encargaría de todo. Y heme aquí una hora después. Estoy sentada en mi cama, con los ojos fijos en la ventana y los oídos atentos ante cualquier pequeño ruido.
A las once en punto, escucho el característico graznido de un cuervo a lo lejos. Me levanto de un salto. Se me acelera el pulso en un dos por tres. Un ligero mareo me hace tambalear, pero lo controlo ralentizando la respiración. Me quito los mitones e invoco la energía de Gildestrale. Las marcas en mis palmas despiertan en pocos segundos. A través de estas, percibo desasosiego también. Ni siquiera la diosa está en paz. Resoplo, temblorosa, pero decidida. No voy a echar marcha atrás ahora.
El cuervo vuelve a graznar. Esta vez lo oigo mucho más cerca de mí. Levanto la mano derecha y lo veo de pie en el alféizar. No está dentro de la casa. El vidrio de la ventana cerrada parece mantenerlo afuera. Pero cuando me aproximo para abrir y dejarlo entrar, él pasa a través del cristal como si no hubiera nada ahí. Aletea un par de veces y se posa sobre mi hombro izquierdo. Pese a su gran tamaño, no siento absolutamente nada cuando él coloca sus patas en mi cuerpo. Si no lo estuviera mirando mediante el ojo de Gildestrale, no tendría ni idea de que está ahí.
—Velvar, ta meg til Kylian —digo con voz firme, aunque por dentro estoy asustada.
Darle órdenes a una criatura como esta se siente fuera de lugar. Desconozco su naturaleza. No sé si tiene habilidades de batalla. Le pedí que me llevara con Kylian, pero podría ignorarme y acabar con mi vida por la insolencia de darle órdenes. Libero un suspiro de alivio cuando el ave grazna y mueve la cabeza para mostrarme que está de acuerdo con lo que le pido.
En un instante, Velvar se desplaza caminando hasta llegar a mi cabeza. Una vez que está allí, comienza a batir las alas de manera vigorosa. Con cada movimiento que hace, sus alas aumentan de tamaño. En cuestión de segundos, mi cuerpo entero está cubierto por sus grandes extremidades plumosas. No puedo ver nada a través de la negrura si uso el ojo de Gildestrale, así que decido cerrarlo. Usando los ojos en mi cabeza, el camino que tengo en frente está claro. Se me escapa una risilla nerviosa al pensar en lo que está ocurriendo. Un ente invisible para los seres humanos me tiene atrapada y ni siquiera puedo sentir su peso.
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Segadora de recuerdos y sombras
FantastikOlivia Duncan nunca le ha temido a la muerte, sino a las despiadadas criaturas que nacen y se alimentan de ella para desestabilizar dimensiones. Cuando una vida es arrebatada en contra de la voluntad de su dueño, esa alma puede convertirse en un Dák...